MARTÍ Y LOS NIÑOS



Daniel Mathews

trigoso@geo.igp.gob.pe
U. del Centro del Perú -Huancayo

El tema de la literatura infantil es polemico. Existe algo que podamos llamar efectivamente "literatura infantil"? Si se trata de llamar así a lo que escriben los niños habría que llamar senil a lo escrito por el último Borges o juvenil a lo de María Emilia Cornejo. Es simple y llanamente literatura y cualquier adjetivo adicional sobra. Normalmente lo que se escribe para los niños efectivamente puede recibir el titulo de "infantil" pero más bien no el de literatura. Son textos educativos -pueden haber sido redactados en prosa o en verso, es otro tema- mas que literarios. A veces ni llegan a ser textos educativos. Suelen ser bodrios que sirven para torturar a los niños en la escuela. Vendidos como si fueran literatura son, en muchos casos, la causa de que estos niños no quieran volver a coger un libro. En realidad, si resultan particularmente antipáticos estos textos es por las relaciones de poder que establecen entre emisor y receptor. La mal llamada literatura infantil supone una relación autoritaria en la que el emisor (profesor, "autor infantil", o como quiera llamársele) está en condición de superioridad frente al receptor (niño) por un privilegio de edad que, se supone, le otorga un saber. Por eso siempre tienen una moraleja, una enseñanza.

El texto literario en cambio supone una relación comunicativa, un contacto, entre lector y autor, en el que resulta siendo el lector quien realmente crea el poema, el que le da sentido. Es una forma de contacto entre iguales, en la que es el saber del receptor el que podrá llenar el texto. El escritor puede tener un "lector ideal" al momento de escribir o puede estar escribiendo simplemente como quien tira botellas al mar. Lo que no puede es creer que el lector es un munusválido a quien hay que guiar. Es mas bien un interlocutor con quien conversar. Y esto es lo que hace tan difícil escribir teniendo al niño como "lector ideal". Hay que comenzar reconociéndolo como un semejante.

En la relación entre literatura e infancia han habido varias formas de superar el carácter autoritario que supone la "literatura infantil". Una es escribir reconociendo en la infancia una "edad de oro" y por tanto respetando, cuando no exaltando, sus propias posibilidades, como una forma de ir más alla de la razón adulta. No sólo se acepta al niño como un ser distinto. Es más que eso la posibilidad de levantar al niño como alternativa frente a una racionalidad que a cada paso muestra sus limites. Es lo que se ve, por ejemplo, en toda la novelistica de Arguedas. Y no son novelas que tengan como "lector ideal" a un niño. Pero tampoco se niega esa posibilidad.

En América fue Martí quien más programáticamente asumió el niño como una alternativa válida. En esto no hacía más que ser consecuente con los rasgos románticos de nuestro modernismo y por ello con la superación de la superstición de la Ilstración que ha sido descrita por Octavio Paz (Los hijos del limo, 1974): "El romanticismo fue una reacción contra la Ilustración y, por tanto, estuvo determinado por ella: fue uno de sus productos contradictorios, tentativa de la imaginación poética por repoblar las almas que había despoblado la razón critica".

Para Martí la relación entre su escritura y la infancia es doble. En el caso de Ismaelillo es un padre que le escribe a su hijo. No solo se trata de un libro para niños, sino sobre un niño, sobre lo que significa un niño para su padre. Se trata en realidad de una comunicación entre un padre, que es el que "habla" en el libro, y su hijo, lector implícito, "niño ideal" al que el libro se dirige. Por otro lado escribe La edad de Oro, dedicada ya no a un "niño ideal", sino a los niños en general. Niños a los que se supone tanto o mas hábiles que el propio autor y con los que se trata de conversar de igual a igual.

ISMAELILLO: EL PADRE, EL HIJO


Anécdota 1
La esposa de Martí, Carmen Zayas Bazán, descontenta con la existencia inestable, de conspirador político, elegida por aquel hombre cuyo verdadero compromiso nupcial era con la libertad americana, parte de Nueva York hacia Cuba llevándose al niño de ambos, proximo a cumplir dos años.

Anécdota 2
Agar, la esclava de Abraham, junto con su primogénito Ismael, es expulsada al desierto, donde el ángel los rescata en cumplimiento de la profecía: "Y llamarás su nombre Ismael porque Jehova ha oído tu aflicción"

Así, en el titulo de Ismaelillo va contenida una alegoría. Por un lado el hijo, José Francisco, que parte al destierro. Por la otra Ismael que va al desierto. Pero en realidad no es el hijo quien va al destierro. El hijo va a Cuba, va al oasis. El desterrado es el propio Martí, desterrado de su patria y de su hijo. La alegoría es doble. Ismaelillo es él mismo. Mejor aun, Ismaelillo es su hijo, pero por el hijo queda instaurado el padre. Él existe por el otro, por el hijo. Y apenas abrimos el libro nos damos cuenta que efectivamente es asi: "Hijo espantado de todo me refugio en ti". Así como el ángel en el desierto fue refugio para Ismael, el hijo debe ser refugio para su padre. De ahi en adelante el libro será esta busqueda de refugio en el hijo, lector implicito, y por lo mismo en cada lector real, cualquiera sea su edad.

