Es por eso que dejo este post sobre cómo hablar del porqué de estos conflictos con tus hijos.
¿Cuál es la mejor forma de responder a las preguntas que nos formulan?
No hay una receta, no existe nada para capturar la esencia de la guerra y transmitírsela a los niños. no tendría sentido, porque los niños son todos diferentes. Si se tiene en cuenta desde su edad hasta el lugar del mundo donde viven, pasando por sus creencias y su personalidad.
La mejor manera de dar respuesta a las preguntas y a los comentarios de nuestros hijos supone respetar los siguientes principios:
Lenguaje: Utilizar palabras y conceptos que el niño pueda entender, adaptando el lenguaje a la edad del menor. La sencillez se tiene que basar, además de en las palabras, en ofrecer la información imprescindible, sin abrumar a los pequeños.
Sinceridad: Los niños saben cuándo no se les está diciendo la verdad y además adoran eso de repreguntar un millón de veces hasta comprender a la perfección lo que quieren saber.
Reconocimiento: Respalda los pensamientos, sensaciones y reacciones del niño y de importancia a sus preguntas y dudas.
Estereotipos: Hay que tener especial cuidado con no estereotipar a grupos de personas en función de su raza, nacionalidad o religión. Es el momento perfecto para enseñar tolerancia y respeto.
Comunicación bidireccional: Deja que tus hijos también sepan cómo te sientes sin sobrecargarlos de preocupaciones.
Comprensión: Puede que tu hijo te sorprenda con una mirada escasamente empática, sin embargo, quizás no se trata de falta de empatía, sino de su forma de sentirse seguro al ubicar el suceso como algo lejano o ajeno a él. En ese caso, es mejor no contradecirle.
Tengamos en cuenta dos ideas al respecto al dar las respuestas a nuestros hijos:
REALIDAD A MEDIDA:
Es importante situarse en el universo de comprensión de los niños, ya que para ellos es esencial a la hora de entender la actualidad y, por tanto, el mundo en que viven. También tenemos que tener en cuenta la experiencia vital que hayan podido tener los niños para explicarles estos hechos. Pueden haber tenido mascotas que han muerto, abuelos que enferman o faltas de confianza con los amigos leales, para explicarles estos hechos, por ejemplo, que pueden ir bien para hacer entender que la vida no es de algodón de azúcar, pero que tampoco hay que desconfíen de todos.
Además, es importante tener en cuenta que los niños pequeños no entienden bien la diferencia entre la realidad y la fantasía. Es a partir de los cuatro años cuando pueden empezar a distinguir que lo que ven en televisión no está pasando en la realidad, sin embargo, es muy posible que no entiendan que esos mismos actos reflejados en dibujos animados llevados a la realidad, pueden tener consecuencias seriamente negativas.
A medida que los niños crecen es más complejo mantenerlos alejados de la violencia televisiva, de ahí que los mejor es saber cómo hablar acerca de esas cuestiones. En este sentido, no hay que obligaros a tratar estos temas, sino permitir que sean ellos los que pregunten. En torno a los seis años es fácil que los pequeños cuestionen qué está sucediendo en el mundo al ver escenas de refugiados o a enterarse de atentados terroristas.
Lo mejor que uno puede hacer es dar explicaciones hasta donde ellos puedan controlar y entender.
EMPATÍA
Para explicar la violencia hay que crear empatía, en el sentido de implicarlos como si lo hubieran sufrido en personas de su entorno. Es decir: Hacer sentir rechazo a una violencia que ha destruido vidas humanas y que ha comportado mucho dolor para las personas más cercanas, familia y amigos.
A los niños, se les debe transmitir que la violencia siempre conlleva sufrimiento, que se debe respetar a los demás, aunque físicamente sean diferentes, que todos somos iguales, que cuando hay problemas, conflictos entre compañeros, se ha de intentar hablar con ellos o recurrir a los maestros, hermanos mayores o padres, para que busquen una solución. De esta manera se está educando en la resolución no violenta de los conflictos.
A partir de los 10 años, los razonamientos pueden llegar a hacer comprender el conflicto del fenómeno del yihadismo y también el del terrorismo. Se deberá explicar que cualquier ataque contra personas civiles es condenable, porque son inocentes. No tienen ninguna culpa de pertenecer a una de las comunidades que están enfrentadas.
¿Qué preguntas suelen ser las habituales?
Para prepararnos para hablar con nuestros hijos, podemos reflexionar previamente sobre las siguientes preguntas que habitualmente formulan los niños:
◉ ¿Por qué hay guerras?
◉ ¿Quién hace explotar las bombas y quiénes son los que disparan?
◉ ¿Por qué la policía no ha evitado que haya muertos?
◉ ¿Las personas que hacen esto van a la cárcel?
◉ ¿Cómo los médicos no pueden curar a los heridos?
◉ ¿Por qué alguien mata a niños?
¿y que dicen los expertos?
El debate de todo experto psiquiatra recae “en si se les debe alejarse de los hechos o hacerles al tomar plena conciencia”. Podemos encontrar diferentes opiniones, entre ellas hay un grupo de psiquiatras infantiles, como Stéphane Clerget, que dicen que no es necesario explicar nada de los atentados a los niños más pequeños si no han oído. En esta línea, llegan a proponer no sintonizar en presencia de ellos las cadenas informativas de televisión non-stop (24 H) y que los padres eviten transmitir sus angustias con actitudes y comentarios ante los hijos. La idea es informar a demanda de los pequeños, pero también estimular sus preguntas, para saber realmente qué es lo que les había llegado sobre los atentados.
Otro grupo de psiquiatras que proponen hacer hincapié en los argumentos tranquilizadores, que permitan una lectura más positiva. Por ejemplo, explicando los recursos (policiales, militares, tecnológicos) desplegados para proteger a la población, los movimientos de solidaridad con las víctimas, la acción de los policías, bomberos o servicios de urgencias o las largas colas para donar sangre en los hospitales.
Podemos encontrar un tercer grupo sostiene una posición más cruda: Según la psicoterapeuta Helène Romano, coautora del libro “Je suis victime: el incroyable exploitation du trauma”, no se debe negar la gravedad del drama: los padres deben pronunciar la palabra guerra, según ellos “Vivimos una forma de guerra y es peligroso negarlo. No pronunciar la palabra es mucho más violento que hacerlo. Si las explicaciones de los padres, de los adultos, son demasiado edulcoradas, los niños no comprenderán por qué están tan angustiados, o por qué el partido de fútbol del sábado o la excursión a Disney han anulado. Es primordial explicar por qué todo el mundo tiene miedo. Una vez se explica lo que está pasando, se puede gestionar mejor el traumatismo. El principio de realidad es violento, pero ayuda a apoyar a las víctimas ya los que se sienten traumatizados”. Según este punto de vista, hay que educar a los niños, como los adultos, para vivir con el miedo.
Este texto solo refleja un punto de vista, cada padre y/o tutor tendrá el suyo y todo dependerá de los mismos adultos y del niño (la madurez, edad, experiencia vital dy de lo que haya visto en prensa o TV). El post ha sido escrito en un momento bastante complicado, después de un atentado en mi propia ciudad, solo quiere echar una mano en estos momentos tan duros, pero también se recuerda que hay que si el niño presenta un trauma o estrés se debe consultar con un especialista.
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