Colecho es amor

Adoro el colecho.

Mira, hoy me tiro a la piscina. Y me voy a posicionar. Con lo que os mola eso de generar polémicas, oye. No. En serio. Lo adoro… Sí, sí… Todo él. Todas sus partes. La CO, la LE y la CHO. Sobretodo… la CHO. LA CHO me fascina. Me tiene loco.

CHO, de choto… Ese aroma a choto cavernario que te asalta -“¡ZASCA!”-, con la más letal de sus pezuñas en todo el careto, a pezuña llena, ahí, como con saña, como gustándose, ¿sabes?, cuando regresas de hacer tu meada nocturna de subterfugio, al cubil, y abres de nuevo la puerta de la cueva, porque no vaya a ser que las muchachas se me despierten con el atronador rugido de la cadena, claro… Sí hombre, esa meada, ya sabes, la de cuando te levantas porque te meas, pero que en realidad te levantas más bien para librarte unos segundos de ese minicodo cariñoso y tan mono, que taladraba sin piedad tus queridos y sobrevalorados riñones.

Porque total, ese aroma a cueva, ese perfume a oso almizclero que inunda el ambiente, ese microclima de pedos acumulados y reconcentrados, de calcetines sudados y sobaquillos al pil pil que se genera con mucho y dedicado esfuerzo común… Eso, muchachos, esa atmósfera tan característica es… es… ¡No tiene precio! ¡Eso es… FAMILIA PURA, JODER! ¡La esencia vibrante y palpable de una comunidad amorosa, yaciente, armoniosa, que celebra su unión vital en el palacio del cariño que es ese colchón, digamos, de metro y pico! Entre aquellas paredes de ese cuarto de cuatro metros, que exudan amorrrr por cada gota del gotelet. Ese territorio sin ley pero con mucho lovin’ donde las tiránicas palabras -“Ehhh… ¿Por qué no te vas a tu camita, cariño…?”- o -“¿También el gato…?”-, se las lleva el viento: -“¡¡Vete, imposición… Huye, vil, volando para no regresar jamás…!!”-

Y es que yo solamente le veo ventajas al colecho. ¿Y lo bien que sienta ese masaje tailandés a base de patadas de karate en las lumbares? ¡¡La peña se deja una pasta en espás y salones de masajes, por lo que a mí me hacen de gratis en casa!! Luego están los que se quejan de que no tienen tiempo para jugar con los peques. ¡No entiendo a esos pobres desgraciados! ¡Si la noche es ideaaaaalll…! Yo me parto la caja (a veces, casi literal…) jugando con la peque al Twister cada madrugada. ¡No os imagináis la de formas extrañas y contorsiones que te puedes llegar a currar en un rato, para poder cuadrar aquello! ¡Es la caña…!

Y luego hay otros juegos: el del “Ninja”, por ejemplo; ese en que te toca estar durmiendo como estos tipos, con un ojo abierto y el otro cerrado, igual que los conejos, para evitar que la otra se despeñe colchón abajo por la esquina más insospechada… O el de las “Apuestas” (-“¿Cuánto te apuestas, Churri…, a que la niña se viene esta noche a nuestra cama, a eso de las tres, cuando esté en lo mejorcito del sueño…?”-), al que tanto me mola ganar… U otro que adoro, también: el “Quinto Levanta…”, en el que las dos tiran de la manta (o el nórdico), y se me quedan ahí las canillas medio al aire… ¡¡Jajajaja!! ¡Me encanta! ¿¿Cómo demonios puede alguien aburrirse en una casa en la que se practica colecho…?? Disfruto horrores.

También está ese punto… picantón. ¿Qué sería de las relaciones de pareja sin ese… plus, de estar, ahí ahí…? Con ese punch de tensión. Que si te rozo un pezón, que si te tiro un pellizco, que si espera que te abrazo, pero cuando esta se mueva un poco para el otro lado… -“¡Ahora, ahora, que ha virado hacia la almohada y me da tiempo para hacerte alguna cosa guarrona en los pies!”- Pues eso, que sería todo un auténtico muermazo, ¿no? Digo yo. El festival de la rutina… Hale, ¡ahí a lo fácil! A tiro hecho. Toda la cama para vosotros solos… ¡Puafff…! Vamos, follisqueo de burgués. Eso, para quien lo quiera.

