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Corrió tras la huella de un perrito. El sol brillaba en el cielo. La arena de la playa quemaba sus pies. Cuando el perro se perdió entre la multitud, se dio cuenta de lo lejos que había llegado.
Ya no veía a su mamá, ni a su papá, ni a sus hermanos. Las lágrimas brotaron de sus ojos al sentirse solo.
Una amable mujer se dio cuenta de que estaba perdido, se acercó a él, le dijo que lo ayudaría. Empezaron a caminar por la playa al ritmo de las palmadas de la mujer.
Rápidamente, las demás personas empezaron a aplaudir también. Pronto, todos en la playa aplaudían, mientras él caminaba de la mano de la señora.
Su mamá escuchó los aplausos desde donde estaba. Como había notado su ausencia, enseguida pensó que era él. Corrió a su encuentro y lo abrazó con fuerza. Ese verano aprendió una importante lección.