¿Te sientes frustrad@ una y otra vez cada vez que tu hij@ no te hace caso? ¿Repites las cosas mil veces pero ell@s no lo hacen hasta la 1001 momento en que pegas el grito? ¿Tienes la sensación de estar luchando continuamente con ellos? Para ir a la ducha, para sentarse a cenar, para que se vistan, para que se quiten la ropa, para que se pongan el pijama, para que recojan los jueguetes….¡STOP! Existe un remedio infalible para que dejes de sentirte así y termines con todo este estrés…
REVISA TUS EXPECTATIVAS Y ASUME QUE LAS PREFERENCIAS DE LOS NIÑOS SON DISTINTAS A LAS DE LOS ADULTOS.
Cambia tu actitud y verás como entonces todo lo demás también cambia. Y déjame que te explique con más detalle para que puedas llevarte de este artículo herramientas realmente útiles.
1. Lo primero de todo que necesitas hacer es cuestionar esta premisa. “Los niños tienen que obedecer”. ¿Es esto cierto? ¿Deseas enseñar a tu hijo a que obedezca? ¿Si un niño aprende a obedecer qué va a hacer cuándo no reciba órdenes? ¿Cuándo sea adulto le va a resultar útil obedecer? …. Yo creo que en realidad nadie quiere enseñar a sus hijos a obedecer puesto que eso los hace manipulables y les corta toda su capacidad de pensamiento crítico. Lo mejor que podemos enseñar a un niño es a pensar por sí mismo, a decidir por sí mismo y a hacer las cosas que estén alineadas con su valores.
2. Ahora que vemos que obedecer no es tan importante cambiemos nuestras expectativas. Esperar que un niño obedezca a la primera es tener una expectativa muy alta. Ellos tienen unas prioridades muy distintas a las nuestras y para ellos es mucho más importante jugar que ducharse. Esto es muy lógico puesto que jugar les ayuda a desarrollar su cerebro, a madurar, a descubrir su mundo, a hacerse mayores…jugar es lo más importante en la vida de un niño. Después viene comer y dormir y para muchos puede resultar una auténtica pérdida de tiempo. ¡Y es normal! Necesitamos entender esto para no frustrarnos cuando es la hora de cenar y ellos todavía están jugando tan panchos a pesar de las 10 veces que les has repetido a la mesa. Si comprendes que esto es normal y que tus hijos no tienen ningún problema porque no te obedezcan te ahorrarás muchos disgustos. Por otra parte ¿crees que puedes esperar que cuando tenga 16 años sin más? Creo que no vale la pena malgastar tiempo y energía en conseguir algo que dentro de unos años no nos va a resultar útil. Mejor comenzar a utilizar desde pequeños las habilidades sociales que nos van a ayudar a obtener colaboración de nuestros hij@s y que nos van a resultar útiles toda la vida. ¡Tómalo como un entrenamiento!
3. Confía en tus hijos Supongo que ahora no te obedece cuando es la hora de ir a la ducha, cuando hay que recoger juguetes, es el momento de sentarse a comer, cuando se levanta de la mesa y le pides que se vuelva a sentar, cuando es hora de apagar la tele….etc. ¿Imagina a tu hij@ dentro de 15-20 años? Piensa en si crees que esto seguirá siendo así con cada una de las situaciones en que ahora tu hijo no te obedece. Por ejemplo, con la ducha….¿crees que no se duchará nunca cuando sea adulto? ¿Tendrás que decirle cuándo se tiene que duchar? No. Lo más probable es que le guste ir limpi@. Y lo más probable es que no acepte que le digas cómo y cuándo tiene que ducharse. Con esto no me refiero a que tengas que dejar que haga lo que quiera, no, tu eres su guía y tu le ayudas a adoptar hábitos saludables que en un futuro realizará con gusto y por sí mis@. Con esto lo que me refiero es que no vale la pena convertir estos momentos en una pelea porque cuando pasen los años lo más probable es que tus hijos realicen todos estos hábitos por sí mismos, a no ser que tengan muy mal recuerdo de esos momentos. Los hábitos se aprenden desde la alegría, se integran más fácilmente a través del juego y cuando resultan agradables. Todo será más sencillo para ambos si tu afrontas con una actitud de confianza todos estos momentos en los que tu hijo no obedece. Cuando sea mayor sabrá qué es lo mejor para él y para todos si ve en la familia el respeto y el amor.
