¿Y si las niñas quieren ser princesas y los niños no quieren ser superhéroes?


Está mal visto que las niñas quieran ser princesas. Quien dice princesa dice reina, hada, cualquier personaje cursi de cuento, de dibujos animados, cualquier personaje típico y tópico de niñas.


Llega el carnaval, o cualquier fiesta o evento en la que toque disfrazarse, le pregunto a mi hija de quiere ir disfrazada y me responde sin dudas: de princesa. Incluso especifica, de Elsa, de Rapunzel. Y con todos los perejiles, peluca, corona, joyas, maquillaje y zapatos, no hay más que ver su cara de orgullo y felicidad cuando se mira al espejo.

Pero disfrazarse de princesa está mal visto. Parece que la niña que se disfraza de princesa no tiene personalidad, no elige, se le impone por el simple hecho de ser niña, y las niñas tienen que ser princesas e ir de rosa. Sin embargo, normalmente ves a las niñas que van disfrazadas de princesa y están felices de ir así.

Pues aunque parezca increíble, hay niñas que eligen por ellas mismas disfrazarse de princesa. Y eso no significa que quieran un mundo color de rosa, de purpurina y algodón. Tampoco significa que sean más tontas, menos inteligentes o no piensen por sí mismas. Es simplemente que les gusta, como les puede gustar muchas otras cosas, y no es ni mejor ni peor mientras no sea algo impuesto por el hecho de ser niña.

¿Qué hacemos si les gusta vestirse de princesa? ¿Prohibírselo? ¿Hay algo malo en ello?

Carnaval del cole. Le pregunto a mi niña de qué quiere disfrazarse. "De Elsa". Le digo que ya se ha disfrazado de Elsa el año pasado y que podemos pensar otro disfraz chulo. Le propongo varias alternativas y a ella se le ocurre ir de Peppa Pig. Me gusta la idea pero no quiero gastar dinero en disfraces y no me veo con ánimos de hacérselo en casa.

Le propongo aprovechar lo que ya tenemos y que se disfrace de hada. No le hace gracia pero cuando en casa saco las alas de mariposa, la varita y la corona regalo de su cuarto cumpleaños, un tutú que tiene tantos años como ella, y le apaño el look con una camiseta, medias y bailarinas, le encanta el resultado. Va al cole disfrazado de hada y lo peta entre tanta princesa, tanto que le dicen que su disfraz cuasi "made in feito na casa" es el mejor.

Se disfrazó de hada, hada rosa porque a mi niña le chifla el color rosa. Y no se lo hemos impuesto, que lo primero que tuvimos fue un hijo y el rosa entró en nuestras vidas cuando mi niña guerrera lo reclamó. Feliz que se fue a la fiesta del cole. Y el sábado que fuimos al desfile de carnaval, no dio más opciones, sí o sí iba de Elsa. Porque aunque le de otras opciones, la cabra tira al monte y le gusta el mundo princesa.

Mi mayor también tuvo fiesta de disfraces en el cole. No quiso ir de Jedi -no hubiera sido original, el 90% de los niños iban de Jedi, un 5% de Darth Vader y otro 5% de personajes menos actuales jajaja-, ni de Gormiti -en mi intento de aprovechar un disfraz heredado-, no se quiere disfrazar de superhéroe porque no le molan, ni de ningún personaje que implique llevar armas "porque no me gusta la violencia, mamá". Quería disfrazarse de faraón egipcio, pero yo intentaba evitar comprar un disfraz teniendo varios en casa, luego pensó que mejor de león, como así lo hizo durante varios carnavales, pero es imposible que ese disfraz de guardería le siga sirviendo, ¡lo que ha dado de sí!.

Al final, rebuscando, encontré uno de Robin Hood que acepta porque este personaje usaba arco y flechas para proteger a los débiles, y mi niño en su corazoncito también es un poco Robin Hood. A última hora recordé que guardábamos un disfraz de Peter Pan heredado, lo busqué y al encontrarlo caí en la cuenta de que era reversible y por la otra cara era de Capitán Garfio. Eureka, mi niño de 7 años es #muyfan de Jake y los Piratas de Nunca Jámás.

Pues ahí que se fue al cole disfrazado con su garfio en la mano, feliz. El año pasado fue feliz disfradazo de bombero. Y el anterior de indio con un disfraz hecho con bolsas de basura en el cole. Y un año me pidió ir disfrazado de ¡señal de stop!, le hice un apaño casero y joder, qué contento iba.

Cuando yo era pequeña me encantaba vestirme de princesa. Rara vez me dejaban elegir disfraz, bien porque el que me gustaba se salía del presupuesto -recuerdo un disfraz divino de Dama de las Camelias que por entonces valía cerca de 8000 pesetas y que, ovbiamente me quedé con las ganas de que me lo compraran-, bien porque me disfrazaban a conjunto con alguien, o bien porque directamente heredaba los disfraces y me ponía el que había. Recuerdo disfraces traumáticos, como el de payaso que lo odié a muerte -juro que jamás disfrazaré a uno de mis hijos de payaso- y más odié el daño que me hacían los zapatones de plástico que me pusieron.

