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Desmontando a Estivill, otra vez

Si has leído mínimamente sobre el Sueño en los niños y los diferentes métodos, este post seguro que 'te suena de algo 'y además, te interesa.



Aunque ha sido el propio Eduard Estivill el que se ha desmontado a sí mismo realizando declaraciones contradictorias y desmintiendo su propio libro, y existen muchas personas en contra, necesitaba hacer una entrada para hacerlo yo misma, a mi manera, con mi experiencia.

Con mi primer hijo, creé sin darme cuenta lo que se llama un ejemplo de “accidental parenting” de libro: le acunaba en mis brazos hasta que se dormía hasta que cumplió los 9 meses, nunca durmió una noche seguida (vamos a establecer unas 7 horas de sueño sin despertarse para considerarlo “una noche del tirón”), siempre tenía que cantarle o ponerle el chupete o arroparle o darle leche o agua o… Os hacéis una idea ¿no? Hasta que empecé a trabajar (cuando él tenía unos 7 meses), la situación era sostenible. El problema surgió en cuanto tuve que empezar a rendir en mi trabajo de día y a ser madre en casa por las tardes y eterna “acostadora” por las noches… Llegó un momento en el que no tenía ganas de jugar, ni de bañarle, ni de nada. Sólo quería dormir. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía un gran problema y debía solucionarlo. Probé las infusiones de hierbas Blevit, la Passiflora Composé, el Melamil y todos los remedios caseros que encontré en internet. Aunque tengo que reconocer que la Passiflora y el Melamil tuvieron efecto positivo en el sueño de mi hijo durante algunas noches, a las pocas semanas volvíamos a lo de siempre. Estaba verdaderamente desesperada.

Mucha gente, MUCHA aunque cueste creerlo, me recomendaba el método Estivill (que no deja de ser una copia del método Ferber pero, en España al menos, se ha atribuido todo el “mérito”). En principio la idea de dejar llorar a mi hijo no me gustaba NADA, pero como ya he dicho, estaba realmente desesperada. Me leí el libro, y me auto-convencí de que era la única solución que me quedaba. La primera noche mi hijo lloró durante casi dos horas, las segunda durante dos horas y 10 minutos, la tercera lloró durante 20 minutos, la cuarta durante 5 y la quinta casi no lloró. Parecía magia. Había funcionado tal y como me habían dicho (por favor sigue leyendo antes de comprar o leer ese libro). Estuvimos 3 meses durmiendo por las noches. Pasado ese tiempo tuvimos que hacer un “recordatorio” (ahora lo leo de nuevo para escribir esta entrada y me sorprendo de que fuera capaz de hacer algo así a la cosita que más quiero en el mundo y que me pareciera aceptable): durante un par de noches repetimos el proceso y otra vez cogimos el ritmo del “buen” dormir. Pero eso no era buen dormir, sólo lo parecía.

Cuando mi hijo tenía algo más de año y medio, empezaron los terrores nocturnos y las pesadillas. Y esta vez, lo de dejarle llorar solito en su cuarto no servía sino para empeorarlo. A veces ni siquiera se despertaba, pero lloraba y gritaba aterrado (terrores nocturnos). Cuando recordaba lo que había soñado (pesadillas) contaba que había serpientes en su cama y que le cogían los pies. Fue la peor época de mi vida, es horrible ver sufrir así a alguien a quien adoras, sin poder hacer nada para evitarlo. Ahora lo veo con perspectiva: si me hubiesen encerrado en un cuarto, a solas, mientras lloraba durante horas; no sería precisamente un lugar en el que me sentiría protegido, ni a gusto, ni mucho menos. En palabras de Tracy Hogg, habíamos “roto el vínculo de confianza” entre padres e hijo al haber ignorado deliberadamente sus llantos durante tanto tiempo, y habíamos creado una ambiente de abandono y desesperación en su cuarto.

Deshacer un error es un proceso lento. Hay que dar tres pasos atrás por cada paso errado hacia adelante. Entendimos que nuestro hijo necesitaba sentirse seguro, que tenía miedo y teníamos que superarlo entre todos. Pasamos de dejarle dormir en nuestra cama (había noches en las que se venía sin que nos diéramos apenas cuenta), a turnarnos para dormir con él en su cuarto. Esto pareció marcar un antes y un después. Empezó a dormir las noches enteras, sin despertarse más que para beber agua. Poco a poco, le dejamos una botellita de agua en su mesilla y empezó a beber sin despertarnos. Cuando cumplió los 3 años dormía tan bien que ya no le hacíamos falta. Dormía unas 10 horas cada noche.

Cuando se duerme bien, se duerme toda la noche

Por eso no me creo que haya niños que no necesiten dormir, mi hijo nunca había dormido así porque yo había creado una dependencia (en un principio) y había forzado una brutal independencia de golpe (con el método Estivill). Antes, mi hijo se despertaba con el más mínimo ruido, ahora ya puede caerse la casa, sonar la alarma, ladrar el perro en su cuarto, que duerme profundamente y DESCANSA todo lo que necesita. Ahora duerme bien por las noches y duerme unas 2 horas de siesta. Ahora tiene la seguridad de que sus padres están en el cuarto de al lado y acudirán si algo le ocurre. Ahora tiene la certeza de que su habitación es su refugio, un lugar cálido, acogedor y seguro. Menos mal que reaccionamos a tiempo.

Para cuando seas mayor y leas mi blog: lo siento, mi niño.

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