Estudiantes de magisterio que esperaban que ser maestro sería fácil

Sí, magisterio. Esa carrera a la que todos quieren acceder porque dicen que es la más sencilla de aprobar y con la que más posibilidades tiene uno de conseguir un puesto fijo (já, ¿puesto estable?) y un sueldo más o menos aceptable (nótese eso de más o menos). Cada día, y no es una exageración, tengo que leer por Internet, a estudiantes que dicen: “no me ha dado la nota para enfermería, así que supongo que me iré a algún tipo de magisterio, es lo más fácil”.

Estudiantes de magisterio que se equivocaron de estudios

Y así la bola se va haciendo más y más grande. Y luego nos encontrarmos en las aulas (y después en los centros), a personas que no disfrutan de lo que están aprendiendo, y a “profesionales” que no les gusta su trabajo ni estar con niños y adolescentes. Pero claro, era lo más rápido y lo menos complicado. Touché.

De esta manera, esos alumnos que en su día eligieron estudiar magisterio y dedicarse años después a la docencia, están amargados, tristes, desmotivados y sufren de estrés (ojo, no digo que los buenos maestros no lo sufran). No tienen ganas de entrar en las aulas, y tampoco muestran lo mejor de sí mismos a los estudiantes para que se de un adecuado proceso de enseñanza-aprendizaje.

Esos estudiantes que se equivocaron suelen ser los maestros que no tienen vocación en las aulas

Son esos profesores que se dedican a seguir continuamente los libros de texto, los que no se levantan de su silla, los que dictan el temario a los alumnos en vez de emplear nuevas metodologías y recursos. Lo peor de todo, es que han sido capaces de dedicar mínimo seis años de su vida (entre el grado y las oposiciones, en el caso de haberlas hecho), a una cosa que realmente no les gusta, que no les apasiona, que no disfrutan con ello. Hoy por hoy, mi cabeza todavía no lo entiende.

Desgraciadamente, (cómo en otras muchas profesiones),  no todos los maestros y profesores están en los centros porque se lo merezcan. Os cuento esta situación: un colegio está buscando un nuevo docente para impartir “x” asignatura en secundaria. Entonces se produce este diálogo: “oye, mi sobrino acaba de aprobar las oposiciones y todavía no tiene trabajo, es el candidato ideal, te lo aseguro.”

Estudiantes de magisterio que se creían que era fácil y que cualquier podía ser maestro

Y como por arte de magia el sobrino de Pepita de los Palotes es el nuevo maestro de… Hay miles de candidatos ideales que están deseando trabajar en los centros e institutos y que no tienen la suerte de ser hijo de, o sobrino de, o nieto de. Y únicamente por no serlo, quizás no puedan optar por un puesto de trabajo que ellos sí se merecen. ¿Es justo? Por supuesto que no, pero así es España, por mucho que me duela decirlo.

Magisterio, es una profesión de vocación. A veces,  a los que piensan eso de “es la más fácil”, se les olvida que están trabajando con niños y sus familias. Que ser maestro, no significa sentarse en una silla y dictar la lección. Va mucho más allá. Ser docente requiere empatía, sensibilidad, comprensión, inteligencia emocional, creatividad y millones de cosas más. Magisterio, no debería ser la carrera que eligen los alumnos por despecho, porque algo tienen que estudiar, o por tener un título en el curriculum.

La responsabilidad de ser un maestro de corazón

Seguramente, no tengan del todo claro la responsabilidad de todas las personas que se dedican a la docencia. Los maestros infantiles, son los encargados de asegurar el bienestar de los más pequeños en los centros, de estimularles, de provocar actividades para el descubrimiento, para la experimentación y para el uso de la imaginación. Los maestros de primaria, siempre dejan una huella en cada estudiante, son los que enseñan nuevos conocimientos a los alumnos para abrirles un mundo de posibilidades ante ellos. Pero claro, era lo más fácil. Touché.

Y así es cómo se infravalora una carrera que es preciosa, práctica y muy sensible. Lo que es cierto, es que hoy en día muy pocas personas tienen asegurado su futuro. Pocas personas pueden decir que tienen la vida hecha. Hay que estudiar algo que apasione y emocione. Desgraciadamente, por la época que estamos pasando, casi ninguna carrera puede prometer conseguir un trabajo de que se termine.

Estudiar lo que apasione y no lo que sea más fácil.

Por lo tanto, se debería elegir un grado que enamore, que haga feliz, y que emocione. Sea Psicología, Historia del Arte o Antropología. Magisterio, no es la última opción de nadie. O al menos, no tendría que ser así. No hay que olvidar que en muchas ocasiones, los niños y también las familias dependen y esperan la ayuda de buenos maestros. Esperan que se impliquen. ¿Os imagináis lo duro que tiene que ser hacer eso sin que salga del corazón?

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