Salió del nido, como pudo. El mundo exterior parecía hostil, sintió que hasta las arrugas de su cuello se tensaron.
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Moviendo sus aletas torpemente, avanzó por la arena de la playa. El mar parecía tan lejano.
Miró a sus compañeros de aventura, todos avanzaban rápidamente hacía las aguas, todos querían llegar rápidamente. Su instinto le decía que alli estarían a salvo.
¿Quien sabía que tipos de peligros corría en aquella playa? Quizás podría ser el almuerzo de algún ave, o el juguete de un niño pequeño que veraneaba allí.
Unos cuantos pasos más y ya estaba en su hogar. Sintió un placer extremo cuando el agua salada tocó sus aletas.
No lo pensó ni un segundo, se sumergió en lo profundo del mar. Estaba en casa, a salvo. Había logrado sobrevivir.