Hace unos días tuve un incidente con Joaquín a la hora de entrada del colegio que, a simple vista, parecía rebeldía pura. Me afectó, les soy sincera, porque nunca se me había enfrentado como lo hizo. Pensamientos como "¿Así va a ser su adolescencia?", "¡Oh Dios mío! ¡Qué está pasando!" retumbaban en mi cabeza mientras lidiaba con la situación y trataba de resolverla.
Pero hubo algo. Fue una mirada. Una sola mirada que me decía que algo no encajaba con lo que parecía ser esa situación. Una mirada que escondía sufrimiento. Esa mirada me descuadró.
Resolví la situación temporalmente y me quedé pensando todo el día en eso hasta la hora de salida. Cuando llegué a recogerlos, se me acercó y me dijo: "perdón". Asentí con mi cabeza y le dije que conversaríamos en casa, pero le pregunté: "¿Has estado pensando en lo que pasó?". Asintió con su cabeza.
Esa actitud a la hora de salida, me mostró que no me estaba equivocando.
Ya en casa le pregunté qué estaba sintiendo cuando pasó lo de la mañana. En resumen: enojo y vergüenza. Esa mirada escondía una vergüenza que no sabía cómo manejar. Y, gracias a Dios, me di cuenta.
Conversamos al respecto. Le hice notar que estaba reaccionando mal en función a algo que él creía que iba a pasar pero que en realidad no pasó. Que antes de reaccionar debía preguntar. Él decidió quedarse callado y solo reaccionar, exponiéndose a las consecuencias, en lugar de decir lo que estaba pensando y resolver la situación. También le dije que si bien entendía el por qué de su reacción, igual tendría que asumir las consecuencias de sus actos. Asintió con resignación y humildad.
Como padres estamos llamados a mirar más allá y "leer" las distintas situaciones que viven nuestros hijos, interpretarlas y reaccionar adecuadamente. El kit del asunto está en leer e interpretar acertadamente para lograr identificar las razones verdaderas que nuestros hijos tienen para comportarse de una u otra manera.
Por eso es tan importante y fundamental acompañar y estar pendientes de nuestros hijos a lo largo de sus vidas hasta que maduren, si no, cómo reconoceremos una conducta diferente, cómo veremos las señales de que algo no anda bien. Es nuestra responsabilidad.
Debemos considerar la edad, el temperamento, las situaciones y las características de cada niño. También conocerlos, sus formas, gestos, miradas, lo que es "normal" en ellos.
La rebeldía muchas veces esconde cosas más profundas.
Vi esta película hace años. Es fuerte y triste ver
cómo nadie presta atención a las señales de esta niña
ni a sus dolorosas vivencias.