La mayoría de las mamás que trabajan fuera de casa, sufre por dejar a sus hijos. Muchas veces se llenan de culpa porque se perdieron los primeros pasos o las primeras palabras, porque no estuvieron cuando se cayó al querer correr (porque si hubieran estado lo habrían podido evitar) o porque no pudieron ir a la actuación del nido. Suspiran cuando ven a una mamá que se queda en casa y disfruta de sus hijos.
Pero qué paradoja. Porque muchas mamás que se quedan en casa, se sienten culpables porque no aportan económicamente a la casa (vivir con un sueldo no es lo mismo que vivir con dos), porque estudiaron 3 o 5 años y no ejercen, porque están subidas de peso y no alcanza para el gym o la dieta, porque extrañan tener un tiempo para ellas, o porque esto o porque el otro...
Pareciera que la culpa fuera el apellido indeseado (y casi inevitable) que se le acollera al del esposo.
¿Les ha pasado? Pues creo que a todas, en mayor o menor medida. Y cuando ocurre, una sufre, se frustra, se enoja y hasta se deprime.
Cuando mi hijo mayor tenía alrededor de 2 años, trabajaba como independiente y tuve que viajar por unos días. El último día antes de volver sentía angustia y ansiedad, estaba hecha un loco por dentro, mis emociones a mil por hora, como un torbellino. Cuando llegué, abracé a mi esposo y cuando mi hijo me vio, se le iluminaron los ojos, sonrió, hasta que se acordó que me había ido y su mirada cambió a enojo y me volteó la cara. No me dejó abrazarlo ni cargarlo hasta el día siguiente! Casi me muero. Y eso que mi esposo pidió vacaciones para quedarse con él esos días que yo no estaría. Fue duro. Y ni qué decir de la culpa que sentía.
La culpa merece todo un post independiente así que en este me voy a centrar en lo que puse en el título: Trabajar o no trabajar... sin culpas.
Hace unos días estaba leyendo en la Biblia acerca de lo que significa ser una mujer virtuosa y me quedé pensando en que esta mujer sí que era trabajadora. Atendía a su familia, su esposo la llamaba bienaventurada, sus hijos la alababan, tenía criados, negocios, administraba su hogar.
Esta mujer virtuosa que se describe aquí, ciertamente trabajaba y con esmero y sabiduría. Pero también se dedicaba a su familia, no en vano la alababan sus hijos y su esposo. Y ese equilibrio no es sencillo de conseguir.
Entonces, creo, es una cuestión de etapas y prioridades. (Eso, en sí mismo, es un reto porque lo queremos todo).
Cada familia es un mundo. El carácter de cada cónyuge, de cada hijo, las necesidades particulares de esa familia, la etapa que están viviendo, los recursos con los que cuentan y decenas de consideraciones más. Por eso, lo que funciona para una familia, no necesariamente funciona para otra.
Si trabajo en oficina, desde mi casa, si tengo un negocio, si hago algo esporádico, si solo me dedico a mi casa y a mis hijos... es una cuestión de prioridades y necesidades familiares.
¿Tienes que decidir? Pon las cartas sobre la mesa y evalúa.
Primero que nada, no decidas sola. Tú y tu esposo son un equipo. Conversen con el corazón. Hagan una lista si es necesario.
¿Qué podrían considerar?
Qué edad tienen tus hijos
Si son pequeñitos ¿tendré alguien de confianza que los cuide bien mientras yo estoy trabajando?
Si están en el nido ¿quien los llevará, recogerá, atenderá y cuidará cuando yo no estoy?
Mi hijo es muy difícil a la hora de comer, ¿lo alimentarán bien cuando yo no esté?
Si están en el colegio ¿quién estará con ellos cuando vuelvan, con quien harán las tareas y compartirán lo que les suceda en colegio, a quién le contarán del primer chico o chica que les guste?
¿Quién se dará cuenta de las dificultades que está atravesando que él no sabe cómo explicar?
¿Es fundamental que trabaje ahorita? ¿Puedo posponerlo un tiempo más?
Qué necesidades económicas tenemos ahorita, ¿podemos vivir con un solo sueldo?
Mi hijo es de alta demanda o de voluntad firme, no se trata solo de cuidarlo, hay que educarlo, enseñarle a obedecer. Quien lo cuide ¿lo hará? ¿podrá?
¿Qué posibilidades tengo de hacer algo por mi cuenta o por horas?
Estas son solo algunas cosas, de hecho se te deben estar ocurriendo muchas más.
Cuando formas una familia ya no solo eres tú y tus deseos o aspiraciones (o yo con los míos, por supuesto). Se convierten en una comunidad, donde los miembros se aman de verdad, donde el amor significa hacerle el bien al otro; donde los anhelos y necesidades de todos entran al tablero familiar y todas cobran importancia y, según la etapa que están viviendo, se convierten en la prioridad de esa etapa. El egoísmo no tiene lugar y, por tanto, la culpa tampoco (no deberían, al menos).
Pero tampoco es que la individualidad de cada uno se pierda en ese proceso, las cosas no tienen que ser excluyentes, pero sí es fundamental establecer prioridades saludables para la familia como comunidad, con sus características, necesidades, expectativas y consideraciones, sin egoísmos, sin culpas, con amoroso sacrificio. Todos ponemos el hombro para construir la etapa que toca.
La verdad es que lo que siembras, cosechas.
El tiempo que inviertas en tus hijos tendrá impacto en el corto y largo plazo. Si tienes que trabajar, no dejes que la culpa te torture por no estar todo el tiempo con ellos; trabaja con amor y esfuerzo, y aprovecha el tiempo con tus hijos, involúcrate en sus vidas aún estando en la oficina. Si dejas de trabajar, tampoco dejes que la culpa te torture por no aportar económicamente a la casa o porque no estás creciendo profesionalmente. Estás creciendo como persona y como familia, estás sembrando en la vida de tus hijos y, como leí una vez, en esta época es un lujo para la familia que mamá se quede en casa. Son etapas, tal vez más adelante lo hagas, o no. Lo evaluarán cuando toque hacerlo.
Piensa también en tus motivaciones. La mayoría de los padres queremos darle todo a nuestros hijos, darles lo mejor. Pero es una cuestión de perspectiva. Para tus hijos, tú -papá y mamá- eres lo mejor. Así que, trabajes en oficina, desde tu casa o te dediques a ellos (lo cual también es trabajo pero no remunerado económicamente), hazlo sin culpa, con amor, alegría y gratitud. Porque sabes que cualquiera que sea tu decisión, lo haces por tu familia.