Cuando cuidar de mis hijos me supera

Antes de comenzar a escribir este post quiero decir que la maternidad es lo mejor que me ha pasado en la vida. Tus hijos no entienden de trabajos, de ambición laboral, de problemas, de físico o de poder adquisitivo: simplemente te quieren como eres porque eres su madre o padre, y para ellos eres el mejor del mundo seas como seas.

Dicho esto hoy quería hablar sobre un tema que últimamente he hablado con algunos padres (hecho que me ha reconfortado, ya que no soy la única persona a la que le pasa): el cuidado de nuestros hijos nos supera.

Pero ¿como es esto posible? A veces lo más maravilloso del mundo se convierte en una carga que día a día nos va agotando y nos pasa factura. No quiero decir que le pase a todo el mundo, pero hay muchos padres y madres a los que está pasando, e incluso algunos han tenido que solicitar la ayuda de un psicólogo para ayudarles a afrontar todos los cambios que supone la crianza de un hijo.

CONCILIAR LA VIDA FAMILIAR Y LABORAL

El primer punto conflictivo viene cuando intentamos conciliar la vida familiar y laboral. Si los padres trabajan en turnos diferentes y  no pueden compatibilizar los horarios el caos se apodera del hogar familiar. ¿Que turno tienes hoy? ¿Con quién los dejo? ¿Cuento con el dinero suficiente para poder contratar a alguien que me los cuide?.

Al final esta situación se convierte en la tónica diaria de muchos padres con lo que estrés y  ansiedad se convierten en crónicos y cada vez son más los padres deben acudir a psicólogos y psiquiatras para intentar controlar las situaciones diarias con los hijos.

En muchos de los casos alguno de los progenitores renuncia a su trabajo para encargarse del cuidado de los hijos provocando reproches y frustración en las relaciones de pareja que en el peor de los casos terminan en la separación o divorcio.

SIN TIEMPO PARA NADA

¿Dónde está el tiempo que dedicamos a nosotros? ¿Cuando eres padre tienes que renunciar a todo lo que teníamos antes?

El concepto de maternidad ha cambiado muy mucho en nuestra sociedad. En la época de nuestras abuelas el rol de madre era una cosa aceptada y asumida. La mujer se dedicaba a la casa y al cuidado de los hijos.

Pero en la sociedad de hoy en día a la mujer se le exige de todo: que estudie, trabaje, tenga hijos, haga las labores del hogar, se ocupe de la crianza de los hijos….Si no haces todas estas cosas eres tachada de mala madre.

Afortunadamente hoy en día la mayoría de hombres se implica de lleno en todas estas tareas pero el tiempo de ocio que disfrutábamos en el pasado se reduce al mínimo, provocando de nuevo la frustración en los padres.

Frases como ” Es que no podemos hacer nada con el niño” o ” A ver si salimos alguna vez a un sitio que no sea el parque de bolas o los columpios” se convierten en habituales en muchas de las parejas.

Nos quedamos sin tiempo para nosotros pero todo ese ocio lo volcamos muchas veces en hacer cosas por y para los niños. La agenda de los pequeños es parecida a la de los ministros pero como dice una amiga mía “en versión guay”: cumpleaños, quedadas, teatro, cine, piscina… los días se convierten en una auténtica vorágine de acontecimientos para ellos y en un sufrimiento para nosotros.

De un lado para otro y sin tiempo para nada.

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DEBERES, EXTRAESCOLARES Y MÁS…

Recuerdo mi infancia en la biblioteca del barrio donde los niños pasábamos las horas haciendo deberes del cole e indagando en la famosa enciclopedia Encarta para hacer los trabajos de clase. Nuestros padres no tenían ni el tiempo ni la formación necesaria para ayudar en las tareas escolares.

Un concepto que ha cambiado por completo. Ahora los padres somos los que “ayudamos a los niños” a hacer las tareas de clase y estudiar y muchas veces terminamos haciendo los deberes por ellos.  Exigimos que sean los mejores en todo y eso tiene un precio: el de una dedicación completa en los estudios de nuestros hijos.

Muchas veces me pregunto si el forzar esta competitividad en los estudios tendrá consecuencias en un futuro. Yo recuerdo una infancia de juegos y diversión pero ¿cómo recordarán mis hijos la suya?. No quiero que se pasen toda la tarde haciendo deberes sin saber muchas veces lo que están haciendo. Tampoco quiero que el no sacar unas notas excelentes sea motivo de frustración familiar.

Y por encima de todo, no quiero que hagan algo por el hecho de algo que no hice cuando era pequeña.

LOS MEJORES PADRES DEL MUNDO…

El tener la “obligación” de ser los mejores padres del mundo tiene sus consecuencias. Y es que, al final, el hecho de tener que compararnos continuamente con el resto de padres hace que nos veamos superados por la vida.

Siempre tenemos algún amigo, conocido o familiar que hace las labores de padre o madre a la perfección.

Muchas veces mi madre se encarga de recordarme que “tengo a mis hijos desatendidos” y que tendría que dedicarles más tiempo. Y yo me pregunto…¿cómo hago eso?

También las redes sociales nos han hecho un flaco favor para mostrar la maternidad verdadera. En Facebook e Instagram vemos unos padres disfrutando de sus hijos en ambientes relajados y distendidos, viviendo la maternidad con felicidad completa y con unos rostros por los que no pasa el tiempo. Mientras que una maternidad real refleja ojeras, cansancio, malas noches

Y es que el camino de la maternidad supone estas cosas y hay que ser un auténtico Espartano para no sucumbir en decir más de una vez estas palabras “EN QUE HORA SE ME OCURRIÓ SER PADRE”…

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