Bebés de alta demanda y rabietas prematuras

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Tengo la sensación, sin ser ningún experto en el tema, sólo un padre con quince meses de experiencia con una BAD* de manual a cuestas, que en las rabietas confluyen muchas de las características que por regla general se asocian a un bebé de alta demanda. La intensidad, las ganas de descubrir por encima de sus posibilidades y la frustración que ello les conlleva, el tremendo nivel de exigencia cuando quieren algo, la insatisfacción permanente por querer llegar siempre más lejos, la impredecibilidad que les caracteriza… Todo ello, bien mezclado y removido como si de un cóctel en manos de un barman se tratase, confluye y acaba convertido en una rabieta de aquí te espero. De átate los machos. De ponte el cinturón que vienen curvas.

Antes de ser padre, incluso después de serlo, cuando Maramoto apenas era una recién nacida, escuchaba a otros padres y madres hablar de los terribles dos años. Supuestamente, entre otras muchas cosas, son terribles porque a esa edad comienzan las temidas rabietas. Esa explosión de rabia característica de los peques, todavía incapaces de mostrar y gestionar sus emociones de otra forma. A pesar del fuerte carácter que Mara mostró desde sus primeros meses de vida, pensaba que aún me quedaba para eso, pero aún así he leído bastante, especialmente aquellos artículos que te dan pautas para “controlar” las rabietas abordándolas en todo momento desde un punto de vista respetuoso con el bebé. El problema es que ahora, llegados a este punto, no sé en qué se pueden convertir los terribles dos años si nuestra pequeña saltamontes empezó con las rabietas con apenas 10 meses. Si, a los diez meses. Precisamente en mitad de nuestras movidas vacaciones de verano.

Desde entonces las rabietas han ido in crescendo, tanto en frecuencia como en intensidad. Todos los días tenemos alguna, cuando no un par o tres. Y todas ellas son fruto de la mezcla explosiva antes mencionada de características de los bebés de alta demanda, por lo que quiero suponer que Mara no es una excepción y que la precocidad en este sentido va asociada en gran medida al hecho de ser una BAD de armas tomar. A este respecto, desde hace mucho tiempo, concretamente desde que empezaron las rabietas, la mamá jefa y un servidor tenemos la sensación de que Maramoto tiene inquietudes y quiere hacer cosas que están por encima de las posibilidades que su desarrollo hasta la fecha le permiten. Así, por ejemplo, cuando todavía no sabía andar, este verano sin ir más lejos, nuestra pequeña saltamontes pillaba rabietas porque quería hacer cosas para las que necesitaba dominar el arte de caminar. Desde entonces, una vez que aprendió a dar pasos (incluso a correr como ahora) y empezó a desplazarse como buena bípeda, sus rabietas se reproducen cada dos por tres porque quiere llegar a objetos a las que su altura aún no le permite acceder, hacer cosas para las que aún no está preparada físicamente.

No es difícil verla colgada de las estanterías, con los pies sin tocar el suelo, o jugarse la cabeza intentando escalar para coger un vaso de cristal, un libro de sus papás o una vela. Ella tiene unos objetivos y si no los logra, rabieta asegurada. Le pasa si no le dejamos abrir el congelador, si no dejamos que toque los botones mientras la lavadora está en marcha, si alguna vez, después de haberlos recogido ya mil veces, no le dejamos sacar todos los cubiertos. Un no equivale a frustración, a insatisfacción, a intensidad desbordada, a rabieta. Y entonces no nos queda otra que abrazarla, que ofrecerle nuestra comprensión, que intentar calmarla…aunque muchas veces ya no nos queden fuerzas para comprender. Aunque algunas veces estemos tan agotados, tan superados, que quienes más calma y más apoyo necesitamos en esos momentos seamos nosotros mismos.

La cosa empeora cuando salimos de casa. Desde que comenzó a andar (sí, en ese momento se desataron las siete plagas en nuestras vidas) verla en la mochila es una excepción. Ella quiere ir andando. Y nosotros la respetamos. Hasta nos gusta esa independencia suya, esas ganas de hacer las cosas por sí misma. Todo se complica cuando salimos, especialmente al súper o al centro comercial. Entonces Maramoto no se conforma con ir andando, sino que además quiere ir tirando al suelo todas las camisetas, pantalones, zapatillas y demás genero de armario. Eso en las tiendas de ropa. En los supermercados, cuando la ven aparecer, los tetrabriks de leche se ponen a temblar. E igual de asustados se ve a los cables y utensilios varios en las tiendas de electrodomésticos. Ahí va ella, sembrando el terror por cada pasillo, intentando tirar al suelo todo lo que se encuentra a su paso.

Yo la dejo hacer, voy intentando evitar que tire cosas, recojo aquellas a las que ella ha llegado más rápido que su papá… pero llega un momento en el que ya no puedo más y decido cogerla en brazos. Entonces se pone a chillar y a llorar como si le fuese la vida en ello y todo el mundo se gira de repente hacia mi, un pobre padre que sólo ha cogido a su hija en brazos, como si la estuviese matando. Por momentos se vuelve inconsolable. Esa es una versión de sus rabietas. En la otra, por suerte, estaban mis padres delante, para que luego no digan aquello de que somos unos exagerados. Pasó en octubre, cuando Mara acaba de cumplir un año. Estábamos en un centro comercial, Mara quería entrar a una tienda para saciar sus ansias de destrozar el orden de las cosas y mi padre, viéndonos agobiados, decidió sacarla fuera. A qué mala hora. La peque se tiro al suelo y se puso a berrear y patalear. En mitad del centro comercial. La misma escena que he visto muchas veces con niños más mayores, pero jamás con una terremoto de un año de vida. Creo que esa ha sido la rabieta más grande, pero las que sufrimos a diario tampoco se quedan atrás. Parece ser que hemos tenido una niña prematura…en lo que a rabietas se refiere.

¿No os parece demasiado pronto para estas rabietas? ¿Qué nos espera cuando lleguen los terribles dos años? ¿Llegaremos vivos a entonces? Esta última pregunta es retórica. La lanzo al aire. Para mí mismo

*Hay personas a la que no le gusta el término Bebé de alta demanda porque consideran que es una forma de etiquetar a los niños. A mi me parece que etiquetarlos es decirles que son “torpes”, “llorones”, “insoportables”. A mí nunca se me ha pasado por la cabeza decirle a Mara que es una bebé de alta demanda. Ese término me sirve únicamente para entender mejor a mi hija, para comprender lo que al principio se me escapaba, para saber mejor cómo afrontar nuestro día a día. Nada más. No lo entiendo como algo despectivo, más bien todo lo contrario. Necesitaba hacer esta explicación.

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