Por otro lado, es sabido que este tipo de celebraciones son disfrutadas por todos los integrantes de la familia sin distinciones de edad y que la convivencia en ellas contribuye a fortalecer los lazos fraternos.
Si bien es verdad que en todos los países latinoamericanos en que se tiene esta costumbre existen elementos comunes como decoraciones inspiradas en la película o serie de dibujos animados favorita del cumpleañero, la piñata, el pastel, las bolsas de dulces y las mañanitas, en México, cada estado de la república hace gala de su música, cocina y juegos tradicionales y, de esa manera, da a los más pequeños la bienvenida a una parte importante de su cultura.
En el estado de Chihuahua, por ejemplo, las familias se reúnen al aire libre en días calurosos para preparar carne asada, decoran con globos el patio y colocan un brinca-brinca para que los chicos se diviertan mientras los mayores cocinan y las canciones infantiles se alternan con la música norteña. En invierno, las fiestas se celebran en salones dedicados especialmente a este propósito y como variación en la comida frecuentemente se sirven platillos de la cocina norteamericana como hamburguesas, ‘hot dogs’ y nachos.
Al centro del país, las fiestas infantiles en la Ciudad de México son una buena ocasión para reunirse en casas o jardines, escuchar por turnos cumbias y canciones para niños y compartir unos tacos de canasta o tacos de guisado. Así mismo, las fiestas infantiles en Querétaro se caracterizan por servir los platillos típicos de la región como el pollo frito acompañado de papas sazonadas, las gorditas de migajas o los tamales de azúcar; mientras que en el sur del país, estados como Chiapas deleitan a los comensales con variaciones del tradicional mole o los infaltables tamales de las mesas sureñas. Naturalmente, estas tradiciones se mezclan con las de los países vecinos en las fronteras y con las prácticas de la geografía única que es el mundo globalizado.