En casa de los abuelos, los Reyes Magos le dejaron al peque un coche, un precioso, bilingüe y educativo coche de juguete con el que el peque alucinó en colores y mas allá. A pesar de ser algo grande y pesado para sus pequeñas manitas el peque se las sabe ingeniar para hacer rodar el coche por cualquier superficie horizontal o vertical e independientemente de si es lisa o no, pero esto no terminaría aquí, y nos dejaría una historia mas allá de lo que trata un simple juguete.
Desde que nació el peque, papi ha empezado una cruzada personal a favor del respeto de un hijo a un padre. Estoy totalmente de acuerdo salvo que a veces no le es fácil, en mi opinión, delimitar la línea divisoria entre el respeto y la seriedad o el enfado, pero claro, no hemos nacido con un libro de instrucciones bajo el brazo y al fin y al cabo lo que para mi se hace de una forma, para él se hace de otra o simplemente no sabemos y vamos aprendiendo por el camino. La cuestión es andar el camino juntos y en equilibrio y así las cosas nos han ido saliendo.
Tan enfrascado ha estado papi en su cruzada que no contó en ningún momento con la inocencia y nobleza de su hijo. Como muchos ya saben, somos los padres del "futbolista de arriba" y claro, haciendo honor al apodo, el peque estaba hace unos días jugando con su tan preciado y flamante coche, cuando papi, lo llamó para bañarse. Generalmente el peque deja lo que esté haciendo por ir corriendo a darse un baño, le encanta y él, en su bañera, es el rey. Pero ese día su coche era prioritario sobre cualquier otra cosa y como muestra de desacuerdo tiró su coche al suelo haciendo, por supuesto, un gran estruendo. Después de un par de estruendos mas le dije que si lo volvía a tirar ya no se lo devolvíamos, y claro, efectivamente, lo tiró.
Papá recogió el coche y le dijo que tal y como mamá le había avisado ya no se le volvería a entregar, con lo que el peque empezó a llorar con total desconsuelo. Perseguía a papá por la casa para que le devolviera su coche llorando con auténtica angustia y pesar. Entonces papá le entregó de nuevo el coche al peque explicándole por qué no debía tirarlo al suelo y que después del baño, si quería, podía seguir jugando con él. Hasta este punto, papá creía tener el control de la situación, tan serio, tan rotundo, tan seguro. Pero entonces, el peque levanta sus manitas chiquititas, coge el coche que casi no le cabe en ellas y con ojos de profundo agradecimiento le dice: "asias".
Papi aún no ha superado ese momento, quedó totalmente desarmado, su seriedad, su cruzada se desmoronaron y terminó de rodillas dándole mil besos y abrazos al pequeñín, quien por supuesto sólo pensaba en seguir jugando con su precioso, bilingüe y educativo coche, inconsciente de todo lo demás.
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