Temía…



Te quería tanto, y temía tanto perderte,

Que quise no quererte, para no dolerme.

Pero no pude.

Llegar a un nuevo embarazo tras un aborto por temprana que haya sido la pérdida es toda una alegría.

La búsqueda, te llena de nuevo de ilusión, emoción, alegría.

Esperaras el día D con ansías, no hay rastro de tu regla. Será? Temblando, nerviosa empiezas a plantearte si ya ha llegado. Todo son síntomas? El positivo!!

El mundo es un lugar maravilloso de nuevo. Nada rellenará ese pequeño hueco perdido, pero la alegría ayuda a superarlo.

Pero no siempre es así.

Llegué a un nuevo embarazo buscado y deseado apenas tres meses después de mi pérdida.

El positivo en el test trajo un millón de sentimientos inesperados. La mayoría no aptos para compartir con el mundo.

Trajo miedo, dolor, angustia. Me descubrí de pronto en la cuerda floja de la maternidad. Sin saber cómo asumir, sin saber controlar ni gestionar esa avalancha de sensaciones mezcladas. Me superó el no sentir la alegría esperada.

El miedo me atenazó por completo. Visceral, oscuro, enfermo? Se sumó a la apatía, el cansancio y el malestar.

Fueron meses duros empeorados con la sensación de abandono hacia mis hijos nacidos.

Un nuevo embarazo, deseado y soñado que se convierte de pronto en duda, en incertidumbre. En plantear si es ahora el momento? Me habré equivocado?

Vivir en una montaña rusa permanente, entre subidas ilusionadas y bajadas desesperadas. Del deseo al no deseo.

Del amor profundo a la profunda indiferencia.

Del amarte al temer perderte.

No quería quererte.

No quería volver a sufrir. Mi pequeño ángel merecedor de toda la dicha y de todas las risas como bienvenida. Tu inicio sólo tuvo silencio, miedo.

Antes de disfrutarte me preparé mentalmente para decirte adiós, como un púgil se prepara para el combate. Mental y físicamente, sabiendo que no saldría incólume de el.

Las primeras ecografías, que certifican tu vida, tu fuerza, lágrimas viéndote, y aun así sabiéndote perdido.

Pero no te perdiste. Te aferraste y te aferras a mi útero y hoy, 34 semanas después me recuerdas a patadas que sigues en mí.

Me llenas de esperanza mientras danzas en mi vientre. Me das oxígeno cuando te siento y me recuerdas que la naturaleza es sabia y única y que tú eres el milagro que día a día me hace grande.

Gracias a ti vuelvo a creer. Vuelvo a tener fe en mí, en mi cuerpo, en mi vientre.

Vuelvo  a sentir esa maternidad floreciente, esa alegría, ese sentir.

Tú me has enseñado que después de cada guerra queda sitio para la paz. Incluso después de la peor de las guerras, la que se lidia contra uno mismo, me has enseñado que al terminar cualquier batalla nace siempre un nuevo día lleno de luz.

Hoy me aferro a ti. A tu energía, a tus ganas de vivir, de crecer en mi y conmigo.

Nunca más te daré por perdido. Porque aunque no encontrases el camino de llegada me has enseñado a caminar de nuevo.

Hoy te quiero todo lo que no quería quererte.

Hoy sueño que agarrados de la mano en un futuro nos reímos juntos de nuestro comienzo.

Hoy más que nunca necesitaba compartir estos sentimientos, desnudar la realidad de muchas mujeres que sufren con el mismo dolor la perdida que el reencuentro con su maternidad, hoy es un día duro, en el que despido a alguien que me acompañó en el duelo.
Alguien que sabía por propia experiencia lo que ocurría.
La maternidad trae consigo momentos hermosos, y trágicos, compartirlos los hace llevaderos, y también nos adhiere de nuevos dolores, de nuevas pérdidas.

Muchas mujeres sabrán de que hablo, porque lo han compartido conmigo, a otras simplemente les parecerán irreconocibles esos sentimientos, otras se sorprenderán de no ser las únicas en haberse dibujado así.

Comenzar por reconocer el dolor, por no esconderlo, por poder hablar y exponer sin miedo a ser juzgado.

Hoy también es para ti esta entrada mi preciosa G, sentir que todo te supera es parte del duelo, pensar en rendirse, no disfrutar de los regalos que te trae el destino?
Simplemente llorar lo perdido no te hace más exigente, ni peor, te hace humana, y me gusta tu humanidad, no la pierdas, llora, grita, comprométete con vivir, simplemente, con todo lo que ello conlleva, con dolor y pena, con alegría y entusiasmo.
De la mano de quienes te queremos y queremos acompañarte y compartir, de quienes respetamos tu tristeza.
Porque nunca tu estrella se apagará.
Porque decirle el adiós definitivo no significa olvidarla ni perderla.
Porque siempre formara parte de tu historia, y de la historia de todos los que estamos a tu lado?

Esperanza...


Fuente: este post proviene de Princesas y Princesos, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Modificado:
¿Qué te ha parecido esta idea?

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

Lactancia en tándem. El hijo heredero. Esta entrada lleva mucho tiempo escrita, y no se porque nunca la publiqué, hoy toca. Aunque es curioso leerme en la distancia, hoy no hago tándem, amamanto a un ...

Recomendamos