Llevaba tiempo postergándolo pero ya es hora de cerrar esta etapa. Hacía tiempo que venía pensando en qué hacer con respecto a este blog, si dejarlo morir lentamente o ponerle un fin digno. No me gustaba lo uno ni lo otro, pero el hecho de tomar una decisión me ha dejado más tranquila.
Nunca he sido de dejar las cosas a medias y si hago algo, me gusta hacerlo bien, de principio a final. Estaba cansada de dar largas a quienes contactaban conmigo para hacer una colaboración y de hacer apariciones a medio gas. Así que prefiero ponerle un fin ya. Es lo más honesto y en estas últimas semanas ya he ido dando pasos en este sentido: he cerrado la cuenta de Twitter, he desvinculado la de Instagram y la he pasado a privada. El próximo paso será cerrar la cuenta de Facebook, un rinconcito al que tenía un cariño especial y que ha funcionado genial este tiempo. El blog seguirá unos meses más abierto, hasta que finalmente lo pase a privado o lo borre del todo.
Miento si digo que no me da pena pulsar el botón rojo sin remedio y de eliminar los recuerdos que han quedado plasmados en fotografías e historias, pero desde hace mucho no me siento cómoda escribiendo sobre mis hijos, mi familia ni mi entorno. Tampoco le veía sentido y cada vez me sentía más fuera de todo. Veo las redes muy faranduleras, con bastante tontería y a un ritmo desbocado, me temo. Pero eso no me ha llevado a dar el paso, sólo lo ha animado. No me sentía cómoda con esto, así de simple.
Ha sido bonito mientras ha durado. Gracias a todo el mundo que ha estado pendiente, eso ha sido lo mejor.
Me retiro del mundo virtual, por así decirlo. Nos vemos en el real, que es infinitamente mejor. Y nos llena por todos lados.
¡Besos!
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