Honrando y recordando a mi madre

El viernes pasado Jovita, mi madre, nos dejó.

Fue una muerte muy rápida en casa, así que todavía y después de días de viajes, familia, decisiones y demás estamos bastante en shock.

Mi madre siempre fue un alma rebelde, diferente y luchadora. Desde pequeña, en su precioso pueblo de la Sierra de Gredos, le decían que era un alma indómita y siempre le planto cara a todo el que cometía injusticias.

Foto de la preciosa Jovita alvarez


Se casó vistiendo un vestido precioso de color verde y un ramo de margaritas.

Durante años llevó su propio negocio, una peluquería, y aún así nos crió a mi hermana y a mi. Mi padre era de los que pensaba que la crianza y la casa no era cosa suya y ella sufrió esa generación en la que las mujeres comenzaron a trabajar fuera y además todavía llevaban todo el peso de la casa (soy consciente de que esto sigue pasando pero antes era mucho más normal).

Una vez mi padre murió, entró en un grupo de meditación que le cambiaría la vida. Se hizo vegana y meditaba todos los días. Encontró su espiritualidad y su manera de ser compasiva con el mundo.

Siempre a contra corriente y muy avanzada a su tiempo era una mujer muy positiva (a veces incluso demasiado, si esto puede ser).

Lo que más feliz le hacía era ayudar a los demás y siempre estaba ahí para todos.

Ella era muy espiritual, mi hermana bromeaba diciendo que ya tenía muchas vidas y que debía estar muy cerca de la elevación final.

Carta abierta para ti mamá

Te has ido en paz, querida, cuidada y amada por muchos y no dudo ni un instante que tu alma llegará a la luz.

Descansarás en lo alto de un monte, para tener buena vista de tu pueblo y de los altos de Gredos.

Tu cuerpo crecerá en malvas y volverá a ser parte de la Madre Tierra.

Me quedo con tantos recuerdos: leyéndome cuentos de pequeña, tus besos sonoros y tus masajes en los pies antes de mis exámenes, tu punto y tus crucigramas, tus altares de piedras, fotos y velas, tu meditación, tus manías que me ponían nerviosa, tu mirada cariñosa…

Naciste en una noche fría de diciembre sin esperar a que abuela se pudiera preparar y te tuvo que recoger en su mandil. Ya venias pisando fuerte.

Tu infancia serrana fue dura pero siempre hablabas maravillas de cuando no había electricidad o baño, ibais en burro, ordeñabais las cabras, hacíais el queso, trillabais el trigo, horneabais el pan… todo se producía en casa. Sé que no la hubieras cambiado por otra.

Gracias por ser la mejor madre, cuidarme y enseñarme que la vida la elegimos y no tenemos que seguir todo lo que hagan los demás.

Cuando todo el mundo se quedaba en el bar, tú nos llevabas a los niños a explorar río arriba.

Cuando todo el mundo seguía el camino, tú nos llevabas campo atraviesa.

Cuando todo el mundo estaba nervioso, tú nos decías que no tenía importancia y traías paz.

Cuando todo el mundo callaba una injusticia, tú gritabas y decías verdades.

Cuando todo el mundo se quedaba sentado, tú siempre ayudabas.

Cuidar y ayudar era parte de tu alma.

Hasta que un día ya no pudiste cuidar mas y entonces te dejaste cuidar por nosotras. Pero no por mucho tiempo. Yo quería cuidarte, aunque fuera solo un poquito más.

Te fuiste por la puerta grande, la que tu querías: en casa, con tus crucigramas, después haber encendido tú lumbre y en cuestión de minutos. Eso de hospitales y medicinas no iba nada contigo.

Te dije “Te quiero” y te di un beso antes de irme, aún pensando que te vería al día siguiente. Aunque no lo hacía cada día, algo me impulsó a hacerlo ese día, ¿me lo habrías dicho ya de alguna manera? Seguro.

Me diste la vida y te llamo Madre pero muchos otros te llaman así también, porque muchos te querían como tal.

Te dejo unos versos de Serrat que tanto te gustaba. Te encantaba su manera de entender la muerte. Hoy me reconfortan mucho y estoy segura que a ti también.
Ay, si un día para mi mal

viene a buscarme la parca.

Empujad al mar mi barca

con un levante otoñal

y dejad que el temporal

desguace sus alas blancas.

Y a mí enterradme sin duelo,

entre la playa y el cielo.

En una ladera de un monte

más alto que el horizonte

quiero tener buena vista.

Mi cuerpo será camino,

le daré verde a los pinos

y amarillo a la genista.

Descansa en paz Madre.

Vivirás en los corazones de tus hijas, tus nietos, tus hermanos, tus cuñadas, tus sobrinas y sobrinos, tus amigas y todo el que te conoció, porque dejabas huella.

Llena de amor y melancolía, tu hija,

Llanos

El duelo

Mi madre tuvo su propio negocio muchos años, así que estoy segura que entiende que yo siga trabajando en estos días de duelo, porque ella lo hizo con cada uno de los duelos que vivió.

Para mi además, seguir escribiendo es una manera de sanar y de integrar lo ocurrido.

Estás lineas, que escribo aquí con lágrimas en los ojos, espero que sean un homenaje a su enorme corazón y a su valentía.

Si quieres leer sobre su pueblo Navacepeda, puedes hacerlo aquí.

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