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La disciplina del amor

¿Quieres lo mejor para tus hijos y te resulta difícil equilibrar disciplina con amor? ¿Autoridad con cariño? ¡Mira esto!
Todos queremos lo mejor para nuestros hijos y de eso no hay duda. Lo hacemos lo mejor que sabemos. No existen en general buenos ni malos padres, simplemente que a veces no contamos con las herramientas necesarias para ayudar a nuestros hijos en las dificultades y placeres de la vida.  Tampoco existe una vara de medición de lo que realmente está bien y mal, ni ningún sitio donde sacarse el carnet de padre. Los niños por suerte no vienen con manual de instrucciones, y en parte hasta me alegro si eso es significado que cada niño tiene sus propias necesidades.

Los más pequeños son como esponjas. Todo lo que pase en su entorno en los primeros años de su vida, influirá de manera considerable en el desarrollo de su personalidad y su nivel intelectual.

Los niños no están para molestarnos, defienden desde MIMoai. A edades tan tempranas no maquinan porque no saben hacerlo. Ellos sólo quieren agradar a sus padres y como nosotros, lo hacen lo mejor que pueden o saben.

La importancia del amor que les de hoy será el reflejo de lo que serán mañana. Suena duro, ¿eh? Y es que sin duda tenemos ante nuestras manos una gran responsabilidad, ya que como padres es nuestro deber acompañarles en su aprendizaje con tiempo de calidad y paciencia en cantidad.



A menudo se tiene la creencia que la etapa más importante en el desarrollo de un niño comienza cuando es capaz de recordar lo vivido, sobre los primeros años de vida. Sin embargo, los padres debemos prestar una exhaustiva atención desde el nacimiento hasta los cinco o seis años (principalmente) para cubrir y satisfacer los estímulos y necesidades de nuestro hijo. Es así como surge la figura del niño interior, un niño que todos llevamos dentro y que es el reflejo de la emociones vividas en nuestra infancia. El es el responsable de nuestra autoestima y nuestro crecimiento emocional como consecuencia de las carencias que hayamos tenido en la infancia.

Nadie nace sabiendo

La escuela de padres es más bien el resultado de nuestras experiencias. Por muchos consejos de buena fe que te den, la última palabra es la tuya. Lo que si todos tenemos más o menos claro:

Que nuestros hijos necesitan seguridad y protección

Necesitan estabilidad emocional

Debemos conocerlos y si no sabemos qué les pasa, hay que preguntar

No debemos recurrir a los castigos físicos o psicológicos.

No se trata de dejar a nuestros hijos en el libre albedrío. Los límites existen y son necesarios. Cada etapa en el desarrollo del niño viene condicionado con una serie de límites que son capaces de comprender y aceptar. Por eso nos reafirmamos en que si es posible educar con firmeza y con cariño a la vez. En ello consiste la disciplina positiva, la disciplina del amor. No es otra cosa que la capacidad de entender a nuestros hijos ante una conducta inadecuada, a la vez que se promueve la vía positiva hacia el camino del aprendizaje, la corrección y la interpretación de sus actos en momento presente y futuro.

Nadie dijo que convertirse en padre o madre fuera un camino de rosas. No hay manual de instrucciones que valga. Las dudas nos acechan y la conciencia nos invade en juzgar hasta qué punto actuamos bien o mal. Es por ello que una comunicación respetuosa, un vínculo de afecto seguro y la confianza son la base de cualquier relación sana.

Educar en positivo

No a las comparaciones. Nuestro hijo es único e irremplazable. Perfecto en su esencia. Debemos conocerlo y respetarlo tal y como es.
 

Cuarto y mitad de paciencia. ¿y qué más da que las cosas no salgan bien a la primera? Ya saldrán y cuanto más libertad dejemos en hacer las cosas a su manera mejor. Recuerda no hay otro como tu hijo.

Si a los límites con amor. Las normas son necesarias para marcar ciertos límites. Si bien, esto no se puede adecuar a cualquier edad. Cuando son todavía bebés no debe haber límites porque ellos no tienen la capacidad para saber si algo está bien o mal. Pasados los dos o tres primeros años se tienen que empezar a clarificar normas, de ahí en adelante se deben ir adecuando y añadiendo acorde con cada etapa de la vida. Es importante marcarlas desde el principio y asegurar que les quedan claras a ellos. Recuerda, educa en positivo, y tómate tu tiempo para explicarles porque has tomado esa decisión. Siempre desde la base del cariño y del respeto.

Dejarles descubrir por sí solos. Da igual si se tropiezan, se equivocan o aciertan a la primera.

Confía en él. Crea un clímax de confianza sin alternativa a la duda. Haz que tu hijo crea en tu palabra y para ello, ésta tiene que ser plena.

Libertad a los sentimientos. Deja que se exprese libremente y también apoya sus momentos de silencio. Si se ha creado un ambiente de confianza tarde o temprano te lo contará. De nada sirven las presiones.

Soy todo oídos. Escucha todo aquello que tiene que decir, para él siempre se trata de cosas importantes.

No a la violencia. El castigo físico nunca ha sido ni será una buena vía para resolver conflictos. Ante las agresiones físicas con frecuencia, el niño aprende que con azotes se resuelven los problemas. Mucho cuidado con esto.

Elogios sin sentido, flaco favor. En el equilibrio está la virtud. Hacemos un flaco favor a nuestros hijos elogiándolos todo el tiempo. Ellos también se equivocan y eso se convierte en una puerta para el aprendizaje. Elogiar a nuestros hijos todo el tiempo hace que criemos a niños inseguros, incapaces de tomar una opinión por ellos mismos.  Niños con una autoestima equivocada; Si siempre hago las cosas bien, será que soy el mejor, ¿no? Con ansiedad ante aquello que no se tiene el control. Ante lo que sabe se siente seguro porque lo domina, y lo que no, supone una gran dificultad de la que no tienen claro poder abordar.

No deberíamos educar por educar. Hagamos que merezca la pena

¡Palabra de madre!

Jazmín Diaz.

Co-Fundadora de Mimoai

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