Lo que intenta Martí a lo largo de todo el libro es establecer un campo de relaciones intrasubjetivas donde el autor implícito convocará al lector implícito para que no sólo lo ayude a través de la lectura en la labor poética; sino que a través de un compartir deseos lo ayude a vivir. El propio compromiso político de Martí no se realiza sino porque el interlocutor así lo quiere:

Heme ya puesto en armas,
en la pelea!
Quiere el principe enano
que a luchar vuelva

Es efectivamente un adulto que se dirige a un niño, pero no para enseñarle algo o dandole moralejas aleccionadoras, sino para comprometerlo vitalmente. La reiterada presencia de los pronombres en primera y segunda persona cumplen un papel de primer orden en esto. En muchos casos se trata de pronombres posesivos que convierten a uno de los dos en propiedad del otro: "mi reyecillo", "mi dueño" "mi despensero" etc. Observese que mi despensero, por ejemplo, indica que el hijo está al servicio del padre, mientras que "mi dueño" supone una situación inversa. Eso marca una diferencia clara entre Ismaelillo y la llamada "literatura infantil". En la "literatura infantil"el autor no puede convocar al lector a una colaoración porque no cree en el lector, se dirige a un lector que previamente disminuye. En Ismaelillo ocurre lo contrario. Martí quiere entrar al mundo infantil, quiere acercarse al niño, quiere refugiarse en él, pero desde su propia experiencia y sin ocultar lo que el adulto trae consigo. Exalta los poderes y facultades del niño, pero desde su experiencia adulta. Ninguno tiene que renunciar a nada en este dialogo. Marti lo que intenta es establecer una nueva relación con la infancia.

Enrico Mario Santi afirma que Ismaelillo no pertenece al genero de la literatura infantil porque no crea "un mundo aparte, un refugio temporal en que se suspenden la contingencia y la temporalidad" (Rev. Iberoamericana N° 137) . Pero lo que hace justamente Martí es cuestionar la existencia misma de un genero que considera al niño un retrasado mental para el que hay que construir un mundo aparte. Y es cuestionándolo que busca establecer una nueva relación con el niño. Prueba que quiere establecerla es la propia presentación del libro: los versos de arte menor, los delicados grabados que ilustran la primera edición, la brevedad y a veces ingenuidad de muchos poemas, el escenario domestico de los mismos.


LA EDAD DE ORO: EL DIALOGO POSIBLE


Este cuestionamiento continua en La Edad de Oro, revista a la que nadie podra cuestionar su caracter infantil a pesar de que tampoco "crea un refugio textual en el que se suspenden la contingencia y la temporalidad". La contingencia y le temporalidad estan presentes en La Edad de Oro como quizá nunca antes ni después en revista infantil alguna: "Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar porque el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado" (La Edad de Oro N° 1, Jul 1889) es una frase que podría ser parte de una proclama revolucionaria. Pero que en realidad forma parte de un artículo sobre historia en una revista "dedicada a los niños de América". Y es que Martí no parte de la idea de que haya que construir un mundo idilico para los niños. Por el contrario considera que...

"El niño desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez, debe trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres, y debe ser un hombre honrado. El niño que no piensa lo que sucede alrededor, y se contenta con vivir, sin saber si vive honradamente, es como un hombre que vive del trabajo de un brivon y esta en camino de ser bribon".

Si tenemos en cuenta que este "vivir con honradez" incluye atreverse a decir lo que se piensa, no obedecer a un mal gobierno, no aceptar que los hombres maltraten a los hombres, lo que se le propone al niño es mucho más que un mundo idilico. Con esto no solo cuestiona la "literatura infantil", cuestiona toda la educación y la relación entre adultos y niños.

El autor reconoce entonces una capacidad en el lector niño y abre el diálogo. Y ahora le pide a los niños cosas más concretas: que escriban "no importa que la carta venga con fallas de ortografía"; que utilicen la revista para fines prácticos como intercambiar postales; que se expresen en ella. No se logró darles en efecto este lugar de expresión. La revista duro muy poco: apenas cuatro números publicados entre Julio y Octubre de 1889, no tuvo tiempo para hacerse un público participativo, que escriba cartas e intervenga en la revista de modo efectivo, Por eso decimos que fue más un dialogo posible que uno real. Pero por lo menos el diálogo quedó abierto. Les propuso a los niños construir juntos el futuro y que las niñas también intervengan porque "es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no saben más que de diversiones y de modas".

MUSA TRAVIESA


Ahora bien: Cómo deben construir los niños el futuro? Por cierto que siendo lectores como Nene y generosos como Bebe, por cierto que no siendo como el señor Pomposo, presumido y estirado. Pero también siendo traviesos, jugando, mostrando su alegría. Y aunque los cuentos de Martí en muchos casos son tristes en ellos hay una reivindicación de la alegría de dar y de la posibilidad de tomar iniciativas desde la infancia.

