El caso es que allí aparecimos. Mi marido, mi pequeño Javier y yo. El jueves siguiente a que pidiera la cita. Debe ser que con esto de que la gente no tiene dinero, los psicólogos tienen muchos ratos libres, qué se yo.
A Javi, que tiene apenas siete años, no le dimos demasiadas explicaciones sobre qué estábamos haciendo allí. Sólo le dije ‘mamá y papá te van a llevar a ver a una chica que es muy simpática y a la que simplemente le tienes que contar cómo eres en casa y qué haces en tus ratos libres.
A los niños hay que darles todo masticado, o eso pienso yo, para que no se preocupen más de la cuenta. Creo que sus pequeñas cabecitas no pueden sencillamente retener mucha de la información que ya de por sí nos cuesta a los adultos
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