La vida te cambia cuando eres padre o madre. La perspectiva del mundo tiene otro color cuando la mater/paternidad te toca el corazón. Entonces comienzas a tener ilusiones, sueños y miedos. Y conectas más con tus padres: los abuelos de la criatura.
Recuerdo perfectamente el primer rato que me quedé sola con Álvaro tras su nacimiento. Habíamos tenido un susto de primerizosporque vimos que al regurgitar echaba sangre y todos nuestros miedos se hicieron presentes. ¿Tendría una úlcera en su pequeño estómago? ¿Le dolería? ¿Qué hacemos? Ante la duda, y como buenos primerizos, salimos corriendo al hospital a pesar de que mi madre nos decía que eso no era nada, que el niño no lloraba y eso demostraba que estaba bien. Como la buenabuela no es médico, decidimos ir al hospital y que nos hicieran pruebas, muchas pruebas. El resultado fue sencillo: la primeriza madre tenía una pequeña grieta en el pezón y el niño, al mamar, succionaba sangre. Todo se solucionaba con el famoso Purelany teniendo las tetis al aire para que se secara cuanto antes la herida (con los discos de lactancia la cosa se podía complicar).
Así que en ese rato que andaba sola paseando con Álvaro llamé a mi madre para darle las gracias por todo el tiempo que me había cuidado y lo querida que me he sentido (casi) siempre. A ver, mamá, si estás leyendo esto (que antes o después lo harás), es verdad. No siempre nos sentimos queridos. Hay un momento en la adolescencia en la que tus padres se empeñan en llevarte la contraria y, como si tuviéramos dos años, sentimos rabietas. Pero vamos, que en general, puedo afirmar que en un 99% de mi vida, me he sentido querida, cuidada y protegida.
Al sentir miedo por mi hijo me di cuenta de lo que tuvieron que sentir mis padres cuando les liaba alguna trastada. Trastadas siendo pequeña y cosas un poco más serias al hacerme mayor. La demostración de independencia y autonomía no pasa con las rabietasde los dos años, sino que cambian a medida que nos acercamos a la adolescencia… ¡Qué santa paciencia tuvieron conmigo! Imagino que todos podemos ver lo generosos y comprensivos (en mayor o menor medida) que fueron nuestros padres. ¡Y lo siguen siendo!
Como os digo, desde que soy madre me he dado cuenta de cuánto me han querido mis padres. Y ahora, me toca también rendirles tributo. Así que, en nuestro caso, como la conciliación con mi trabajo no fue posible, decidimos quitar gastos superfluos e intentar no depender de guarderías, horarios imposibles y abuelos (cosa que no juzgo en el resto, sólo que nosotros decidimos no hacerlo).
Así que los abuelos tienen licencia para ser sólo abuelos. Me explico: mis padres ven a los niños, más o menos, un día a la semana que bajamos a comer con ellos. No son muchas horas porque mis padres trabajan y aunque tienen un horario flexible, antes o después se tienen que ir a levantar el país. Así, los fines de semana hacen lo que les gusta: irse al pueblo y disfrutar de su casa, huerto y demás quehaceres que eligen.
Los abuelos paternos viven a doscientos kilómetros y ven a los niños cuando vamos, que suele ser una vez al mes. A cambio, estamos allí todo el fin de semana para que disfruten de los niños tanto de día como de… (No, la noche nos la seguimos comiendo los padres, que aún son pequeños).
Aún no hemos tenido la necesidad de dejarlos con ellos ningún día ni ninguna noche. ¿Por qué? Porque nuestro ritmo de vida es muy tranquilo y, sinceramente, disfrutamos estando con nuestros hijos. Si algún día tenemos la necesidad de irnos a algún sitio o a cenar o al cine en plan pareja, seguro que tenemos a los abuelos encantados de quedarse con los niños.
A día de hoy, aún son pequeños y prefieren quedarse con nosotros, aunque Álvaro ya va pidiendo hacer cosas con los abuelos. Hace unas semanas, al enterarse de que los abuelos iban a ir a comprar, decidió irse con ellos y, enseguida le montamos la silla del coche para que pudiera irse con los abuelos. Por supuesto, todos ganaron. Álvaro salió con un par de bolsas de Peppa Pig (de las que sólo nos hizo hinchar los globos de Peppa y George) y una botella de agua molona de Frozen. Y los abuelos, poder ejercer como tales, con la tranquilidad y seguridad de que, con dos años y medio largos, no tiene miedo de no ver a sus padres a su alrededor y va contento y tranquilo al lado de sus abuelos.
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Todo tiene un proceso y un tiempo. Todo llega. Aún recuerdo a mi madre cuando me decía que tenía que dejarle a Álvaro para que fuera "abuela". ¡Si ya lo era! Y ahora es Álvaro el que me recuerda que vayamos a ver a la abuela para que le haga "Patatas-Pili". O cuando Álvaro quiere hablar con su abuela "Mari"… Todo llega.
Cuando son pequeños necesitan estar con sus padres y, poco a poco, son capaces (porque están seguros de que sus padres no desaparecen aunque no los vean en un rato, unas horas o unos días) de estar con abuelos, tíos, primos…
Además, nosotros pensamos que si los abuelos pasan un rato con los nietos pueden disfrutarlos mucho más que si tienen que estar con ellos todas las tardes de lunes a viernes por motivos laborales. Que sí, que sé que los abuelos lo hacen encantados, pero cansa. Porque los niños se mueven y necesitan movimiento, y si a los padres, a veces, nos dejan k.o., no me quiero imaginar a los abuelos.
Para nosotros una buena opción es esa, pasar tiempo con la familia pero con cautela. Por ahora no los necesitamos, pero nos reservamos esas ganas que tienen de tenerlos para cuando verdaderamente lo necesitemos. Hace unas semanas, Álvaro se puso malito y llamé a mi madre porque tenía unas jornadas que no me quería perder. Cuando quise hablar con ella ya estaba en el pueblo y no pudo ser… Afortunadamente no se ha vuelto a poner malo ni yo he tenido más jornadas de día completo en las que no estuviera su padre para estar con él, pero seguro que habrá más ocasiones en las que los abuelos tengan que quedarse con ellos y consentirles una comida llena de fritos (patatas, croquetas y demás manjares que les encantan) sin la presión de tener que educarles en el sentido más estricto de la palabra porque primero, eso ya lo hicieron con nosotros y segundo, en un periodo corto de tiempo lo que hacen es disfrutar con ellos (que es educar) y son recuerdos maravillosos que se quedan grabados para siempre en la cabeza y en el corazón.
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Un abrazo y ¡disfrutad de los abuelos!