Pero recuerdo sobre todo una vez que me obligaron a disfrazarme en pareja con una vecina, no se a quién narices se le ocurrió la temática, de pareja flamenca nada y menos. Vivía en Galicia, por dar un dato, porque en Andalucía es casi una ofensa disfrazar a una niña de flamenca, obvio.
Mi vecina, además de ser fea, pero fea -perdonadme la sinceridad pero es que era fea de cojones- me sacaba dos cabezas de lo grande que era. Pues ella era la flamenca con su traje de faralaes y yo era el flamenco con el traje corto y el sombrero cordobés, vamos, como el Pulga y el Linterna del Dúo Sacapuntas, lo mismito. Sí, hubo algún hijolagranputa gracioso que hizo la comparación.
Un trauma de por vida, mira que me decían que iba guapa, y yo llorando por tener que ir así, que no quería ni salir a la calle. Suerte que el baile de carnavales al que nos llevaron acabó antes de tiempo porque hubo un pequeño conato de incendio y desalojaron el local, el karma existe.

Puñeteros esteretipos, con lo que yo hubiera disfrutado disfrazada de cualquier princesucha normal y corriente, aunque fuera Cenicienta después de que las cabronas de sus hermanastras le destrozaran el vestido. Sin embargo recuerdo cuando me disfrazaron de María Antonieta -cuando aún conservaba la cabeza, claro-, y que guapísima y maravillosa de la vida me vi con mis 5 o 6 años que tendría. Cada vez que veo la foto pienso "ains, cuánto me gustaba este disfraz", que el cuello del vestido picaba como un tojo, pero yo iba encantada y feliz.

Sí, se que hay padres que fomentan los estestereotipos de niña princesa y niño superhéroe, y me lo encuentro cuando por ejemplo en los cumpleaños se regalan lápices de Hello Kitty a las niñas y de Spiderman a los niños, micromachismos en pequeños detalles tan sutiles. Padres que les dicen a los niños que no se juega con muñecas o a las niñas que mejor que fútbol, ballet. Padres que se burlan de sus hijos porque lloran como niñas o le dicen a sus hijas que son marimachos. Los hay, quiero pensar que cada vez menos, pero los hay. Y ojalá no fuera así.

Pero también hay padres, muchos padres, que intentamos educar a nuestros hijos en igualdad, en la libertad de elegir, en el derecho a mostrarse como quieran y no según los estereotipos de género, en el respeto hacia los demás y a sí mismos.

Padres que precisamente queremos derribar esos estereotipos y que los niños sean simplemente niños, y que tan normal sea que un niño juegue a las muñecas como una niña a los ninja. Padres que dejamos que nuestros hijos elijan lo que quieren ser, aunque lo que elijan sea precisamente lo típico por su género.

Que una niña se vista de princesa no quiere decir que sea así porque se fomente la relación niña-rosa-princesa. De hecho, en mi hija es relativamente reciente ya que hasta que entró en el cole era bastante neutra tirando a gustos de niño, por el simple motivo de que se ha criado con un hermano mayor niño. Ha jugado con sus juguetes y a sus juegos, en los cumpleaños y navidades mientras ella no elegía los juguetes eran genéricos y neutrales y solo cuando ha empezado a tener contacto con otras niñas ha descubierto el mundo rosa, el mundo de muñecas y princesas.

Aún así, a pesar de ser una niña en toda la extensión del género, disfrutarn siendo princesa y jugando con sus My Little Pony, no le hace ningún asco a los juegos y juguetes de niño y se las pasa feliz de la vida jugando con sus Pin y Pon en el portaaviones de su hermano -con el que por cierto él no juega porque no le gustan ese tipo de juguetes-, juega al fútbol con sus compañeros del cole, y lo que le echen. Porque en el fondo, lo que le gusta es simplemente jugar, a lo que sea.
Yo no obligo a mi niña a que se vista de princesa. Ella lo hace porque quiere, e igual de cruel e injusto sería obligarla a vestirse así si no quiere, que prohibírselo si lo desea.

Ella elige y me parece bien que vaya de princesa, de bombera o de caracol, mientras sea feliz y lo disfrute. Me gusta que se vista de princesa si es lo que le gusta y ella lo elige libremente. Me gusta que mi niño no se disfrace de superhéroe como la gran mayoría de niños de su edad, no por ir a contracorriente, sino por ser fiel a sus gustos y a su manera de pensar y que no le importe lo que digan los demás. Me gusta que ambos decidan lo que quieren ser.

Los prejuicios, como siempre, están en los ojos adultos y, sin querer o queriendo, se los transmitimos. Es un gran ejercicio de educacion y auto-educación aparcar esos prejuicios y estereotipos, desinhibirnos y simplemente dejar que los niños vivan su infancia jugando y siendo lo que les apetezca.

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