Aún no os he contado nuestras vacaciones de Semana Santa. La verdad es que tuvimos tiempo para hacer muchas cositas: celebrar el cumple de la abuela materna, visitar a la familia y volvernos a casa para disfrutar de ella, de su entorno y, por qué no decirlo, de lo vacío que se queda Madrid en épocas de vacaciones. Nosotros consideramos que somos unos afortunados viviendo en un pueblecito de la sierra madrileña. Tenemos campo abierto, algún supermercado y todo lo necesario para la supervivencia. Además, contamos con dos núcleos de población importantes y grandes muy cerca de nuestra casa. Para que os hagáis una idea, tenemos dos hospitales que están a 12 minutos en coche. Para el día a día, aprovechando que mi marido no tiene que bajar a Madrid, es una gozada ya que no tenemos atascos y siempre tiene "controlado" el tiempo que tarda para llegar a trabajar. Sin embargo, ¿qué tiene Madrid que nos anima a visitarlo con niños? Estas Navidades también os conté que hicimos alguna escapada. Viajar sin prisa en transporte público no tiene precio. ¡Bueno, más bien la cara de Álvaro en autobús, metro o tren es la que no tiene precio! Esta Semana Santa decidimos bajar a Madrid, pasear por sus calles y disfrutar un poco de todo lo que nos ofrece esta gran ciudad, sin prisas, sin agobios y sin demasiada gente.
Bajamos en autobús hasta Moncloa, mirando la carretera desde la última fila del autobús. No había atascos y, aunque los haya, en autobús todo es más llevadero. Quizá por el hecho de que te olvidas de conducir, de aparcar, del ticket de la hora, de la multa o del parking. Sólo disfrutas del trayecto y vas hablando, compartiendo, disfrutando a fin de cuentas. Desde Moncloa cogimos el metro (Álvaro siente debilidad por este tren subterráneo) hasta Sol para ver el Km-0, la Puerta del Sol, los puestos ambulantes, a Pocoyo (sí, sí, allí estaba). Álvaro miraba todo con una cara de ilusión que hace que todo merezca la pena: asombro, alegría, ilusión? ¡Qué expresivos son los niños!
Fuimos subiendo hacia Callao paseando, sin prisas. Disfrutamos de un grupo de músicos que tocaba el "Canon" de Pachelbel (también conocida como la canción de las bodas, ¿verdad?). La música en directo tiene un encanto particular, ¿no creéis? Seguimos subiendo y tuvimos que pararnos para ver el coche de Ferrari que dejó a Álvaro con ganas de subirse en él (¡lástima que estuviera en una vitrina!). Comimos pronto en un lugar de bocatas mientras mirábamos por el cristal del establecimiento la cantidad de personas que se mueven por el mundo. Cada uno con su historia, cada uno con una vida, cada uno con sus problemas, ilusiones?
Y, al terminar, nos pusimos en marcha, cada uno con un peque metido en la mochila hacia Plaza de España. Paseamos entre los diferentes puestos de ropa, bolsos y complementos, y llegamos al Templo de Debod. En esta ocasión no paramos porque llevábamos a los dos enanos dormidos y decidimos seguir, pero es parada casi obligada si venís a Madrid con los niños.
Y mientras caminábamos por el Paseo del Pintor Rosales, ¿sabéis a quién vimos? Pues no grité como Penélope Cruz porque me daba vergüenza pero sí, vimos a Pedro Almodóvar. Y, como ya perdí la oportunidad de hacerme una foto con el que fuera portero del Atlético de Madrid, Thibaut Courtois, esta vez sí me acerqué a pedirle una. Fue amable, eso sí. La foto también fue rápida y no le pedí ni besos ni abrazos, que una para estas cosas es también un poco seca.
¡Y llegamos al Teleférico de Madrid! Había gente delante y tuvimos que esperar un poco, pero la verdad es que van bastante ágiles. Teníamos descuento porque llevábamos el cheque de Family Check y nos salió la entrada bien de precio (el coste normal son 5,80â?¬ cada uno ida y vuelta y nos salió por 4,80â?¬ cada adulto ida y vuelta. Los menores de tres años no pagan). Así que por menos de 10â?¬ disfrutamos de las vistas que el teleférico nos regala hasta llegar a Casa de Campo.
Si nos dejaran subir a Tiza tanto al autobús como al metro y al teleférico quizá nos hubiéramos quedado en Casa de Campo paseando con ella y jugando en el parque que hay, y luego, con calma, volver. Pero aún no permiten el acceso de animales en los autobuses y, sabiendo que está en casa esperándonos, hace que tengamos un poco de prisa para volver.
Así que volvimos, merendamos fruta en el parque del Pintor Rosales y seguimos paseando hasta llegar a Moncloa y coger el autobús que nos llevaría destino a ¡nuestro coche! Fue un día agradable en el que disfrutamos los cuatro de estar juntos, de Madrid, de sus calles y del teleférico. Coincidió, además, que se despertaron los dos pitufos cuando íbamos a montar, así que pudieron disfrutar de las vistas, del paisaje? ¡Álvaro miraba alucinado los coches de la M-30, la montaña nevada a lo lejos y la Catedral de la Almudena al otro lado!
En fin, que aprovechando que hoy es viernes y llega el fin de semana os dejo esta idea, por si os apetece hacer algo diferente con los niños. Si lo hacéis, sabéis que, como siempre, vuestros comentarios siempre son bienvenidos. Os dejo unas fotos que hicimos de este día para ir abriendo boca.
¡Feliz viernes y buen fin de semana!
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