¿QUIEN CUIDA TUS HIJOS? Y LA ZAHA HADID QUE LLEVO DENTRO

Ganando dinero desde mi casa.


Por Marcela González

Como ya sabes este Blog no pretende nada. Solo me deleito en mis propias reflexiones imaginando que son leídas por miles y miles de personas en todo el mundo. Y a decir verdad no me alejo mucho de la realidad, pues cada vez que reviso mi Google Analytics compruebo con gran satisfacción y bastante morbo que recibo miles y miles de visitas en insospechados lugares del mundo.

Mi reflexión del día de hoy proviene de una situación que vivo hace 19 años, exactamente desde el momento en que supe que llevaba un hijo en mi barriga.  Yo tenía para entonces 19 años también (no no, no hagas cuentas!!…Es broma, hazlas.) Estaba haciendo mi séptimo semestre de arquitectura en la mejor universidad del país y de pronto me vi esperando una hermosa criatura.

Mi nivel de inconsciencia era tal, que jamás me planteé dejar los estudios. Al contrario, mi madre que siempre me ha apoyado, me daba más dinero para la comida con el fin de que me alimentara mejor, mis asignaturas fueron más relajadas dada la suerte de haber pasado ya por lo más complicado y mis miedos prácticamente eran nulos. Sencillo. No tenía ni idea en lo que me estaba metiendo.

La primera vez que sentí que algo diferente pasaba conmigo fue cuando escuché a una compañera de la universidad hablando de postgrado y especialización. Era claro que yo me iba a especializar en otros menesteres digamos que más caseros. Lo segundo y que definitivamente trazó una línea entre mis compañeros ahora profesionales y yo, fueron los concursos.

Como de la Universidad, salimos todos siendo unos diseñadores innatos y auténticos, creímos en gavilla que íbamos a competir con Frank Lloyd Wright  y con Frank Ghery, y que en cuestión de días seríamos catapultados al pódium de los mejores. Afortunadamente muchos a hoy conservan esa pasión y por ende muchos de los resultados que para entonces se imaginaron.

La Zaha Hadid que yo llevaba dentro, inmediatamente se quedó tras bastidores cuando al formar los primeros equipos de trabajo para los concursos de arquitectura, simplemente no fue incluida. Y ¿por qué? Porque en ese momento yo decidí que no me quedaría por fuera de mi casa ni uno ni dos días desvelándome para elaborar un proyecto arquitectónico sin ningún pago y solo por el altruismo del aprendizaje.  

Fue la decisión que tomé. Ni buena ni mala. Pero si no hubiera sido mamá, quizá hubiera participado, hecho migas con otros colegas arquitectos, o no. No lo sé. En mi mentalidad de entonces, suficiente era con trabajar hasta las 5 y de ahí para adelante correr a encontrarme con mi bebé.

A pesar de haberme hecho a un lado frente a múltiples oportunidades, ejercí hasta ahora una carrera llena de experiencias inolvidables, y seguro lo seguiré haciendo.

El diseño pasó a ser una especie de anécdota y me incliné por el trabajo en las obras de construcción. Con unas pérdidas económicas a veces súper representativas, me di cuenta de que cada “rayita” de cada plano significaba costos de mano de obra, costos de materiales, alquiler de equipos, tiempos muertos y un sinfín de cosas que solo hasta ahora apenas controlo.

Sin embargo para ejercer, cuando lo he hecho con mayor o menor intensidad, he tenido que hacerme la pregunta. ¿Y ahora quien podrá ayudarme? …jijij…no, no, la pregunta ¿Quién va a cuidar mi hijo? Está claro que nunca hice el pilón de horas que hacen muchos que decidieron, o bien no tener niños, o bien delegar su crianza.

Lo que hice en ese momento, digamos que ya no tiene importancia. Algunas veces me apoyé en las guarderías, en mi familia, en el colegio, y algunas veces me apoyé en él mismo, es decir dejándolo sólo como muchas madres lo hacen.

Visualiza esta imagen: Niños pequeños con llaves de sus casas, con instrucciones precisas sobre los hornos microondas, con niñeras variadas como la tele, la play, el DVD, que desde hace unos años vienen con un chip tecnológico y consiguen entretenerse con calculadoras, tablets y demás. 

Poco a poco ha ido cambiando esto. En algunos casos los abuelos echan una mano. En mi opinión, libre de ser criticada, no deberían ser sobrecargados de semejante responsabilidad, a sus años, con sus fuerzas físicas y con sus ansías por hacer lo que literalmente se les dé la gana después de una vida de sacrificio y esmero. Que los nietos son una bendición, eso es innegable. Que los niños se ponen insoportables, también.

Este fin de semana tuve la oportunidad de acceder a una información que me dejó los pelos de punta. 20 de cada 60 mujeres fueron abusadas sexualmente en su infancia. 20 de cada 60 mujeres crecieron con traumas asociados a ese abuso.

Muchas de ellas son hoy mujeres maltratadas, inseguras e incompletas. Muchas de ellas, jamás dijeron nada a nadie y se ensimismaron en la culpa y el dolor. Muchas de ellas solo fueron capaces de expresar su dolor 30 años después.

No es terrorismo, es la realidad. Y eso que no hemos hablado de los niños. A saberse cuándo se pueda hablar de ello.

Cuando pensé que mi hijo ya estaba grande, (tiene ahora casi 18 años), deseé tanto una niña que me compré una muñeca y le puse de nombre Sara. Era una bebé negra del tamaño de una nena de unos 8 meses de nacida.

Estuvo sobre mi cama durante bastante tiempo hasta que tuve una de verdad.  Mi Sara de carne y hueso no salió negra. Salió rubiecita y de ojos risueños, y hoy tiene 5 años. 

Así es que simplemente volví a empezar.

Ahora dime tu. ¿Quien cuida a tus hijos mientras pasas tantas horas fuera de tu casa?

Si quieres trabajar conmigo desde tu casa dedicando más tiempo a tus hijos, hazlo. Si no quieres, por supuesto no lo hagas.

Igualmente me encanta que me des la oportunidad de compartir esta reflexión contigo.

Y sabes qué? Si hay una Zaha Hadid dentro de mi, una que hace lo que quiere. La matemática que hace arquitectura como se le da la gana.

Besos y Abrazos.

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