Día de la Madre – Anécdotas y recuerdos

Estamos a menos de una semana para celebrar el Día de la Madre, y quiero aprovechar esta fecha tan significativa para contaros una de las tantas anécdota que con el paso del tiempo las recuerdas con cariño y entre risas, pero que en su momento me quise morir de la vergüenza y dije tierra trágame.

Toda madre sabe que, en algún momento de su vida, uno de sus hijos, esos pequeños duendes a los que más quieres y por los que darías tu vida, te harán pasar por la situación más bochornosa que hayas podido imaginar. Y no será ni mucho menos en un entorno familiar, amistoso o de confianza, sino que mostrarán su más sincera opinión en el momento menos indicado y sin filtros.

Anécdotas y recuerdos que deberían ser contados

Erase una vez… Hace como 2 años aproximadamente, nuestra hija comenzó el curso de primaria en su actual colegio y se hizo muy amiga de una compañera que iba a su misma clase. Después de unos meses, decidió invitarla a jugar a nuestra casa. Pero ya sabéis como funcionan las relaciones infantiles, invitas a la amiga y finalmente vienen los padres, hermanos pequeños etc. Así que organicé una merienda de bienvenida para toda la familia.

Resulta que después de tenerlo todo preparado, su amiguita enfermó a última hora y no pudo venir. Y esa misma mañana, había ido a una de las mejores pastelerías que hay por nuestra zona para encargar 1/2kg de pasteles con la intención de dar una buena impresión, pues era la primera toma de contacto con esta familia.

Como el plan se canceló a última hora y ya teníamos la tarde perdida, decidimos ir a dar un paseo en familia. Mi hija, sugirió pasarnos por aquella pastelería. Mi respuesta podía haber sido un simple no, pero decidí explicarle el motivo real por el que no íbamos a ir a merendar allí.

Le dije que era un sitio muy caro, que ya habíamos comprado unos pasteles que habían costado mucho dinero y, como su amiga finalmente no había podido venir, nos los teníamos que comer nosotros porque se iban a poner malos en menos de 48 horas y sino, tendríamos que tirarlos a la basura. He de aclarar que mi intención en todo momento era transmitir a mi hija el valor de las cosas así como la importancia de no malgastar el dinero.

Hasta ahí todo bien. Pero al día siguiente, mi hija volvió al colegio y se reencontró con su amiga. Como su compañera aún estaba malita, tenía que tomar una medicina que le suministro su madre y decidió acompañarla para que no estuviese sola durante el recreo.

Cuando la madre de su amiga llegó, saludó a mi hija y le hizo un inocente comentario que no tenía por qué haber transcendido a más. En concreto, le dijo, Que faena que finalmente ayer no pudiésemos vernos, pero no te preocupes, porque en cuanto la peque se mejore os hacemos una visita a vuestra casa. Entonces, mi hija que estaba muy preocupada por nuestra economía, le respondió a la mamá de su amiga:

¡Si claro! Pues ayer mi madre fue a comprar unos pasteles que eran carísimos y, como no vinisteis a casa, ahora se van a poner malitos. Y que sepas que nosotros no tenemos dinero para comprar más pasteles. Así que si vienes otro día, mejor los compras tú.

Y así, sin más, mi quería hija, la única que tenía por aquel entonces y que me quitó las ganas de volver a ser madre, salió del colegio súper contenta por haber defendido y apoyado a su familia, y por supuesto, muy orgullosa porque había logrado que, su madre, es decir yo, no tuviese que gastar tanto dinero. Porque si algo le trasmití por error a mi hija aquella tarde, es que no teníamos dinero ni para comprar unos pasteles.

Cuando llegó a casa y nos contó lo que había pasado con una sonrisa en la cara, yo no sabía donde meterme. Me entró una descomposición por todo el cuerpo, me encontraba en un estado en el que no sabía si gritar, llorar, reír o cambiar a mi hija de colegio. Finalmente y a causa de los nervios, me dio un ataque de risa y pensé, que pena, parecían tan majos y estábamos tan cerca de entablar una amistad… Y mi marido me miró y me contestó, ¡olvídate! mejor nos mudamos y así mañana no tenemos que pasar por este mal trago cuando nos los crucemos en el colegio.

Al final decidí sacar pecho y escribí a la mamá de su nueva amiga para aclarar la situación porque sabía que, tarde o temprano me encontraría con ella cara a cara. Con mucha sinceridad, le expliqué que, con mi buena intención de transmitirle los mejores valores a mi hija, le envié un mensaje erróneo que ella obviamente interpretó de una forma muy diferente a como yo se lo dije.

La mamá de su amiga, entre muchas risas, intentó restar importancia a lo sucedido y me dijo que no tenía de qué preocuparme, pero que al mismo tiempo se sentía mal por lo de los pasteles y que por favor, la próxima vez compraba ella la merienda. No os podéis ni imaginar el bochorno que pasé en aquel momento.

Y esto familias, son las perlas que nos ofrece la maternidad en nuestro día a día. Por supuesto de toda experiencia se aprende, y si algo he aprendido sin lugar a dudas, es a medir cada palabra que comento delante de mis hijas. Esta es solo una de las tantas anécdotas que voy almacenando en el cajón de la vergüenza y que se merecen un ¡GRACIAS MAMÁ! por todo lo alto.

Regalos para el Día de la Madre

Este año esperaba recibir mi manualidad por el día de la madre, pero como ya sabéis, en los colegios han sustituido la celebración de los días de la madre y del padre por el de la familia. Así que he lanzado alguna indirecta a mi marido para que se tire el rollo y me compense por todos aquellos momentos que he pasado y que aún quedan por llegar. Como ahora estoy muy creativa con el Scrapbook, me he pedido la impresora Canon Selphy que vi hace unos días en la web de PcComponentes para poder imprimir desde casa las fotitos que voy añadiendo a los álbum de recortes.

Buenos familias, os animo a que dejéis un comentario al final del post contándome vuestras anécdotas, trastadas o los momentos más bochornosos que os ha brindado la maternidad.

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