Un desahucio de vientre…

No.
No me lo robaron, aunque lo parecía.
Mi tercer parto, mi no parto.
Desde mi primer embarazo sigo páginas y publicaciones que exhortan a naturalizar los partos, a respetar los tiempos, a no instrumentalizar, sigo con ahínco y defiendo la naturalidad, la necesidad de que sean respetados, en su tiempo y su espacio, luchar contra prácticas innecesarias en paritorios y hospitales.
Hoy también. Más que nunca.

Fue un embarazo extraño de principio a fin.
Aún recuerdo las conversaciones planificando un parto en casa.
Buscando información. Deseando que tu llegada fuese natural y a su tiempo, en el mejor de los escenarios, tu hogar, acompañado de los tuyos.

Y sin embargo nos tocó a nosotros un no parto, tu bienvenida a la vida.
Medicalizado totalmente, pack completo, en la semana 36, pre-inducción, inducción, rotura de bolsa, monitorización interna, inmovilidad, vías, oxitocina, epidural, episiotomía?
Pero un parto, el mejor de los partos para esta ocasión, el único que te ha traído con vida , sano y salvo. Nuestro parto. El que te ha desahuciado de mi vientre semanas antes.

Compararlo con los otros dos, ambos apenas medicalizados, ambos con roturas de agua naturales, es difícil, nada que ver.
Y es que una infección placentaria se interpuso en nuestro final de embarazo, una estúpida bacteria, colonizó nuestro liquido amniótico, una maldita fiebre intraparto puso en peligro nuestro vientre compartido.
No voy a contar hoy actitudes faltas de respeto aunque alguna hubo, protocolarias y burocráticas mas que nada, hoy voy a contar la historia de mi no parto, un parto instrumentalizado y medicalizado pero absolutamente respetado, conseguido desde la humildad profesional de quienes te hablan mirando a los ojos, tratando con una mujer conocedora de su cuerpo y explicando clara, concisa y respetuosamente las opciones, dando voz y voto en las decisiones, ajustando plazos para intentar que todo fluya pero sin arriesgar ni un ápice el bienestar de mamá y bebé. La historia, seguramente una de muchas de un parto que es simplemente la puerta de entrada al mundo de un pequeño. Pero que si se acompaña de comprensión, de buen trato, de palabras puede ser un parto perfecto.
Y es que cuando se trata con profesionales respetuosos y conocedores de su profesión, con personal que trabaja desde el cariño que da la vocación, en un hospital universitario, donde hemos tenido la suerte de dar con personas preparadas y esforzadas, con docentes llenos de ilusión por enseñar, por equipos volcados en el bienestar de los pacientes?
Se hace posible que hasta la peor de las opciones, esa que nadie espera, ni quiere, la que no aparece en los planes de parto, sea la mejor, no por necesaria, que lo fue, sino por las formas de acompañar.

Un no parto que comenzó en cólico y posible infección sistémica con foco urinario y un día después encendió alarmas por falta de líquido amniótico y taquicardias en ambos.
Dolor. Mucho dolor en los tactos, necesarios para comprobar el bienestar fetal, expertos que explican paso a paso lo que van a hacer, que avisan y dan tiempo porque saben que dolerá, que explican que no quedan opciones, que se amparan para no ceder al camino fácil de una cesárea en la esperanza del cuerpo sabio que ya ha parido. Que ponen su fe en intentar un nacimiento natural.
Una mujer, médica, ginecóloga, pero mujer. Que mira a los pacientes cuando les habla. Que afirma y explica:
– Tenemos pocas horas, pero no arriesgaremos al bebe, aunque tenemos poco tiempo hay que intentarlo.
Corioamnionitis.
Hay doce horas de margen, mientras controlen la taquicardia del bebe.
Mientras no suba la fiebre, mientras todo fluya.
No, la posición supina durante horas no es cómoda, ni placentera, ni ayuda a comenzar un parto ya de por si difícil porque aun no es hora, pero es la única postura que mantiene el control sobre el estado del bebe.
En una sanidad donde los recortes hacen estragos no hay sistemas de control sin cables, y no podemos arriesgarnos a perder de vista su corazón ni cinco minutos, con taquicardias que llegan de las 230 pulsaciones por minuto.
No, no es agradable tener hambre, pero con la sombra de una cesárea volando sobre nosotros mejor no hacer una comida copiosa, pese al hambre, pese a la incomodidad, estar de acuerdo es lo obvio, cuando se explican con lógica las decisiones. Cuando se comparte la responsabilidad.
Cuando un equipo, equipazo, se preocupa a cada momento de controlar, de preguntar, cuando acaban turnos y desde fuera del hospital llaman para preguntar como esta la paciente?
Cuando se implican y empatizan.
Hace casi un mes, y aún tiene una pequeña herida por la monitorización interna en su cabeza, eso fue lo que mas dolió, la monitorización interna, ni los tactos, ni la rotura de bolsa, ni la incomodidad, nada mas que ese pequeño electrodo en la cabeza de mi bebe aun no nacido, el conocimiento de que algo, por pequeño que fuese le dañaba, y sin embargo, fue nuestro salvador, el que con estruendoso sonido avisó llegado el momento de la bradicardia que supuso su nacimiento.

Una epidural tardía, porque aguantamos todo lo posible, hasta que el dispensador de oxitocina llego a 72, hasta que ya no cabía mas dolor en cada contracción.
Una epidural que nos silenció las contracciones, que nos anulo completamente el sentir, y convirtió el resto del parto en una espera extraña, sin sensibilidad, pendientes de cada dibujo del monitor, para conocer el curso del parto.
Que nos robó el saber el inicio de tu viaje por el canal, que nos hizo pujar al tacto de mis manos sobre el vientre para saber cuando era la hora. Una epidural que nos quito la sensación de circulo de fuego que prepara para el maravilloso alivio del expulsivo.
Que silenció mi garganta.
No hubo planeta parto, mi mente no se fue a ningún sitio, mi cuerpo insensible, inerte, barruntando una fuerza que no apreciaba y que veía como en la distancia.

Un parto entre brumas. Las de no entender, las que ciegan sentidos.
Y sin embargo tu parto.
Tu bienvenida.

No hubo poesía. No hubo intimidad, ni silencio, ni paz?
Sólo tu y yo. Y un equipo completo velando porque llegáramos a abrazarnos. Y aparatos, y alarmas, y ruido, y prisas, y luces, y miedo?
No. No te colocaron sobre mi pecho al nacer. Primero debieron reanimarte. No pude sentir tu piel húmeda y resbaladiza, y cuando pude tocarte pasados unos minutos que me parecieron horas ya estabas vestido y seco.

Y hoy casi un mes después miro atrás y fue el mejor parto. El único, el perfecto, el maravilloso que te trajo a mi
Sabes qué hubo en tu parto? Esperanza, y alegría y amor y lágrimas felices.
Y cuando al fin te pude sostener en brazos el mundo se paró para que pudiéramos saborear la felicidad.
Y es que si fue un parto perfecto.
El único que nos permitió bailar juntos sanos y salvos. Y te prometo miles de bailes?
Y hace casi un mes, que sabe a toda una vida?
Y hoy tras masticar, meditar y sopesar tu llegada, solo puedo dar gracias a nuestro desahucio de vientre.



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