Cuando dar el pecho se convierte en una pesadilla



De este tema se ha hablado largo y tendido y tenéis mucha información en internet sobre los pros y los contras de dar el pecho. Una buena amiga acaba de dar a luz a su tercer hijo y me ha recordado con su mastitis, las dificultades por las que yo misma pasé hace no tanto tiempo.

Hoy quiero contaros mi experiencia personal después de tener dos hijos. Empiezo diciendo que mi hija tomó el pecho hasta los 15 meses y mi hijo hasta los 11 pero no todo fue un camino de rosas como muchas veces nos quieren hacer creer.

He tenido dos embarazos fabulosos y dos partos naturales. Mis hijos han nacido en una bañera en el hospital, sin epidural y sin recibir ni un solo punto. Un lujo, ¿verdad? En esta entrada sobre dar a luz en Alemania os conté el parto de mi hija mayor. Bien, para mi dar a luz fue coser y cantar comparado con lo que me esperaba al llegar a casa.

Mi hija se cogió al pecho en el mismo paritorio y a las pocas horas ya tenía los dos pechos llenos de grietas. La pobre tenía mucha hambre y buscaba comida cual “Pitbull” a la caza de su presa. Al día siguiente era tal la situación (no me había subido la leche todavía) que las matronas del hospital, a pesar de ser pro-lactancia, me aconsejaron darle fórmula unas horas para intentar dar tiempo a las heridas a cicatrizar un poco.

Así que me veía de día y de noche (sola) arrastrando la cunita a la zona de lactancia cada dos horas para darle leche en una jeringuilla y cada tres para enchufarme al sacaleches para seguir estimulando la producción. Os podéis imaginar como estaba de cansada. Mi hija durmió una hora su primera noche, tres la segunda y una la tercera. Un cuadro…

Me “visitaron” todas las matronas del hospital. Me ayudaron mucho (unas más que otras) pero yo seguía con las grietas y mi hija desesperada.

El día que me fui a casa me subió la leche y aquí se complicó más el asunto. El sistema alemán ofrece a todas la madres una matrona que se desplaza al domicilio durante semanas, a diario los primeros días. Tengo que decir que mi Hebamme (matrona) fue mi salvación.

Me dieron el alta un sábado y recuerdo ese fin de semana como uno de los peores de mi vida. El pecho a reventar de leche lleno de grietas con sangre y mi hija sin parar de llorar. El simple hecho de caerme el agua de la ducha me hacía llorar del dolor. Lo mismo el roce de la ropa o del sujetador. Imaginaos en esas circunstancias, intentar dar de comer a un recién nacido desesperado de hambre.

Busqué por internet mil opciones y decidí sacarme la leche de forma manual para que el pecho no estuviera tan lleno y mi hija pudiera engancharse. La leche que extraía se la dábamos también con una jeringuilla pero parecía que no le servía ni como aperitivo. Os dejo este video que lo explica perfectamente

Llegó el lunes y yo solo deseaba que apareciera la matrona para que me dijera lo que estaba haciendo mal y corregir mi postura. Solo entrar por la puerta me puse a llorar como una niña pequeña. No podía parar de llorar. Estuvo mucho tiempo con nosotros, observando como lo hacíamos y su “diagnóstico” me derrumbó más si cabe.

Lo estáis haciendo bien, la postura es la correcta y la niña no tiene ningún problema fisiológico (frenillo) que le impida mamar. ¿Entonces qué estaba pasando? ¿No dice todo el mundo que dar el pecho es fácil y no duele? ¿Que es instintivo? ¿No nacen todos los niños sabiendo mamar?

Pues no señores. Me contó que a ella también le pasó lo mismo con su hijo y que estuvo a punto de abandonar pero me pidió 3 semanas de paciencia. Me “prometió” que en ese plazo se habría normalizado la situación y tengo que decir que fue exactamente como así sucedió.

Ese día mandó a mi marido a la farmacia a por pezoneras. Sé que muchas matronas no las recomiendan y aseguran que se cargan la lactancia pero en mi caso fue justo lo contrario. Me permitían mitigar el dolor inicial del primer enganche. La matrona me ayudó a mejorar mi postura para no contracturame la espalda y a ver el momento perfecto en que debía poner a la niña al pecho.

Los niños tienen hambre y se impacientan y hay un pequeño espacio temporal donde abren la boca lo suficiente para agarrar todo el pecho, no solo el pezón. Yo, como sabía que me iba a doler, instintivamente me echaba para atrás y así solo se agarraba al pezón haciéndome cada vez más grietas.

Estuve usando las pezoneras durante dos meses. Lo que hice a partir de las 3 semanas o un mes era colocármelas al principio y cuando mi hija llevaba un par de minutos comiendo, la retiraba un momento y me sacaba la pezonera para seguir ya directamente al pecho. Este método me ayudó muchísimo. En unas semanas conseguí retirarlas del todo y ya no tuve más grietas.

