Veo las imágenes del niño sirio muerto, ahogado en la playa y se me encoge el alma, no puedo dejar de llorar, pienso en mi hijo, en que estará haciendo en la guardería y solo quiero que lleguen las tres de la tarde para ir corriendo a buscarlo, abrazarlo, besarlo y comprobar que está bien.
Todo el mundo conoce el amor, todos amamos o hemos amado alguna vez, pero hasta que no tienes un hijo no eres consciente de “esa otra clase de amor”, es un amor que duele, duele cuando dejas a tu hijo llorando en la guardería, duele cuando lo ves con fiebre, duele cuando impotente no puedes hacer nada por calmar su angustia, es una clase de amor que no se explicar… hace casi un año que nació mi hijo y aun lloro de alegría cuando lo miro mientras duerme tranquilo, sin miedo, a mi lado, mientras le cojo su manita…(llamarme ñoña).
No me quiero imaginar lo que estarán pasando esos padres, la verdad es que no quiero ni imaginarme lo que sufre cualquier padre que pierde a su hijo... tiene que ser desgarrador.
Me angustia pensar que la diferencia entre ese niño y el mío simplemente es el lugar donde nacieron.
Y no puedo dejar de llorar.