El niño desde su travesura nos enseña a vivir. Un poema fundamental en la comprensión de esto es Musa Traviesa. El padre está metido en "entretenimientos del cerebro" cuando irrumpe el niño y altera el orden de la biblioteca, obliga al padre a incorporarse a un mundo de juego y a refrescar su propio niño.

Creo que este es el sentido que tiene la afirmación de Martí de que la poesía anterior a Ismaelillo no vale un ápice. Me parece una opinión exagerada en torno a su propia obra pero lo importante es que se produce una autocrítica, un abandono de la "poesía cerebral" por una musa traviesa que no es solo una actitud poética distinta sino una actitud vital:

Venga y por cauce nuevo
Mi vida lance
Y a mis manos la vieja
Peñola arranque,
y del vaso manchado
la tinta vacié.

En el desorden de la biblioteca se reordena la vida, retoma su espontaneidad, su juego de emociones y es desde ahí que comienza a operar la fuerza del niño. Hemos visto que por el hijo queda instaurado el padre. En esta "musa traviesa" el trabajo de instauración del padre queda terminado:

Hete aquí, hueso pálido
Vivo y durable
Hijo soy de mi hijo
él me rehace

El padre se convierte en "hijo del hijo" porque la instrucción activa de este lo salva de su propio cerebro. Pero si el "hijo" en realidad representa a los lectores, esta opción vivificadora está en realidad repartida en cada uno de nosotros. Solo en la medida en que nos volvamos niños, que saquemos a luz nuestro juego de emociones, estaremos en realidad creando a Martí, dándole una vida nueva al texto.
A los niños que lean La edad de Oro
(José Martí)

© Daniel Mathews 1998

http://www.ucm.es/OTROS/especulo/numero9/marti.html
A los niños que lean La Edad de Oro

Para los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante: el niño nace para caballero, y la niña nace para madre. Este periódico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana: para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres. Todo lo que quieran saber les vamos a decir, y de modo que lo entiendan bien, con palabras claras y con láminas finas. Les vamos a decir cómo está hecho el mundo: les vamos a contar todo lo que han hecho los hombres hasta ahora.

Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo, se vivía antes, y se vive hoy, en América, y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica; para que cuando el niño vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra, y qué quiere decir cada color; para que el niño conozca los libros famosos donde se cuentan las batallas y las religiones de los pueblos antiguos. Les hablaremos de todo lo que se hace en los talleres, donde suceden cosas más raras e interesantes que en los cuentos de magia, y son magia de verdad, más linda que la otra; y les diremos lo que se sabe del cielo, y de lo hondo del mar y de la tierra; y les contaremos cuentos de risa y novelas de niños, para cuando hayan estudiado mucho, o jugado mucho, y quieran descansar. Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos quieran, y nos vean como cosa de su corazón.

Cuando un niño quiera saber algo que no esté en La Edad de Oro, escríbanos como si nos hubiera conocido siempre, que nosotros le contestaremos. No importa que la carta venga con faltas de ortografía. Lo que importa es que el niño quiera saber. Y si la carta está bien escrita, la publicaremos en nuestro correo con la firma al pie, para que se sepa que es niño que vale. Los niños saben más de lo que parece, y si les dijeran que escribiesen lo que saben, muy buenas cosas que escribirían. Por eso La Edad de Oro va a tener cada seis meses una competencia, y el niño que le mande el trabajo mejor, que se conozca de veras que es suyo, recibirá un buen premio de libros, y diez ejemplares del número de La Edad de Oro en que se publique su composición, que será sobre cosas de su edad, para que puedan escribirla bien porque para escribir bien de una cosa hay que saber de ella mucho. Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros.

Las niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como que es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de modas. Pero hay cosas muy delicadas y tiernas que las niñas entienden mejor, y para ellas las escribiremos de modo que les gusten; porque La Edad de Oro tiene su mago en la casa, que le cuenta que en las almas de las niñas sucede algo parecido a lo que ven los colibríes, cuando andan corriendo por entre las flores. Les diremos cosas así, como para que las leyesen los colibríes si supiesen leer. Y les diremos cómo se hace una hebra de hilo cómo nace una violeta, cómo se fabrica una aguja, cómo tejen las viejecitas de Italia los encajes. Las niñas también pueden escribirnos sus cartas, y preguntarnos cuanto quieran saber, y mandarnos sus composiciones para la competencia de cada seis meses. ¡De seguro que van a ganar las niñas!

Lo que queremos es que los niños sean felices, como los hermanitos de nuestro grabado; y que si alguna vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos apriete mucho la mano, como a un amigo viejo, y diga donde todo el mundo lo oiga: ¡Este hombre de La Edad de Oro fue mi amigo!

Regreso al artículo "Martí y los niños"
El URL de este documento eshttp://www.ucm.es/OTROS/especulo/numero9/marti_or.html

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