Miedo. Un niño perdido

Miedo.

Miedo a qué? No lo se.
Irracional tal vez, pero miedo, colectivo, tangible. Miedo

La Tarasca. No recuerdo como se de su existencia, probablemente solo sea un cuento de viejos, escuchado a la vera del fuego.
La tarasca es un monstruo feo, que se lleva a los niños que se alejan, a los niños malos y a los niños buenos.
Dame la mano no te separes de mi, que viene la Tarasca…
No te alejes del fuego, no te marches a lo oscuro, que viene la Tarasca…

Apenas cinco minutos, marcados a fuego.
Empezaré por el final.
Princesa apareció entre lágrimas e hipos, espantada, encendida y asustada.

Una carrera de niño que no mira atrás, de niño que se cree con alas.
Y que volando, pierde de vista en la lejanía su hogar y se descubre incapaz de saber donde esta el horizonte…
El miedo le habrá enseñado a no volver a jugar lejos, a no esconderse.
A mi el miedo me dio mas miedo.
Me hizo consciente de su fragilidad… Y de la mía.
Y ahora con mi hasta hace poco bebe hoy niña en brazos, mientras huelo su pelo, y acaricio sus manos lo pienso.
Miedo a qué?
Dónde vivimos que nos hace pensar en lo peor cuando un niño se pierde de vista?
Miedo a no volver a oler ese dulce perfume de bebé.
A no volver a besar sus manitas regordetas y suaves.
A imaginar siquiera que unas manos malvadas osen tocarte o dañarte…
Miedo a no volver a ver esa sonrisa.
Miedo a no poder perderme de nuevo en tus ojos.

Qué clase de sociedad tenemos en la que caben enfermos capaces de hacer daño a un niño?
Qué clase de sociedad capaz de grabar en nuestro colectivo ese dolor, ese terror.
Una que se alimenta y convive con ellos y de ellos.
El que nos hace creer que alguien puede cometer monstruosidades a un niño.

Fueron cinco minutos. Y se paró el mundo.
Fue un visto y no visto, desapareció sin más, en un recinto cerrado, pero grande, con apenas afluencia en ese momento.
Princeso dio la señal de alarma, estaba aquí mamá, jugando, pero no la veo.
Fueron cinco minutos, pero los mas largos de mi vida.
Respira hondo, de la mano mi Princeso grande, en los brazos mi Princesito.
Princesa dónde estás? Todo el mundo alerta, registrando palmo a palmo, los organizadores del evento temiendo, buscando al encargado de megafonía, todos nerviosos, los susurros:
-Se ha perdido la pequeña.
-Esa tan bonita- Miedo.
Una niña de dos años.
Perdida.

La cabeza me da vueltas.
Leo en los ojos de todos.
Gente que sólo nos ha visto de pasada nos ayuda a buscarla, hay silencio entre los gritos llamándola, se corta el silencio.
Cómo se llama? Yo la vi pasar…
No vi a nadie extraño habéis observado a alguien desconocido?
Yo grito: Princesa!
Mis pulmones también gritan por la falta de aire.
Y mi corazón se ha parado incapaz de bombear.
Todo esta oscuro, el mundo, el sol, Princesa, Princesa, mi Princesa.
No me permito llorar, que no se asusten los otros dos.
Las caras de la gente mientras preguntan a mi paso:
-Ya ha aparecido?-Temor.
Cinco minutos, pero que largos!

Nadie fue capaz de decir en voz alta, tranquilos, estará jugando, es una niña.
A la voz de alarma, todos pensaron en lo peor, en el imaginario colectivo monstruos de dientes largos y uñas afiladas acechan el mundo y se llevan a las niñas bonitas lejos de sus madres.
Ese imaginario que se alimenta de las noticias en los periódicos, de las desapariciones, del miedo.
Porque este mundo también esta habitado por ellos, los que se agazapan en las alcantarillas esperando a su presa, los que se esconden a veces en la cercanía y la confianza para posar sus sucias garras sobre los niños.
Esos que llenan las cárceles por delitos tan horribles que una eternidad sería corta condena.
Esos para los que debió crearse el infierno, capaces de dañar a un niño.
El miedo esta grabado a fuego en todos nosotros, y a fuego se desprende y arde cuando los pierdes de vista.
Y a fuego rompen el alma de esas madres que gritan y reclaman desde las noticias.
Y a fuego te acompañan sus nombres durante esos cinco minutos, buscándola. Los nombres de todas las niñas que se perdieron en el bosque, aquellas a las que se comió el lobo-
Es entonces cuando quisieras que el mundo fuese menos mundo, y pudieses contenerlos para siempre dentro de una botella de cristal, donde mantener pura su inocencia, donde salvaguardar su ingenuidad, donde protegerlos eternamente.

Dame la mano Princesa, perderte de vista me ahoga, saberte frágil me asfixia, y hoy asustada y temerosa clamo un mundo mas puro y candoroso para ti.
Hoy todas las guerras son pocas por salvarte, y todos los precipicios bajos para saltarlos al vacío con tal de encontrarte.
Hoy una vez más la maternidad me golpea enseñándome que no hay mayor dolor que el amor, porque perderte, sería matarme, e imaginarte herida me daña y acongoja, me resta aire y me apaga la luz.
Yo no quiero un mundo así para vosotros.
Yo no quiero un mundo donde alimentaros de miedo.
Hoy quiero parar el orbe y echarme a navegar en un barco por el universo, huyendo de monstruos y tarascas, donde vosotros escondidos dentro, podáis crecer sin miedo.
Creced, creced rápido hasta poder entender el significado de las nanas y aprended a esconderos de los cocos.

Duérmete niña. duérmete ya…
Que viene el coco y te comerá…
Márchate coco de este lugar…

Tarasca de Dungeons and Dragons 4a Edicion
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