Este cambio, en algunos niños, llega a producir inapetencia, irritabilidad, dificultades para dormir y somnolencia durante el día. Para evitarlo hay que hacer la adaptación horaria de los niños manera gradual y empezar al menos una semana antes (mejor si son dos). Imagínate el trastorno que supone para el niño levantarse a las 9 o a las 10 un día y al siguiente tener que madrugar a las 7.
- Empezaremos ajustando las horas de sueño. Si queremos que se acueste antes podemos ir adelantando 15 minutos cada día el momento de irse a la cama hasta llegar a la hora deseada. Quizá al principio le cueste un poco por eso es recomendable seguir el ritual habitual antes de dormir como un baño, un cuento relajante, su peluche o muñeco, etc.
- Con la hora de levantarse hay que hacer lo mismo. Siempre durmiendo las horas de descanso recomendadas, cada día puede madrugar un poquito más. Si se ha acostado antes, no tiene por qué costarle. Además, para levantarse con ganas y energía, ¡qué mejor que un desayuno apetecible!
- Los horarios de las comidas también son importantes dentro de la adaptación horaria de los niños. En verano es normal que se retrasen, pero ahora deben adaptarse lo antes posible a la rutina que el niño seguirá. De esta forma tendrá hambre cuando llegue su hora del comedor o de salir del colegio.
Otro consejo es levantar al niño con el tiempo suficiente para que desayune, se vista y de tiempo a llegar. Las prisas no son buenas y suelen generar ansiedad. Empezar el día con mal pie te predispone a que todo te salga mal. Es preferible madrugar un poquito más y estar más relajados para empezar el colegio.
¿A tu hijo le cuesta mucho a adaptarse a nuevos horarios?
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