No sabía lo importante que era enseñarle a andar en bicicleta a mi hijo hasta que un “adulto joven” que iba en un auto paró a decírmelo: “qué buena mamá eres! Tu hijo es muy afortunado!” (“Wow! What a great mom you are, your son is so lucky”).
No supe qué decir más que sonreír y dar las gracias, pero cuando se fue me cayó una lágrima de emoción (desde que soy mamá soy una llorona total, antes no lloraba ni con las películas más tristes, pero ahora sólo basta con un comentario de un extraño).
No dejé de repetir esa frase en mi cabeza, no por vanagloriarme, sino todo lo contrario. Cómo iba a saber él si soy buena o mala si no me conoce (además que aunque intento ser mejor cada día siempre fallo en algo).
Hoy vuelvo a salir con mis hijos, uno en su patineta y el otro en su bicicleta (sólo tienen 2 y 3 años, la bicicleta es de las de balance y la patineta aun no la domina), pero creo que ya entiendo a qué se refería. Es el trato, la dedicación y la emoción que muestras cuando aprenden o logran algo, tan felices que son ellos de mostrarte sus logros, de saber que estas ahí para seguir cada uno de sus pasos, mirándolos, alentándolos, aplaudiéndolos o recogiéndolos e invitándolos a volver a intentar.
Qué importante es enseñarles y disfrutar con ellos de eso, acompañarlos en pequeñas cosas para nosotros, pero para ellos es todo un mundo. Cuando se equivocan estar ahí para que cuando se vuelvan a equivocar sepan que tienen un papá o mamá a quien mirar y sentirse apoyados, cuando se ríen reír con ellos, cuando lloran darles la atención que necesitan, siempre reforzando su autoestima y seguridad porque es lo más básico en su formación (al menos eso dicen absolutamente todos los libros y artículos que he leído).
No soy psicóloga, sólo una mamá de 2 niños, y en estos últimos 4 años he aprendido muchísimo de sus emociones, como controlarlas, ayudarlos, apoyarlos, acompañarlos, etc.
No es fácil criar a los hijos, nadie nos preparó para esto, ni mucho menos existe una única receta. Sé que estoy muy lejos de la perfección, pero cada día intento dar lo mejor de mí y ser una “buena mamá” de acuerdo a mis principios, valores, cultura, creencias, etc,. Cada uno tiene su propia forma, y mientras ésta sea con todo el amor y dando lo mejor de uno no existen mejores ni peores, sólo son diferentes.
El deseo más grande que tengo para mis hijos es su felicidad, y voy a dar todo para aportar lo que más pueda en la realización de esto. Dejo esta invitación, a querer ser cada día mejores personas y a dar lo mejor de cada uno. Soy una convencida de que sólo con eso se puede cambiar al mundo
Totty
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