En unas semanas dar el pecho se convirtió en un momento precioso (a veces agotador) y sin dolor, del que disfrutamos muchísimo y que recuerdo con mucha ternura. Decidí dejarlo con mi hija a los 15 meses. Ya estaba embarazada de su hermano y quería hacer una pausa y fue más que sencillo. Con su hermano lo dejé un poco antes. Me mordía, pesaba mucho más que su hermana y yo ya estaba agotada así que no lo pensé mucho. Otro día os lo cuento…

La lactancia de mi hijo pequeño también costó al principio pero en una semana estaba más o menos superado y, en esta ocasión, volví a usar pezoneras unas semanas.

Os cuento algunas de las cosas que más me ayudaron:

Antes de dar el pecho darme una ducha y dejar correr agua caliente por encima del pecho (evitando la zona del pezón porque me dolía mucho los primeros días).

Dar masajes con la parte de las uñas de fuera hacia dentro, desde la axila hasta el pezón. Es increíble como notaba que empezaba a fluir la leche.

Los primeros días como el pecho estaba muy congestionado por la cantidad de leche, me extraía manualmente dándome masajes para vaciarlo un poco y así podía agarrase. Podéis ver videos en internet sobre como hacerlo.

Colocarme en una postura lo más cómoda posible, mejor en la cama con muchos cojines en la espalda y un cojín de lactancia a los lados para colocar al bebé y no hacer fuerza con los brazos.

Rozar la nariz de la niña con el pecho y en el momento exacto en que abre del todo la boca, “empujar” su cabecita hacia el pecho con cierta presión para que la mayor parte de aureola entrara en la boca. Muchas veces era yo la que me acercaba a su boca pero eso me ocasionaba más dolor. Es el bebé el que tiene que acercarse al pecho y para ello es fundamental contar con un cojín debajo de su cabeza para no cargar con todo el peso.

Tener siempre una botella o vaso de agua al lado de la cama. La lactancia da mucha sed y es importante estar hidratada.

Poner al bebé de manera frecuente al pecho. Yo nunca estuve pendiente del tiempo. Eso me permitía no tener los pechos demasiado llenos entre toma y toma y así no llegaban desesperados de hambre a la siguiente toma.

Empezaba la toma por el pecho derecho (por ejemplo) y los dejaba comer hasta que se soltaban. Eructaban y los colocaba en el izquierdo. La siguiente toma la empezaba por el izquierdo de nuevo y acababa con el derecho. De esta forma me aseguraba que me vaciaban bien los dos pechos y que no solo tomaban la parte más acuosa de la leche, sino también la más grasa. Solía cambiarme el anillo de casada de mano o me ponía una goma del pelo en la muñeca para recordar con que pecho habíamos terminado la toma.

Cuando era muy pequeños las tomas se hacían larguísimas y casi siempre se dormían. A pesar de que mi segunda Hebamme insistía en “despertar” a mi hijo con cosquillas o pequeños pellizcos nunca le hice caso. Los dejaba dormir y les daba más tarde.

Para las gritas, a pesar de que mucha gente diga que las cremas no ayudan, a mi sí me funcionó. Entre tomas me ponía esta crema de lanolina e intentaba no taparme mucho para que se secara la zona. No es mano de santo pero sí me ayudó.

Todo esto os lo cuento porque me cansa y me aburre el mensaje ideal sobre la lactancia. Yo estoy a favor de dar el pecho y estoy convencida que es el mejor alimento que les podemos dar a nuestros hijos pero también entiendo que no todo el mundo esté dispuesto a pasar por esto.

Habrá mujeres a las que mi historia les suene a chino y jamás hayan experimentado dolor. No sabéis lo mucho que me alegro por vosotras, de todo corazón. Pero si no es tu caso, si te has visto reflejada con mi experiencia solo quiero que sepas que también es normal.

Para mi fue fundamental contar con la ayuda de una profesional que se tomó todo el tiempo que necesitamos mi hija y yo. Que me animó en los momentos de querer salir corriendo a por leche de fórmula (ojito que en Alemania no se vende en las farmacias) y que fue mi paño de lágrimas. Mi marido por supuesto fue un pilar fundamental en esos momentos.

Sea cual se tu opción, no estás sola. Son muchas la madres que han hecho la misma elección que tu y si te decides por el biberón, tendrás también un bebé sano y feliz. Si tu opción es el pecho te mando todo mi apoyo y espero que mi experiencia te pueda servir. Antes de tirar la toalla…¡busca ayuda!

¿Alguna ha pasado por una experiencia parecida? ¿Teníais claro desde el embarazo qué opción ibais a elegir? ¿Os habéis sentido apoyadas por vuestro entorno?

Fuente: este post proviene de Cinco Platos, donde puedes consultar el contenido original.
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Etiquetas: maternidadlactancia

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