“Tener miedo a estar colgado a una altura de 10 metros es razonable, miedo a bajar un bordillo, no”.
El miedo es una respuesta emocional que se presenta ante la presencia de peligros o amenazas, y se relaciona con el concepto de defensa. Un mecanismo que nos permite reaccionar ante el entorno.
Es una emoción básica del ser humano que se vincula a la supervivencia.
Por lo tanto, es normal sentir este tipo de emoción y, lo más importante, es necesario experimentarla desde que somos niños para poder desarrollar estrategias futuras ante situaciones, pensamientos y objetos que impliquen una amenaza real.
Si entorpece y ocupa un hueco importante en la vida de una persona, alterando de forma significativa su desarrollo cognitivo y emocional, toma un sentido disfuncional que habría que erradicar, puesto que podría desencadenar en la aparición de una fobia.
Según los estudios, existen miedos innatos, hay una predisposición evolutiva a ciertas situaciones dependiendo de las especies, por ejemplo, la cebra siente miedo del león.
Hay miedos aprendidos, por experiencias vividas propias o ajenas, por ejemplo, al sonido de una ambulancia.
En los menores, dependiendo de la etapa evolutiva en la que se encuentren, van a presentar unos miedos que son considerados propios del desarrollo y por lo tanto adaptativos.
A continuación, se muestra la CRONOLOGÍA DE LOS MIEDOS INFANTILES, considerados normales, según los psicólogos estadounidenses Thomas R. Kratochwill y Richard J. Morris:
0-6 meses: pérdida súbita de apoyo (del soporte) y ruidos fuertes.
7-12 meses: a las personas extrañas y a objetos que aparecen súbitamente
1 año: separación de los padres, personas extrañas.
2 años: ruidos fuertes (sirenas, aspiradores, alarmas, camiones…), animales, oscuridad, separación de los padres, objetos o máquinas grandes y cambios en el entorno personal.
3 años: máscaras, oscuridad, animales, separación de los padres.
4 años: separación de los padres, animales, oscuridad y ruidos.
5 años: animales, separación de los padres, oscuridad, gente “mala”, lesiones corporales.
6 años: seres sobrenaturales, lesiones corporales, truenos y relámpagos, oscuridad, dormir o estar solos, separación de los padres.
7-8 años: seres sobrenaturales, oscuridad, temores basados en sucesos emitidos en los medios de comunicación, estar solos, lesiones corporales.
9-12 años: exámenes, rendimiento académico, lesiones corporales y heridas, aspecto físico, truenos y relámpagos, muerte y, en pocos casos, a la oscuridad. La importancia de ser conocedores de la etapa evolutiva en la que se encuentra el menor, permiten manejarle, así como permite, que los mismos progenitores controlen las situaciones, sus propias sensaciones y conductas. Lo que conlleva seguridad y tranquilidad que transmitirán a sus hijos.
PRÁCTICA:
¿En qué etapa se encuentra tu hijo?
¿Reconoces cuales son sus miedos? ¿Son adaptativos?
Bibliografía:
Marina Jose Antonio. “Los miedos y el aprendizaje de la valentía”. 2014. Ariel.