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Cada niño es como una flor

''Los bebés son como semillas de diferentes tipos. Aparentemente se parecen mucho entre sí pero cuando se desarrollan cada semilla da fruto a una planta o árbol muy distintos entre sí. ''
Los bebés son como semillas de diferentes tipos. Aparentemente se parecen mucho entre sí pero cuando se desarrollan cada semilla da fruto a una planta o árbol muy distintos entre sí. Algunas semillas se convierten en un rosal, otras en manzanos, otras son palmeras, otras en plantas exóticas, otras en cactus, otras en geranios, girasoles. ¡Las hay de todos los colores y todas las texturas!

Cada una de estas flores o plantas tienen unas características muy diferentes y tienen unas necesidades también muy diferentes entre sí. El clima que necesitan para crecer y sobrevivir también es muy distinto para cada planta. Algunas necesitan mucha agua, otras necesitan muy poquita; algunas necesitan recibir mucho sol, otras necesitan un poquito de claridad.

Ahora pensemos en nuestros bebés y nuestros niños: Son como esas semillas y plantas con distintas características y con distintas necesidades para desarrollarse. No hay dos niños iguales en este mundo. Cada niño tiene dentro de sí mismo el potencial necesario para crecer y desarrollarse plenamente, en todos los aspectos.

Del mismo modo, cada niño tiene unas necesidades distintas y su desarrollo pleno dependerá de que estas necesidades estén cubiertas, obviamente por sus padres cuando son pequeños y por ellos mismos cuando lleguen a una edad suficientemente madura.



Imagina que compras semillas de manzano y las plantas en un jardín. Si sabes que es un manzano tus expectativas será que cuando el árbol crezca te de manzanas. Pero si no tienes ni idea de que son semillas de manzana quizás estés esperando a que el árbol te de melocotones. Con los niños nos ocurre lo mismo, que cuando nacen y lo cogemos en nuestro regazo, en realidad no tenemos ni idea de qué semilla tenemos en las manos.

Uno de los trabajos más importantes cómo padres es cuidar de esa semillita y ofrecerle todo lo que necesita para cubrir sus necesidades sin saber en qué se va a convertir. Eso es amor incondicional. No tenemos idea de qué “fruto” dará, pero no nos importa porque es nuestro hijo y lo amamos desde el alma.

 

Poco a poco e inconscientemente nos vamos generando unas expectativas sobre cómo “va a ser” nuestro hijo y a medida que va creciendo, si lo que vemos de él no coincide con nuestras expectativas nos enzarzamos en una lucha por “corregirlo” para que así sea como deseamos que sea, como “se dice que debe ser”. Y deseamos corregirlos porque tenemos miedo a que no sea lo que esperamos que sea, a que se convierta en una mala persona, a que no le vaya bien, a que lo rechacen.Esto nos demuestra que vivimos desde el miedo en lugar de desde el amor.

Este pequeño texto es un extracto del ebook Atrévete a educar sin castigar (haz click aquí si quieres conocer este ebook). Nuestro mayor trabajo como padres es conocer a nuestros hijos, olvidarnos de las expectativas irracionales que ponemos encima de ellos y amarlos incondicionalmente. Sólo desde esta postura podrás relacionarte con ellos desde el amor y permitir que desarrollen todo su potencial. 

¡Un abrazo muy fuerte!

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