Las respuestas a todas estas preguntas hay que pensarlas bien antes de embarcarse en un viaje con los peques, porque serán determinantes para que toda la familia lo pase genial.
Una opción consiste en el turismo rural. Naturaleza en estado puro, montañas, parajes inhóspitos o más explorados, todo con un encanto y un aire puro muy agradecido por unos días, alejados del ritmo frenético urbano.
Otra elección sería la playa, probablemente la más empleada de todas. Sol, mar, arena... Hay gran cantidad de hoteles con espacios recreativos para niños, además de las típicas veladas para los adultos. Normalmente, todo establecimiento buscará satisfacer las necesidades de toda la familia.
También podéis buscar lugares en los que se encuentren playa y montaña cercanos, para una mayor pluralidad de actividades y excursiones.
Y, cómo no, ¡también tenemos la nieve! A los peques, que pocas veces se hacen daño, les encantaría experimentar unos días más fresquitos aprendiendo a esquiar, a pesar de las caídas, contemplando el paisaje blanco, brillante e impoluto. ¡Se divertirían muchísimo!
¿Qué os parecen estos planes? ¿Qué más se os ocurre?
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