¿Qué sucede cuando negamos nuestros sentimientos?

La evolución nos ha “obsequiado” a los seres humanos con una herramienta valiosísima para expresar nuestras reacciones ante un entorno cada vez más desafiante: las emociones.

Nuestro cuerpo y nuestra mente trabajan conjuntamente de manera muy sabia para ayudarnos a reaccionar ante lo que ocurre a nuestro alrededor, y gestionar esas reacciones correctamente.

Sin embargo, a lo largo de la historia la importancia de las emociones se ha desvanecido.

Peor, aún: hemos aprendido a negar y a reprimir nuestros sentimientos por toda una serie de motivos que explico a continuación.

Las consecuencias, como te imaginarás, no siempre han sido positivas.

¡Pero aún estamos a tiempo de “recuperar” ese gran obsequio de la Madre Naturaleza!
Sigue leyendo para descubrir cómo.

 

¿Por qué reprimimos nuestros sentimientos?

Por diversos motivos.

Normalmente, las personas adultas acabamos por negar sentimientos y emociones porque de pequeños se nos ha “castigado” por expresarlos. Ciertos comportamientos y creencias prestablecidas en nuestras sociedades nos obligan a negar sentimientos que de otra manera hubiésemos expresado libremente. Expresiones como “los hombres no lloran” o “la tristeza es señal de debilidad”, se nos inculcan desde pequeños y se convierten en actitudes recurrentes que pasan de generación en generación.

El filósofo y fisioterapeuta venezolano Maickel Malamed explica que, “parte de la gestión emocional tiene que ver con moldes… el hombre piensa, la mujer siente, los hombres no lloran, la tristeza es mala, el miedo es de cobardes… se pierde la emoción en una cuestión moral y la moralidad está en la acción, no en el sentimiento”.

Otro motivo por el que solemos reprimir sentimientos es porque las circunstancias a nuestro alrededor nos hacen concluir que a nadie le importa lo que podamos estar sintiendo. Entonces, ¿para qué expresarlos?

Con el tiempo, este tipo de respuestas nos condiciona a pensar que reprimir nuestros sentimientos y emociones duele menos que expresarlos y sufrir una reacción negativa. Lo que ocurre es que, cada vez reprimimos nuestras emociones básicas, estamos creando malos recuerdos y desarrollando sentimientos de rechazo y desprecio hacia los demás.

En otros casos, la represión de nuestros sentimientos se convierte en un mecanismo de defensa mediante el cual evitamos que se conozca nuestra parte más vulnerable y se nos considere como una persona débil.

 

¿Qué consecuencias puede tener negar nuestros sentimientos?

Como bien te imaginarás, las consecuencias de reprimir los sentimientos son muchas y pueden emerger tanto a nivel psíquico como a nivel físico.

Como si de una bomba de tiempo se tratase, la persona que niega sus emociones va acumulando la ira y la angustia que le provocan el constante silenciamiento de algo tan vital como su manera de pensar y sentir.

Pero un día, alguien o algo desencadena la explosión final.

Y, normalmente, las consecuencias son devastadoras.

Hay personas que se cierran aún más en sí mismos, hundiéndose en trastornos depresivos muy graves.

Otros, traducen su frustración en agresividad hacia sus interlocutores, causando una verdadera brecha en la comunicación.

Y en otros casos, incluso, y tal y como describe el Dr. Salvador Porras, la persona “transforma o convierte problemas emotivos en síntomas somáticos”, hasta el punto de que la represión de las emociones se traduce en dolores de cabeza, de espalda, de garganta, etc…

No solo eso.

La represión continua de ciertas emociones puede dañar tus órganos a largo plazo.

Dado que cada una de las emociones que sentimos están vinculadas a un órgano distinto de nuestro cuerpo, su represión prolongada repercute en la salud de ese órgano determinado.

Así pues, embotellar un estado de ánimo triste, repercutirá negativamente en nuestros pulmones.

Estar constantemente enojados, puede acabar provocando problemas de hígado.

Y sentirse atemorizado, tendrá un impacto negativo en los riñones y la vejiga.

¿Cómo puedo dejar de reprimir mis sentimientos y emociones?

Una de las estrategias generalmente recomendadas para dejar de reprimir las emociones es “controlarlas”. Sin embargo, como nos explica el médico psicoterapeuta argentino Norberto Levy: “Así sólo se intensifican.”

Independientemente del grado de control que apliquemos a negar o reprimir nuestras “emociones indeseadas”, estas se mantendrán presentes en nuestras vidas traduciéndose en patologías distintas como el insomnio, la rigidez corporal, e incluso las adicciones.

Entonces, ¿cómo dejamos de reprimir nuestros sentimientos y emociones si no es controlándolos?

“El camino es ayudarlas a madurar” afirma Levy.

Ayudarlas a fluir.

El manejo de los sentimientos requiere entenderlos como una expresión de nuestro organismo, adquirir conciencia plena de ellos y facilitarles el flujo en lugar de bloquearlo.

Pero, Júlia, ¿me estás diciendo que si me siento enfadad@ con mis hijos puedo dejar que mi enfado fluya descontroladamente sin ningún tipo de bloqueo?

No, te estoy diciendo que lo observes, lo entiendas como la expresión de una necesidad tuya, que la etiquetes incluso, y que lo gestiones hasta que llegue al punto de maduración de Levy.

Si este proceso es un reto para ti, puedes apoyarte en algunas prácticas como la meditación, la relajación, el yoga, el tai chi, las esencias florales y la homeopatía.

No cabe decir que aprender a gestionar tus emociones no se consigue del día a la noche, especialmente cuando llevamos tanto tiempo intentando reprimirlas.

¡Date tiempo!

¡Respétate!

¡Sé sincera contigo misma!

Y, sobre todo, ¡no te juzgues!

Con el tiempo te sentirás más tranquila, positiva e incluso mucho más sana.

Los adultos también negamos los sentimientos de los niños y adolescentes . Ayúdalos a expresarse.



Como has podido comprobar, reprimir las emociones no lleva a nada sano.

Los esquemas y comportamientos sociales que nos han llevado a muchos de nosotros a reprimir nuestros sentimientos no son inamovibles.

Estamos aún a tiempo de replantearnos la manera cómo gestionamos nuestros sentimientos. Y, sobre todo, la manera cómo gestionamos la expresión de las emociones en la infancia.

Estamos aún a tiempo, y tenemos la obligación de crear otras avenidas para permitir que nuestros niños y adolescentes expresen sus emociones con libertad.

Debemos permitir que aprendan a expresar y a gestionar sus emociones desde la infancia para poder desarrollar una inteligencia emocional que actúe como compás a lo largo de su vida.

Debemos demostrarles cómo actuar con empatía y cómo escuchar.

¿Cómo?

Tal vez la historia que comparto en este artículo, te ayude a gestionar los sentimientos en tu familia de manera efectiva y sana.

Y si quieres profundizar en el tema y aprender a comunicarte con tus hijos de manera respetuosa, te invito a que te unas a mí:

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¡Hasta pronto!

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