Algunas madres sufren buscando una peluquería dónde no les cueste demasiado dinero cortar el pelo a sus hijos pequeños. Y resulta que ellos disfrutan cortándoselo ellos mismos.
Yo tengo dos ejemplos en mi familia. Mi hermana se cortó el flequillo cuando era pequeña y estuvo un rato intentando convencer a mi madre de que estaba jugando con las tijeras y, no se sabe cómo, se abrieron y cerraron sobre su pelo, sin que ella tuviese nada que ver en el asunto.
El segundo ejemplo es bastate reciente. Mi sobrino Íñigo se cortó el flequillo una semana antes de cumplir los 5 años. Pocos días después de cumplirlos, estaba su padre peinándole y le dijo: “¡Menudo corte de pelo te hiciste el otro día”. Y el niño le contestó rápido y con voz de desprecio: “Eso fue cuando tenía cuatro años”.