¿Te acordás cuando disfrutabas salir de compras? ¿Cuándo pasabas horas y horas mirando vidrieras, entrabas a todas las tiendas, te probabas todo, dabas mil vueltas para elegir que comprarte? ¡Qué tiempos aquellos! Solía ir de compras cada vez que cobraba... Sábado por la tarde, peatonal de San Martín, así llueva a cántaros o haya un sol que raje la tierra. Entrar a todos los negocios, revisar hasta la última percha. Volver cargada de bolsas.
Pero la vida cambia, las prioridades cambian... Y los hijos te ponen el mundo de cabeza.
El sábado pasado recorrimos, con mi mamá y mis dos hijos, esa misma peatonal en la que solía pasarme horas. Era el cumpleaños de una gran amiga, no sólo mía, si no de toda la familia, una de esas amigas de toda la vida (y cuando digo toda la vida, lo digo en serio, ya que nos conocemos desde que yo tenía 6 y ella 2), así que teníamos que comprarle un regalo.
La verdad es que exagero cuando digo "recorrimos". Habremos hecho dos cuadras y ya quería irme. Ir de compras con niños pequeños no es un buen plan para un sábado. No es su culpa, claro, ellos se aburren de ver ropa, lo sé. Y más de esperar a que yo me decida (son pocos los que me soportan jajaja). Y cuando se aburren empiezan a hacer lío.
Sapito Mayor tiene esa increíble habilidad para no pasar desapercibido en ningún lado, y no precisamente por cosas buenas. Adonde quiera que vaya, la gente conoce su nombre, de tanto que lo nombro para llamarle la atención. Al ir a una tienda tiene la costumbre de pasar entre las perchas de ropa. Y ahora ha tomado la horrible costumbre de correr a esconderse, ¡para el infarto!
Y, como no podía ser de otra manera, el pequeño está empezando a copiar a su hermano. Claro, es su espejo, su modelo a seguir. Le gusta correr adelante, ya no quiere que lo haga a upa. Se corren entte ellos, y una anda atras tratando de que no se alejen...
Y ni hablemos del síndrome "comprame". Sapito Mayor es el típico vesqueres. Y cada salida, así sea al zoo o a un parque de diversiones o una simple salida al médico, se convierte en un verdadero picnic. Que pancho, que gaseosa, que chupetin... El pequeño aún no pide, pero cuando ve que a su hermano le compran, empieza a gritar porque el también quiere. Así que todo lo que compre debe ser por dos. Terminé gastando más en el "chino", como le dice mi hijo a cualquier kiosco (se nota que estamos siendo invadidos por orientales), que en el regalo en sí.
¿El resultado? Terminé comprando el regalo en la primer tienda en la que entre y pegamos la vuelta. Tenía intenciones de comprarme algo lindo, pero, realmente me sacaron las ganas
Si, ir de compras con los indios es todo un reto, una aventura que deja pequeñas a las de Indiana Jones. Aún así,