Después de tantos años yendo a las Landas, a Burdeos, Arcachón, Cap Ferret, y La Rochelle, todavía no me explico como pude darla de lado tantas veces, parecía que estaba enfadada con ella, pero nunca es tarde, y este año, Alberto, mi marido, me dijo ¿y qué tal si por fin vamos a ver la famosa duna?, así que antes de volver a casa después de un genial fin de semana con mi familia en Burdeos, decidimos por fin ir a conocerla, y no pude por mas que pedirla miles de perdones por no haber ido a saludarla antes.
El factor sorpresa tuvo mucho que ver para que lo pasáramos tan bien con los niños. El día anterior, avisé a todos menos a los pequeños de a donde íbamos, para sobre todo, informar de que aunque vestidos con gorras, bufandas y prendas de abrigo, nos íbamos a embadurnar de arena, y ¡Qué arena!, fina, limpia, fresquita y sobre todo alta muy alta.
Visitar La Duna de Pilat, es muy cómodo viene muy bien señalizado. Según llegas encontrarás un parking con su mismo nombre, y en frente, un paseo con 4 o 5 puestos y unos baños a la izquierda, y también varios puestos para comer algo, cerrados por fuera de temporada, así que si vas a la hora de comer, está bien que sepas que justo allí no encontrarás nada así que, se previsor y lleva unos buenos bocadillos.
Es muy curioso ver cómo esos puestos, típicos de verano, sustituyen las gorras de sol y los bikinis por gorras de invierno y bufandas, eso sí, los imanes típicos de la zona, las conchas de arena y las postales de la duna, seguro que se mantienen en su sitio todo el año, y es que aunque menos, esta gran maravilla de la naturaleza, tiene visitas todo el año ¡y no me extraña!.
No te puedes imaginar las caritas de los niños, cuando vieron por donde íbamos a subir vestidos y con calzado "¡Pero mamá!, ¿vamos a meternos en la arena así vestidos? claro que si, cariño...venga hacemos una carrerra a ver quien llega antes?...1, 2 y 3...y desde que entramos en la Duna hasta que salimos no paramos de reír, jugar y pasarlo bien.
Y si algo tengo que destacar de esta gran visita, fue sin duda alguna sus maravillosas vistas. Llegar arriba después de un costoso ascenso por la densa arena resultó ser primero un alivio, seguido de una gran ovación ¡increíble! ¡qué vistas!. Por un lado el inmenso océano con vistas lejanas al bonito pueblo de Cap Ferret, y por el otro, un millar de pinos nos sorprenden con su intenso color verde y marrón. No sabría deciros cuales de las dos nos impresionaron mas, solo sé, que estar allí arriba nos recargó las pilas ¡nos hizo respirar!.
¡Una gran sorpresa llena de arena convertida en una divertida y gran experiencia! grande muy grande, y es que se trata de la mas alta de Europa.