Me impresionó tanto como si me hubiera encontrado a un oso panda. El hombre enjuto con el traje que le venía estrecho, luciendo pelo blanco y tristeza en la mirada, portaba un maletín negro por capote y con sus manoletinas del número 45, iba recorriendo el hormiguero de pequeñas empresas que se expanden por el polígono, supongo que en busca de su moroso de turno o de su toro embravecido, eso según se vea.
Me topé con un torero perdido
Y es que la crisis ha dejado en las cunetas a muchos como al torero de esta historia y a puesto del revés muchas vidas. Y mientras unos aún pueden “reinventarse”, a otros los reinventan, los disfrazan y los dejan deambulando por la calle.
Me produjo tristeza ver a aquel anciano teniendo que trabajar con un uniforme que le ridiculizaba, para poder seguir comiendo y pagar sus facturas…
Todavía me acordaba del torero cuando al cruzar otra calle del mismo laberinto, le vi al fondo aún perdido.
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