Después de hacer varias pruebas usando diferentes lanas, el día de Nochebuena emprendí mi primer proyecto de punto, una bufanda cerrada, un cuello calentito tejido a punto bobo para iniciarme en el knitting. Para Año Nuevo, ya estaba terminado y se convirtió en un regalo de Reyes handmade precioso. A través de esos cientos o miles de puntos (perdí la cuenta de cuántos llevaba en la vuelta número 20) he cogido soltura con las agujas, he aprendido a identificar y resolver errores, me he enganchado a la lana y ahora veo los jerseys con otros ojos.
En mi pequeña y primera incursión como futura tejedora he aprendido varias cosas:
Que trabajar con un material bueno o con uno malo, se nota. No hay comparación, y punto (nunca mejor dicho). Aquí también se aplica el dicho de que lo barato sale caro.
Mejor empezar con agujas gruesas. Mi primer error fue empezar con unas de 5 mm y ovillos de algodón, un material poco flexible. Acabé desesperada. Después de probar con las agujas del 12 y una lana más flexible, me sentí iluminada. Trabajo mejor con el punto suelto, no hay comparación.
Primero, metas alcanzables para no desanimarse. Quise empezar con este kit genial de We Are Knitters, pero dos días después me di cuenta de que era mejor bajar primero a la tierra y empezar por algo más sencillo, como una bufanda. Retos alcanzables, a motivarse, y a seguir.
Para tejer, hay que saber matemáticas, y esto es lo que peor llevo. Contar es básico, sobre todo si combinas punto derecho y punto revés o quieres hacer dibujos. Con aumentos y disminuciones en punto (para hacer mangas, cuellos…) ni me atrevo. Y para no perder la cuenta, mejor anotarlo todo en una libreta.
En las primeras vueltas, te sale humo de la cabeza, estás en tensión y te duele la espalda, pero en las siguientes, ya con confianza, te atreves hasta a ver la televisión o mantener una conversación mientras mueves las agujas. Todo depende del grado de dificultad del proyecto y del tiempo que lleves en ello.
Tejer engancha, y mucho. Dices, una vuelta más, a ver cómo queda, y sin darte cuenta, llevas un buen pedazo y ha pasado media hora. Rascar ratos de donde no hay para avanzar un poquito más.
Los tutoriales de punto de youtube están bien, te resuelven muchas dudas, pero nada como tener a una persona delante que vea lo que estás haciendo y que te ayude a identificar dónde vas y qué ha pasado.
En cuanto empiezas a tejer, miras los jerseys, bufandas, gorros y cualquier otro accesorio con otros ojos. Ya no ves punto sin más, como antes, sino que te fijas de cerca para identificar el tipo de punto usado, intentando escudriñar el patrón escondido. La cosa es ver retos por todos lados.
Tejer no tiene muy buena fama, a pesar de que está de moda. Tu hijo ve una abuelita en los dibujos y grita, “mamá, mamá”. “Vale, sí, hace como yo, cariño, muy bien, pero mamá es más joven y mona, ¿verdad?” A eso ya no contesta. En general, ha habido gente que me ha mirado raro al comentar mi nueva afición. Pero la gente mayor y los hipsters, está encantada.
A veces ocurren misterios inexplicables. En mis primeros tejidos de prueba, hacía aumentos y disminuciones sin enterarme. Ahora tengo ese tema controlado, pero me enfrento a otro misterio: el del punto de arroz que se ha convertido en punto de jersey sin saber cómo ni dónde. Lo miro, remiro y cuento, deshago y vuelvo a empezar, pero todavía no he podido solucionarlo. Lo conseguiré.
En cuanto terminas un proyecto, te llueven los encargos. Da igual que acabes de empezar, que dejes varias horas tejiendo o que no te hayas hecho nada para ti, siempre hay alguien que te pide que le tejas algo, ¿a que sí?
Aprender a tejer es posible, como también lo es crear algo ponible y bonito a partir de un conocimiento nulo. Este cuello gris jaspeado lo demuestra:
El cuello es muy sencillo, nivel principiante (pero principiante de verdad). La lana que he usado es de la marca Katia (no recuerdo el modelo), y las agujas son del número 12. Para hacerlo, monté 40 puntos y gasté dos madejas. El cuello es muy flexible y está pensado para doblarlo y que sea más abrigado aún. La verdad es que luce más por la lana elegida, que combina blanco, gris y negro y va con todo.
El punto bobo (siempre punto derecho) es perfecto para empezar, porque es sencillo y no es necesario ir contando. Como este punto es reversible, el cuello se puede usar de cualquier manera. Sólo es necesario saber montar los puntos, tejer al derecho, cerrar los puntos y unir las dos partes (tan largas como se quiera) con una aguja lanera.
¿Os gusta el resultado? Las grandes tejedoras, ¿me dais más consejos?
Recuerdo que mañana acaba el sorteo en facebook de una colección de libros de la Editorial Minis, ¿te apuntas?
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