4. Por último piensa en para que estás educando a tus hijos. ¿Los educas para la obediencia o los educas para que sepan enfrentar las dificultades, para la responsabilidad y para la capacidad de decisión propia? La respuesta está clara, los educas para la segunda opción, tú quieres que tus hijos sean responsables, tengan criterio propio y sepan tomar decisiones adecuadas y respetuosas con todo el mundo. Pero a veces actuamos con ellos de manera que nos acercamos más a la primera opción. No pasa nada, es lo que nos han transmitido generación tras generación desde hace años, en aquella época en que se querían ciudadano idénticos cortados todos por un mismo patrón y que no cuestionaran nada. Si frente a estos momentos en los que los niños no hacen lo que queremos nos damos cuenta de que no se trata de que obedezcan si no de qué aprendan a pensar y a decidir por sí mismos estaremos dispuest@s a utilizar herramientas de negociación, preguntas, a trabajar con ellos las rutinas y los hábitos, a dedicar tiempo a enseñarles, a ir decidiendo poco a poco el control de sus vidas hasta que lleguen a la edad adecuada en la que podrán decidir qué hacer en cada momento (por supuesto sin olvidarnos por el camino de las normas y los valores necesarios para garantizar el respeto hacia las personas).
Y para terminar éste artículo tan sólo quiero ponerte un ejemplo personal sobre algo que me ocurrió con mis hijos, más en concreto con el peque. El momento de ir a la ducha, de ir a comer, de apagar la tele, de todo era un conflicto. Su respuesta era no o directamente ni me escuchaba. Para él todo era jugar y jugar y más jugar. Así que decidí que no iba a luchar por eso, que no quería que mi hijo obedeciera porque yo lo decía si no porque para él era algo agradable ducharse, y entendí que cuando fuera mayor todo esto quedaría en una anécdota. Así que me relaje, con lo cual tuve ganado mucho bienestar y tranquilidad.
Entonces animé a mi hijo a que tomara partido de la decisión de ir a la ducha. Hicimos un plannig que, aunque ciertamente no entendía puesto que tenía 3 años, nos sirvió para sentarnos 3 minutos juntos y demostrarle que quería escuchar cuándo prefería ducharse.
Le dí 2 opciones: Antes de jugar o después de jugar. ¿Sencillo no? A mi me daba igual y te imaginas cuál escogió él…
Entonces, cuando llegaba la hora de ir a la ducha recordábamos el planning y el acuerdo que habíamos llegado (eso si, siempre hablándole dónde me pudiera ver) y en ese momento volvía a ofrecerle dos opciones limitadas acerca de la manera en que quería ir hasta la ducha. A caballito o haciendo el cangrejo….¡Echándole imaginación! Escogía su opción e íbamos veloces a la ducha
Una vez allí tocaba repetir la operación: ¿Te quitas primero el pantalón o la camiseta? ¿Qué te quito yo y qué te quitas tú?
Y una vez dentro de la ducha a jugar con sus cacharritos de la ducha. Era un pelín pesado al principio tener que plantearle a cada momento opciones limitadas pero enseguida me salieron solas y al cabo de unos meses ya no hicieron falta porque era él mismo quién comenzaba a quitarse la ropa. Y a día de hoy, salvo excepciones o rachas, ya no hace falta que le pida si quiere ir a caballito a la ducha o de otra manera; hoy, que han pasado 2 años o más desde que comencé a enfocar la rutina de la ducha de esta manera, tan sólo necesito avisarle que se acerca la hora de la ducha y cuando ya si llega la hora, ir a su habitación, mirarle y asegurarme que me escucha, y decirle que ya es hora. A veces viene enseguida, otras veces me dice “vale ya voy” y tarde 1 o 2 minutos (y yo le espero pacientemente ), otras veces está tan enfrascado en el juego que me dice que no quiere ducharse y entonces volvemos negociar “es que te está gustando mucho este juego ¿verdad? ¿Quieres dejar las cosa tal y como están para después de la ducha seguir jugando o prefieres recoger ahora y yo te ayudo?” Y de nuevo acabamos solventando la situación sin estrés y en menos de 5 minutos.
Espero que este artículo te haya resultado revelador y que te ayude a cambiar tus expectativas y algunas creencias. Si has leído hasta esta línea muchísimas gracias. Estaré encantada de leer tus comentarios y te agradezco que compartas tus experiencias.
Un abrazo fuerte,
Nuria.
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