La idea de los investigadores daneses entra en conflicto con el pensamiento convencional sobre la herencia, que establece que los progenitores transmiten genes que predisponen a la obesidad, el estrés o el cáncer. Pero el hecho de que los padres de alguien fueran obesos o sufrieran ansiedad puntualmente cuando el concibieron no recodifica los genes. En cualquier caso, en los últimos años, una serie de experimentos en animales han puesto en cuestión la concepción convencional de la herencia y han sugerido que hay otros mecanismos implicados en el proceso.
A modo de ejemplo, en 2010 el Dr. Romain Barres, de la Universidad de Copenhague, y sus colegas sometieron ratas machos a una dieta con un alto contenido en grasas y luego las emparejaron con hembras. En comparación con las ratas machos que habían seguido una dieta normal, los descendientes de las ratas que se habían alimentado con una dieta alta en grasas tendían a ganar más peso, acumular más grasa y tener más problemas a la hora de regular los niveles de insulina.
Comer alimentos con un alto contenido en lípidos es sólo una de una serie de experiencias que puede vivir un padre y que pueden dejar en herencia a sus descendientes. En cambio, las ratas machos expuestas a situaciones estresantes dieron lugar a crías con una respuesta al estrés disminuida.
Para encontrar el vínculo entre las vivencias del padre y la biología de su prole, los científicos han examinado el semen con detenimiento. Los espermatozoides aportan su ADN en un ovario, como es sabido, pero los genes que transmiten están regulados por muchas moléculas, los llamados factores epigenéticos. Estas moléculas pueden responder a influencias del entorno silenciando algunos genes y activando a otros según las necesidades. Hay estudios que apuntan a que los cambios en los factores epigenéticos pueden transmitirse a la descendencia a través de los espermatozoides.
En humanos estos comportamientos resultan mucho más complicados de comprobar. En 2013 Adelheid Soubry, epidemióloga molecular, y sus colegas estudiaron 79 neonatos y observaron diferencias de tipo epigenético entre los bebés que tenían un padre obeso y los que no. ¿La causa real de estos cambios es la obesidad de los hombres? Ella y sus colegas se propusieron investigar este vínculo potencial de dos maneras.
En primer lugar, recopilaron semen de 10 daneses obesos y de 13 daneses delgados. Los investigadores observaron numerosas diferencias de carácter epigenético. Uno de los tipos de factor epigenético que examinaron son una especie de sombreros moleculares que se fijan sobre el ADN por medio de un proceso llamado metilación. Barres y sus colegas detectaron más de 9.000 genes en los que había diferencias en la pauta de metilación entre los hombres delgados y los obesos.
A continuación, los científicos buscaron seis hombres obesos que se hubieran sometido a operaciones de cirugía bariátrica para observar como el hecho de perder peso modificaba estas pautas de metilación.
Entre los genes alterados epigenéticamente están los que afectan comportamientos tales como el control del apetito. Sin embargo, Barres afirma que el nuevo estudio no demuestra si los cambios tienen algún efecto sobre los hijos. Actualmente, Barres ha ampliado el estudio para comparar las pautas epigenéticas de los espermatozoides de padres obesos con las pautas que presentan las células de la sangre de sus hijos. “Trataremos de dilucidar si hay algo que se transmita a los hijos”, explica el investigador.
Otros científicos manifiestan opiniones contrapuestas sobre el estudio. Por un lado, consideran que, en efecto, los investigadores usaron métodos sofisticados para estudiar las diferencias epigenéticas que presentaban los espermatozoides, pero se muestran reacios a sacar conclusiones generales. El Dr. John M. Greally, experto en epigenética del Albert Einstein College of médica de Nueva York, asegura que es posible que las diferencias genéticas entre los hombres fueran las principales culpables de las diferencias observadas en sus espermatozoides. Por otra parte, teme que el número de hombres que participaron en el estudio sea demasiado reducido. Las diferencias detectadas en una muestra tan pequeña pueden ser aleatorias. Opina que todavía hay que trabajar mucho para detallar los efectos epigenéticos que se transmiten de padres a hijos. Greally cree que hay que hacer un estudio de cientos de personas. “Es factible. Sólo hay que tener la osadía de hacerlo“, concluye.
Fuente: Diari ARA
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