No tiene tiempo de jugar, de cantar, de bailar, solo quiere trabajar. Estos cerditos lo tienen claras sus prioridades en la vida.
Es curiosa la fascinación que los niños tienen por los lobos, tanto que a veces puede parecer obsesiva. Los lobos feroces de los niños son un mecanismo de proyección, una representación física de los propios miedos. Con el lenguaje llega también la conciencia de yo, el miedo y los temores nocturnos.
Proyectarlos todos en una historia donde el lobo es muy malo, muy malo, y muy patán, donde un cerdito valiente logra vencerlo, es una manera de enfrentarlos a sus miedos. Por eso tu mini te pide una y otra vez que le cuentes la historia del lobo.