Es posible que antes de tener un hijo fueses de las que se cuidan. Hacías algo de deporte, tenías tiempo para vaguear en el baño mientras echabas unas sales a la bañera o te ponías una mascarilla, y fundamental, cuidabas tu dieta. Procurabas comer sano, nada de picar entre horas.
Seguiste igual de aplicada en el embarazo. Algún capricho, pero nada de excesos.
Una vez tienes a tu bebé, las cosas varían poco. En el postparto debes cuidarte, comer equilibrado…Está chupado, llevas haciéndolo media vida. La lactancia te da bastante hambre, pero oye, que te quiten lo bailao, porque ves cómo tu bebé mama sin parar mientras tú ya te puedes meter en tus antiguos vaqueros.
Pero…(por supuesto que tenía que haber algún ?pero?)…llega ese momento crítico a la par que inolvidable en el que tu criaturilla empieza a comer solo.
Te ha costado lo tuyo, y puede que se empeñe en usar la cuchara para comer espaguetis, pero en general se las apaña bastante bien. Se le caen cosillas al suelo, y descarta pequeños pedazos, que tú te llevas a la boca instándole a que se los coma también.
Asimila rápido e imita todos tus movimientos. Aprende enseguida que tú eres la persona que se come todo lo que él no quiere. Y de repente, siente una necesidad imperiosa de darte de comer. De ofrecerte un bocado tras otro.
Siento decirte que, has caído de lleno en el síndrome de la madre sobr(a)e alimentada. Sí, sobre alimentada porque te pegarás todo el día comiendo, a punto de reventar, y sobra alimentada, porque tu dieta consistirá básicamente en alimentarse de las sobras de tu hijo.
Si aún no sabes de qué te hablo estás de suerte, puede que estés a tiempo de evitarlo, pero si ya es demasiado tarde, no desesperes, hay trucos para sobrellevarlo mejor:
? Que le dé de comer papá. Está demostrado científicamente (seguro que alguien en algún lugar ha hecho experimentos con esto) que sólo afecta a las madres. El padre no se contagia. Eso sí, evita pasar por la cocina hasta que no se hayan tirado todos los restos a la basura o corres el riesgo de “sentir pena” y llevártelos a la boca.
? Entre horas ofrécele fruta. Puestos a comer, que al menos sean cosillas sanas. Nada de galletas, chocolates y demás chucherías. Él no las necesita, y tú menos. Recuerda, ¡te entran los vaqueros!
? Sírvete la mitad del plato. ¿Crees que es poco? Cuando te hayas comido tu plato y gran parte del de tu hijo, que te ha debido ver cara de famélica, verás que estabas equivocada. Además, siempre estarás a tiempo de servirte un poco más.
? Ten siempre a mano un táper. Asi podrás guardar inmediatamente lo que sobre y no te sentirás obligada a comértelo tú. Ojo, no vale meterlo en el táper para acto seguido hincarle el tenedor.
? Si no tienes perro, es hora de tener uno. Nadie estará tan complacido como él de comer todo aquello que sobra en casa.
Lejos de mejorar, si no se toma realmente en serio, el síndrome va endureciéndose, haciéndose progresivamente más resistente. Así que, por el bien de tu estómago (y del éxito de tu operación bikini) por favor, no dudes en seguir estas instrucciones y compartir conmigo cualquier remedio que conozcas y te haya resultado efectivo
¡Feliz semana!
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