Comerse las uñas, una costumbre que hay que quitar

Muchos niños tienen la costumbre de comerse las uñas o incluso los pellejitos de los dedos. A esta costumbre se le llama onicofagia, y es frecuente que empiece a edades tempranas. A veces pueden hacerse verdaderos destrozos en los dedos y tu lo único que consigues es enfadarte.

No está claro por que los niños empiezan a realizar esta conducta que tanto nos molesta a los padres. Pero los expertos lo ven desde la perspectiva psicológica. Normalmente es debido a una combinación de emociones que está sufriendo el niño, estrés, nerviosismo, vergüenza, rabia o miedo pueden ser algunas de las causas.

Cuando los niños se enfrentan a estas emociones, a menudo no saben como interpretarlas, manifestarlas o gestionarlas. El morderse las uñas es para ellos un modo de tranquilizarse o liberar tensiones. A veces son niños que de bebes se relajaban con la succión, chupándose el dedo. Y cuando van creciendo pasan a morderse las uñas.

Existen numerosos remedios de la abuela como usar pimienta o ajo. En las farmacias podemos encontrar un esmalte transparente de sabor amargo. En casa hemos probado de todo, remedios de la abuela, del cuñao y del primo hermano del quinto, pasando también por la farmacia. A mi hijo no se le ha quitado la costumbre de comerse las uñas.

Cómo quitarlo?

Aunque lo mejor, es que Papá y Mamá abramos bien los ojos para detectar que momentos o situaciones provocan este comportamiento en nuestro peque. ¿Qué podemos hacer? Lo primero es reconocer que lo hacen de forma inconsciente, por lo que el primer paso es que les hagamos ser conscientes de su conducta (sin regañinas, ni sermones). Haciéndoles ver y entender qué están sintiendo en ese momento.

El deporte es bueno, ya que produce endorfinas que mejoran el humor y reducen el estrés, pude ser que así consigamos que se relajen y no tenga la necesidad de comerse las uñas. Por lo que si el niño no hace deporte de forma habitual, podemos introducirlo en su rutina, es un buen comienzo.

Es importante saber que es una costumbre difícil de corregir, pero no imposible. Con paciencia, tiempo, constancia y sobre todo con diálogo se puede conseguir.

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