Contestón y respondón, un niño que no se calla una.

¿Te enfrentas a diario con un pequeño contestón y respondón, un niño que no se calla una cuando algo no le parece bien? ¿Tienes un niño que se frustra fácilmente y que expresa su enfado mediante el uso de protestas, insultos o amenazas en el peor de los casos? ¿Sabes si sus protestas forman parte de su desarrollo, de su personalidad, de su forma de hacer o en cambio se trata de un problema más grave? ¿Es malo realmente que nuestro hijo nos conteste, que no esté de acuerdo con todo lo que le decimos o lo que le mandamos? Veamoslo con detalle porque hay un poco de todo.

niño enfadado


En realidad la gran mayoría de niños contestones y protestones entran dentro de la normalidad, siendo sus protestas un modo de intentar saltarse los límites y normas que se establecen en cada hogar.  Así que antes de alarmarnos debemos saber diferenciar el trastorno de la normalidad, distinguir entre la necesidad de todo niño de desarrollar su propia personalidad de un problema severo de aceptación de la autoridad.

Contestón y protestón, de la rabieta a la queja. El niño crece y evoluciona.

Son varias las etapas en las que los niños protestan por todo, la primera es la etapa del no quiero sobre los 2 años, una fase de rabietas que durará más o menos hasta los 5.  Una etapa que tiene sus picos y sus valles, hay ocasiones en las que crees que ya la has superado pero más adelante te das cuenta que todavía no. Todo es cuestión de saber manejar la situación, intentar empatizar con nuestros pequeños a la vez de no ceder a todos sus caprichos por evitar una pataleta. No olvidemos que es habitual que un niño tenga rabietas, es más, deben tenerlas porque forman parte de su correcto desarrollo.

Con el tiempo a las rabietas le siguen las protestas y las quejas explícitas. Claro, el niño crece y aprende a hablar. Ahora ya es capaz de verbalizar lo que siente y no es tan necesario llorar, patalear o tirarse al suelo para expresar su desacuerdo y frustración. Ahora puede decir, aunque no con toda exactitud todavía, lo que quiere, desea, siente y necesita. Ahora ya es capaz de mostrarnos verbalmente su desacuerdo con los límites y normas. Ahora es su momento para reivindicar sus necesidades, aunque no encajen con las del resto de la familia, por eso se producen las quejas.

Entendamos que sus necesidades difieren totalmente con las nuestras, ellos no ven la necesidad de vestirse rápido por las mañas para ir al cole. No entienden por qué no pueden estar tumbados en el suelo mirando la tele o comer con las manos y menos aún la necesidad de parar de jugar para tener que recoger todos sus juguetes  e irse a cenar. Cada día vivimos las mismas batallas, cada día debemos librar los mismos combates y para cualquier padre esto es agotador, lo se. Pero forma parte de la tarea de educar.

Lo peor, y digo peor porque tendremos que armarnos de paciencia infinita, es que a medida que nuestros hijos crecen también lo hacen sus protestas y sus quejas por todo. Lo que antes eran rabietas de un minuto que manejábamos con la técnica de la distracción ahora pueden estarse convertido en todo un despliegue de reproches, demandas, resoplidos, incluso insultos o amenazas. Llegados a este último punto debemos ser muy claros, los insultos y las amenazas no se permiten ni en casa ni fuera de ella.

Nuestro hijo se puede estar convirtiendo en un pequeño cascarrabias gruñón, un pequeño aguafiestas que tendremos que aprender a tratar.

¿Qué hacer ante un niño contestón y respondón ? ¿Cómo reaccionar?

En ocasiones lo mejor es hacer oídos sordos a sus protestas y buscar donde sea la paciencia para no entrar en discusiones estériles.  Sabemos que no podemos entrar en todas las batallas porque agotaremos todos nuestros recursos y no se trata de ganar ninguna guerra si no de educar lo mejor que podamos.

Se trata en definitiva de de hacerles entender que si bien el desacuerdo existe en todos los ámbitos de la vida, en ocasiones no se podrá expresar por lo que deben aprender a aceptar las frustraciones, deben aprender a aceptar un no por respuesta por más que les moleste. Es cierto que tampoco debemos educar en la sumisión, en el ordeno y mando o en el  porque lo digo yo. Se trata de enseñar a nuestros hijo a expresar el desacuerdo sin necesidad de agredir a nadie, ni física ni verbalmente. Y eso solo se hace desde el ejemplo, fijaros bien que si caemos en el error de seguirles el juego, gritando, protestando y quejándonos nosotros mismos por sus constantes quejas, entonces estamos perdidos, ya que alimentamos al monstruo de la rabia y frustración. Al caer en esta dinámica entramos en un juego de poderes que a nadie le interesa y donde toda la familia pierde.

Si las protestas son constantes y de una intensidad tal que ya no somos capaces de manejar es momento de buscar ayuda especializada, es muy probable que detrás de todas estas protestas, malas contestaciones, insultos y amenazas se esconda un problema mucho más grave o estemos equivocándonos en nuestro modo de educar.  Si hay un dato alarmante es el leo en un artículo del ABC  según el cual y en base a los datos de la Fiscalía General del Estado, las agresiones de hijos a padres han aumentado considerablemente en los últimos años. En 2006 se cuantificaron en España 2.000 casos y en 2012 un total de 4.936. «Solo en 2013 se iniciaron 4.659 procedimientos a jóvenes mayores de 14 años por este tipo de sucesos, siendo Andalucía, Valencia y Cataluña, las regiones que concentraron la mayor parte», resaltaJavier Urra, director clínico de Recurra-Ginso y presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental (Sevifip). El artículo merece la pena leerlo con atención porque nos da muchas claves para la reflexión.

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