Digamos que todo en el anuncio fluye con normalidad. O al menos con toda la normalidad que pueden fluir estos anuncios lacrimógenos que con una musiquita emotiva de fondo y cuatro imágenes de bebés calan pronto en el interior del telespectador. Sonrisa de bebé, imágenes de paisajes bucólicos, escena del parto, abuelos entrañables, voz en off con discurso sensiblero directo al corazón… Y entre todo ello, como quien no quiere la cosa, la siguiente escena…
¡Un bebé con biberón! En algún post anterior (ya no recuerdo cuál) mencioné la capacidad que tiene la industria para haber entronizado en nuestras vidas un utensilio que, teóricamente, es el sustitutivo de algo tan natural y primario como el pecho materno. Hasta el punto de que antes de tener un bebé, unos papás primerizos puedan a llegar a acumular una decena de bibes. Hasta el extremo de convertir en normal algo industrial y relegar al terreno de la rareza algo que es parte de nuestra condición como mamíferos.
Y si lo pensáis bien, es imposible escapar a la influencia del biberón. Está en el anuncio de Central Lechera Asturiana, pero también en cualquier otro spot televisivo que tire de bebés o de madres para llegar a su público potencial. Y a eso hay que añadir las series televisivas o el cine, donde ver a una madre dando el pecho es casi una utopía, pero ver a un bebé enganchado a un biberón es el pan nuestro de cada día. Visto el vídeo puede parecer inofensivo y sin capacidad de influencia, pero anuncio a anuncio y escena a escena se van imponiendo en la sociedad modelos de crianza que responden única y exclusivamente a intereses comerciales.
O eso pienso yo ¿Qué opináis vosotros?