Lo primero que leí del libro de Philippe Perrenoud fue la contraportada. Entre otras preguntas, aparecían las siguientes:
Los saberes enseñados actualmente en la escuela, ¿serán los más pertinentes para entender el mundo y actuar? Y las disciplinas escolares asentadas en nuestro sistema, ¿preparan los saberes para los estudios superiores o para la vida?¿qué debemos pensar de la ausencia de conocimientos relacionados con el derecho, la economía, la psicología, la demografía, las ciencias políticas o la sociología en los programas escolares? ¿No será más adecuado transmitir saberes y desarrollar actitudes que permitan a cada uno construir, en las diferentes etapas de la vida, las competencias que llegue a necesitar?
La pregunta que está latente en el recorrido del libro es el eterno dilema: ¿Aprender para la vida o prepararse para los futuros estudios? ¿Cuál debe ser el fin de nuestra actividad docente?. ¿Seleccionar a los estudiantes o permitirles a todos que desarrollen al máximo sus posibilidades? ¿Qué prefieren las familias?: ¿que sus hijos estén muy bien preparados o que cada cuál vaya forjando su destino en el mundo adulto?
Terminado de leer el libro, me picó la curiosidad y me pregunté ¿cuál sería el punto de vista del alumnado al respecto? Les pedí, pues, a mis estudiantes que me escribieran un texto intentando convencer a un estudiante imaginario, que falta a clase a menudo, de las razones de venir al Instituto. ¿Por qué merece la pena estar en clase? He aquí algunos textos.