El otro día preparé una de mis cenas preferidas y más resultonas: un milhojas de calabacín con jamón y queso al horno que está para chuparse los dedos. No pensaba compartir la receta, porque no tiene ningún misterio, pero después de que me preguntaran por ella, aquí va. Porque a todas se nos agotan las ideas y siempre viene bien variar un poco.
La complicación de esta receta está únicamente en cortar en láminas finas el calabacín, de un grosor justo para que no se deshaga (si es muy fino) o quede crudo si está demasiado grueso. Es mejor hacerlo con un calabacín pequeño o mediano, porque con los más grandes el centro suele ser más blando y se deshace al montarlo.
Tan sólo se trata de colocar una lámina de calabacín en una bandeja de horno, sobre un poco de aceite, e ir añadiendo “pisos”. Yo lo monto así: calabacín, una o dos rodajas de tomate natural cortadas finas, calabacín de nuevo, jamón y una loncha de queso, calabacín y queso rallado por encima.
El toque personal lo pongo echándole también hojas de albahaca recién cortadas de nuestra jardinera, que también meto entre el milhojas. Después de montar los calabacines (los que quepan en la fuente), le echo tiras de cebolla, a veces puerro… lo que se me ocurra. Va al horno durante unos diez minutos a 180º ( o hasta que veamos que se dore el queso rallado de encima y que el calabacín está hecho).
Y entre los pisos he probado también a echarle jamón serrano (queda más fuerte, pero delicioso), distintos tipos de queso… A mí me encanta el calabacín y es una forma de comerlo que se sale de lo común: puré o frito en rodajas. A los peques, les encanta.
¿Te animas a probarlo?
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