Efectivamente, mucho tenemos que aprender de los daneses en cuanto a familia se refiere. Y es que en cuanto llegas, te das cuenta de que algo deben estar haciendo de forma distinta cuando en cualquier sitio ves familias jóvenes con dos y tres hijos seguiditos. Los llevan en los carritos de las bicis, que por cierto, dejan aparcadas en la calle sin candado (oh my god), y en todos los lugares que hemos visitado, los pequeños de la familia no sólo son bien recibidos sino que siempre hay una sonrisa amable para ellos.
Y es que Dinamarca es un destino ideal para ir en familia y ahora te cuento porqué:
Porque son amables y educados
Porque los niños participan en todas las actividades de la vida diaria
Porque mola muchísimo ver los carritos de las bicis en donde van los peques al cole
Porque tienen uno de los parques de atracciones más rematadamente bonitos del mundo. El Tívoli. Y está en pleno centro de la ciudad!
Porque en verano amanece a las cinco de la madrugada y anochece a las diez de la noche
Porque si aún tienes ganas de más atracciones, prepárate a disfrutar de Legoland
Porque aunque te metas sin querer con los niños en el vagón del silencio, un danés les recibe con una amplia sonrisa
Porque los trenes tienen vagones sólo para bicis (y wifi)
Porque hay castillos preciosos que puedes visitar sin hacer colas oh yeahh
Porque Hans Christian Andersen es danés y eso es un puntazo
Aunque el vídeo es un pequeño resumen de lo que visitamos en el país, hoy me centraré en Copenhage. Mucha gente dirá que la capital de Dinamarca bien podría verse en tres días, sin embargo, yo te diré que fácilmente se puede disfrutar una semana si después de visitar lo más famoso y conocido, te dedicas a pasear por sus barrios ya que descubrirás lugares con muchísimo encanto del que será difícil salir sin un buen puñado de fotografías.
Barrios como Nyboder, un conjunto de casas que en su día fueron construidas para el antiguo cuartel naval de Copenhage y que tan característico es con sus fachadas pintadas de naranja. O las calles aledañas con pequeñas casitas como de cuento con sus bicis aparcadas que te dan ganas de llamar a la puerta solo para ver ¿quién vive ahí?
Pero el Nyhav será sin duda uno de los lugares que visites con más ganas por ser el principal reclamo de las guías turísticas. Y no te mentiré, es una preciosidad al atardecer, por la noche y por la mañana con la fresca. Es bello sin más. Pero ya que has llegado hasta ahí, camina un poquito más y acércate al Papiroen o Paper Island, una zona en donde podrás comer al más puro estilo “Street Food” pero como con más diseño.
Pero te aseguro que te sorprenderás con el Kastellet y sus inmensos campos verdes de caminos sinuosos, sus molino en medio de la nada, y sus iglesias y fuentes.
Tanto te gustará que el único mal sabor de boca te lo dejará esto:
Pasear por Ostrebro, alrededor de sus lagos y pararte en una de sus cientos de panaderías y probar las “Carrot Cake” que siempre te dejan a la puerta para darte la bienvenida. Y arruinarte en el súper. Porque Copenhage de barato no tiene nada. O simplemente quedarte en casa a descansar y asomarte a la terraza a observar las bicis y sus timbres, los carritos, los runners desde primera hora de la mañana…
Todo eso es Copenhage y una vez más te animo a viajar. Da igual si lo haces al pueblecito de al lado o te coges un avión con los niños a cuestas a un destino lejano. Viajar abre la mente y alimenta el espíritu.
¡Enjoy!
.