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Tus hijos, tu espejo

Las relaciones con las personas nos ofrecen una gran oportunidad de aprendizaje y crecimiento personal. Esto ocurre con los hijos y es la mejor manera de educarles pero también de 'educarnos' a nosotros mismos.
Las relaciones con las personas que tenemos a nuestro alrededor nos ofrecen una gran oportunidad de aprendizaje y crecimiento personal. Cuánto más estrecha sea la relación, más oportunidad de auto-conocimiento tenemos a nuestro alcance. Y es que las personas que más queremos son con las que más conflictos tenemos, con quienes más confianza mostramos y por lo tanto más transparentes nos permitimos ser.

Ya he dicho en varias ocasiones que considero a los niños unos grandes maestros, puesto que con ellos mantenemos una de las relaciones personales que más despierta nuestras características dormidas. Con nuestros hijos sacamos a la luz nuestras sombras y también nuestras luces. Podemos descubrirnos ante un enfado que jamás habíamos mostrado con nadie tan solo porque nuestro pequeño haya decidido pintar en la pared, y del mismo modo también podemos descubrir una creatividad que jamás nos hubiésemos imaginado en nosotros al inventarnos cuentos increíbles cuando es hora de dormir.

Los hijos son grandes maestros que te ofrecen la oportunidad de conocerte mejor.

El auto-conocimiento es fundamental para mantener relaciones saludables con cualquier persona, más aún con tus hijos. Muchas veces reaccionamos de formas inimaginables ante lo que para nosotros son provocaciones de nuestros hijos. Vemos en ellos características, actitudes, conductas, que nos sacan de quicio. Nos quedamos en la superficie y creemos que son las características de los niños “las culpables” de nuestras reacciones. Si buceáramos hacia el interior nos daríamos cuenta que en realidad la causa de nuestras reacciones reside en el rechazo hacia nosotros mismos, nuestras heridas no sanadas, la falta de amor y respeto hacia nuestras necesidades y características propias.

Lo que más rechazamos en los demás es lo que estamos rechazando en nosotros mismos, negando, ocultando.

Y la interacción con nuestros peques tenemos múltiples ocasiones para mirarnos en el espejo que son nuestros hijos y descubrir qué es lo que rechazamos de nosotros mismos. ¿Qué es lo que más te altera de tu hijo? Reflexiona. ¿Qué problema existe dentro de ti con eso? ¿Qué miedo se despierta cuando tu hijo se comporta de esa manera? Gracias a estas situaciones que tanto detestas tu hijo te está mostrando tu camino de desarrollo a seguir. Estás ante la oportunidad de vencer un miedo, de conocer y aceptar con amor una parte de ti rechazada, de trabajar alguna característica de tu personalidad que necesites potenciar…

Cuando entras en el camino de descubrir tus propios “conflictos” internos (traumas, miedos, inseguridades, rechazos, negaciones, falta de amor….) comienzas a ver lo que sucede a tu alrededor desde otro punto de vista, comienzas a actuar como deseas hacerlo en lugar de reaccionar automáticamente, comienzas a cambiar y el cambio, siempre es a mejor….es entonces, cuando tu cambias, que todo cambia. Y todo cambia por que tu ves las cosas desde otro punto de vista, porque no se despiertan en ti esos miedos o ese dolor que sentías ante esas situaciones que de un modo inconsciente te recordaban a malas experiencias pasadas.



Además, todo cambia porque tu ya no te comportas del mismo modo. Nuestro comportamiento tiene consecuencias y reacciones en los demás. Tu actitud, inevitablemente, provoca en los demás otras actitudes. Cuando alguien en la familia se encarga de todo, es resolutivo, rápido, eficaz….¿qué ocurre con las personas de su alrededor? Que se acomodan, que no ven necesidad de ayudar a la otra persona; puede que crean que ella ya lo hace muy bien todo y que es una suerte porque así no tienen que “trabajar” tanto; o puede que se sientan inferiores, incapaces de hacer las cosas tan bien y tan rápido como las hace ella. Todo en esta vida se rige por la ley de la causa y el efecto, y nuestra actitud no es menos.

En ocasiones, muchas, podemos recoger actitudes de los demás que son el efecto de nuestra propia actitud (la causa).

Con los niños es sencillo ver cómo si te comportas de manera exigente, dando órdenes, tratándolos con brusquedad, recojas una actitud en ellos poco colaborativa, desafiante, rebelde o quizás lo opuesto, con muestras de miedo y sumisión hacia ti. También podría ocurrir todo lo contrario, que tu actitud demostrara una falta de respeto hacia ti misma y que entonces los niños te devolvieran poca consideración hacia tus necesidades, muchas exigencias, etc. Observa qué te están devolviendo tus hijos y podrás descubrir qué actitud estás teniendo tu con ellos. Sólo cuando tomas conciencia de tu actitud puedes iniciar el proceso para cambiarla….y este es siempre el primer paso: Observar y estar presente.

Te propongo que comiences a observar los efectos que recibes en tu vida y los observes hasta descubrir las causas. Todo lo que hacemos tiene su causa, y nuestras actitudes, defensas, reacciones, muchas veces son la causa de la falta de armonía en las relaciones con nuestros hijos.

También te animo a que observes que se despierta en ti en esas situaciones que te sacan de tus casillas (como antes he dicho). ¿Qué dolor se activa? ¿A qué te recuerda? Quizás llegues a descubrir una herida de la infancia no sanada que te empuja a “defenderte” ante situaciones que tu mente interpreta como parecidas. Es algo largo, se necesita tiempo y repetir una y otra vez situaciones similares que nos den la oportunidad de tomar conciencia de lo que estamos sintiendo y pensando, pero te aseguro que cuando comienzas a descubrir todo tu mundo interior, empiezas a liberarte de pesos que no te dejaban avanzar y disfrutar del camino de la vida.

Los hijos son una maravillosa oportunidad para conocerte a ti mismo, no la única, pero si una muy potente puesto que en la mayoría de casos no nos planteamos “huir” de nuestros hijos. De los padres podemos plantearnos alejarnos para no sufrir, de una pareja podemos plantearnos separarnos para no enfrentarnos a conocernos mejor, pero de los hijos (sin tener en cuenta casos extremos) no nos planteamos dejarlos. Son las personas con quienes estamos más predispuestas a amar incondicionalmente, y ésta es la gran lección de la vida que los niños nos pueden enseñar:

el amor incondicional.

Si este artículo te ha tocado hondo, te dejo aquí el enlace al artículo “Cómo tratar las emociones de los niños” dónde hablo un poco más sobre esto, centrándome en las emociones, y explico algún ejemplo personal que podría ayudarte a descubrir muchas cosas sobre ti misma y tus sentimientos.

Espero te resulte útil este artículo y que, si lo deseas, me ayudes a compartirlo. Necesitamos a muchas personas conociéndose a sí mismas para educar a los niños para un futuro en el que el desarrollo personal y el conocimiento sobre uno mismo será primordial…¿de quién mejor que aprender a conocerse que del ejemplo de sus padres?

¡Muchísimas gracias!

Nuria.

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