En fin, que la gente que no colecha, de verdad, se lo pierde. Es toda una aventura. Te da un +20 en PX. Te mantiene alerta… Te mantiene guay, ahí, ojo avizor a las cositas, a los detalles… -“¡Papi, quiero agua!”- Y tu mente rauda y veloz, se despierta entre legañas como un rayo en mitad de las entrañas de la negra noche, oscura cual boca lobuna, y localizas ese vasito que se te olvidó coger antes… (Bueno, no se te olvidó; de hecho, está en SU habitación, perfectamente colocado en SU sitio, pero como se ha venido a la vuestra, pues no lo tienes a mano, en TU mesita de noche, claro, y toca levantarse, porque ella, la princesa de la casa, claro, no está para esas minucias cuando viene a veros con todo su amor, in de mídel of de nait…) Y eso da flow, tío… Da energía… Da buen rollo… Tienes ahí, la mente clara. Es un entreno. Eso, cuando seas un viejo chocho y senil en la residencia, seguro que lo agradeces; que sabrás en todo momento dónde tienes las pastillitas azules, verdes, y rojiblancas. Y es que estas cosas quedan… Quedan ahí, en la mente, grabadas onfayer, porque ahora estás ahí a tope. ¡Pim, Pim! Currándotelo mil.

Y mejoras la respuesta psicomotora, también… Esas toñas que te das con las puertas a oscuras. O ese muñequito invisible abandonado en mitad del pasillo que te clavas hasta lo profundo del metatarso, con el que te entran ganas repentinas de gritar a los cuatro vientos… lo hermoso que es ser padre y sentirse vivo. ¡Pues luego aprendes a esquivarlo, a gestionar el dolor! ¡Control emocional, gente! ¡Es total! Es un rollo muy guay…

Y luego está la poderosa influencia de la música… Que esa es otra también fantástica. ¡La música! !Qué sería este mundo sin la música, señores míos! Yo, que tengo el privilegio de tener un sueño tan ligero, de esos que se desvelan con una mosca asmática, me apasionan las noches de festival. Cuando llega el festival de mocos, mi cuerpo se tensiona… Me pide marcha… Empieza el concierto de sonidos, ronquidos, silbidos… Esos ritmos sincopados que se superponen unos a otros, taladrándome el oído, y que me tienen ahí toda la noche, a ritmo pelao, dándome palmaditas en las pantorrillas, tikití tikití tikití… Disfrutando como un enano y siguiendo la ola… ¡Para un friki de la percusión como yo, esas noches en vela son grandiosas! Mis dos chicas currándose una performans ahí a dúo, dándolo todo y poniendo toda la carne en el asador en la interpretación. ¡Mira, mira…! ¡¡Los pelos como escarpias, se me están poniendo, de solo pensarlo, tú…!! El colecho es puro groove. Maravilloso.

yo, en la cama, con un pie en la cara


Bueno, no os doy más la chapa. Lo dicho, que vamos, el colecho… Lo más. Lo más de lo más. Yo, ahí… A muerte con el colecho. Me encanta. Estoy enamorado, en serio. Fíjate, que hasta cuando suena la flauta y pillo un rincón de sofá en una siesta… ¡Oye! ¡Que me tengo que ir a por un Nenuco, para ponérmelo así bien acurrucado en el costillar! Que si no… como que no me llena a mí, la siesta; como que me falta algo, ¿sabes? Me queda un resquemor a la que me levanto, si no lo tengo, así como quemmm… mmmñééé. Ya sabes, ¿no?

Y lo mejor es que, ahora, a la que venga el bebé, con la cuna de colecho, ya va a ser la FIESTA TOTAL. ¡Me encanta mi familia!

Soy un afortunado, realmente. Y tú también. Y lo sabes. Tú me entiendes. Porque también sabes lo mucho que mola…

…El COLECHO.

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