Aún recuerdo las palabras de mi madre cuando vivíamos en Talavera y nació Vera, su nietecita manchega, y ella decía: “Si no me encariño, no la echaré tanto de menos”. ¡Como si fuera posible! Ella pensando en fórmulas para no sentir tanto el tenerla lejos y cada minuto que pasaba estaba más ilusionada. (Ahora nos reímos cuando lo recordamos).
Como decía, me llamaba mucho la atención ver a mis padres o a mis suegros, hacer cosas que seguramente no habrían hecho nunca con nosotros mismos. Y por eso, es un tema del que me apetecía hablar porque, ¿qué es lo que hace crecer tanto esa complicidad en la relación abuelos-nietos?
Después de verlos día tras día disfrutar tanto, pienso que los abuelos conectan mucho más que los propios padres a veces, emocionalmente con nuestros hijos.
Los padres/madres, inmersos a veces en esta espiral de rutina-prisa dedicamos un largo tiempo de las 24 horas que tiene el día a asentar una serie de normas en casa, intentar crear unos hábitos, acompañándolos en la salida con prisa hacia el colegio, el despertar en invierno (cuando no quieren salir de la cama), en las comidas eternas cuando algún peque es algo inapetente… y así un largo etcétera y …¿de qué nos olvidamos? de ENTRAR EN SU MUNDO. De sentarnos, rebozarnos y hacer la croqueta por el suelo con ellos, pintarnos la cara y disfrazarnos juntos de lo primero que se nos ocurra, de reir a carcajadas cuando algo se derrama, cantar y bailar como si no hubiera un mañana y así un millón de razones más.
Y sí, muchos direis… eh, que yo juego mucho con mis niñ@s… sí, nosotros también en la medida de lo posible, pero no me refiero a jugar únicamente, sino a SER CAPACES DE VER CON OJOS DE NIÑ@. Y es que el juego, el tiempo compartido, no solo consiste en estar ahí, en estar a su lado, ni ofrecerle juguetes varios, sino implicarte en el juego 100%, olvidar todo lo que pasa por tu mente en ese momento y centrarte en ellos. Sí, eso definitivamente es lo que necesitan. Y es por ello, que LOS ABUEL@S quizás gracias a la experiencia, posiblemente a contar con algo de más tiempo libre, o bien porque se dieron cuenta de que la vida pasa demasiado rápido y de que les apetece comportarse realmente como niños y disfrutar plenamente de ello, es lo que hace que se conviertan en uña y carne.
En nuestro caso… me sorprendo a veces cuando nuestra “mayor” decide que es viernes o sábado y hace su minimaletita para ir a casa de la abuela, y es que ¡allí siempre hay fiesta!. La verdad es que por un lado, egoistamente me gusta tenerla cerca para disfrutar de ella, pero por otro lado, cuando la veo tan ilusionada, con tantas ganas de ir… es imposible hacer nada. Y esto, también me trae a la mente que cuando yo era pequeña seguía el mismo ritual, pero aún más bestia. Yo prácticamente me iba a vivir a casa de mi abuela, los findes y en las vacaciones de verano. ¡Y es que lo pasaba tan bien!
A veces, me siento mal cuando tengo alguna pequeña discusión o entro en polémica por aspectos que tienen que ver con la crianza y educación de las nenas, y es que está claro que lo que cambia en el modo de ver las cosas entre padres y abuelos es la PERSPECTIVA. Después, pienso que los padres deberíamos APRENDER MUCHO DE LOS ABUELOS… de su locura, de su pérdida de vergüenza (a veces), de su derroche de vitalidad y su CAPADIDAD PARA EMPATIZAR CON LOS NIET@S.
Los abuelos tienen una especie de varita mágica, alimentada por la experiencia, que los ayuda a entender a los nietos con tan solo mirarlos, a darle importancia a las cosas verdaderamente importantes, dejando pasar aquellas que no merecen demasiado la pena y son un desgaste inútil y gratuito…
Será por ello, que cuando nos hacemos mayores, una parte de nuestros recuerdos esenciales la ocupan ellos, nuestros abuelos… porque se convierten en una parte esencial e imprescindible de nuestras vidas, porque lo que recordamos de ellos… no va unido a regalos ni cosas materiales, sino a vivencias, a felicidad compartida…
Sin embargo… a veces hay situaciones que chocan con nuestra idea de crianza o con la educación familiar que queremos para nuestros hijos. En este caso, pienso que más que discutir, merece la pena hacerles llegar nuestra opinión, nuestra manera de entender la crianza, o qué queremos para los que son nuestros hijos. También, hacerles ver que no hay que dar por sentado que todo lo que ellos han hecho sea positivo, quiero decir, que a veces… repetimos los patrones de lo que hemos vivido como niños y esto, no siempre tiene porqué ser lo acertado. Por eso, sentarse a hablar, compartir puntos de vista, hacerles ver que la educación de nuestros hijos es cosa nuestra y que deben respetar el modo de hacerlo, (ya sea en temas como la alimentación, el sueño, el tema regalos que a veces es tema de conflicto, etc) y que sin embargo, puede aportar mucho echándonos una mano, diciéndoles cómo podrían ayudarnos, qué es lo que realmente necesitamos… como contar con ellos para el cuidado de los nietos en situaciones en las que no nos sea posible a nosotros, para buscar un pequeño ratito para la pareja, etc y sobretodo… pueden ayudarnos, OFRECIÉNDOLES ESE TOQUE ESENCIAL DE ABUELOS… que tan bien les hace sentir a nuestros pequeños.
Y vosotros…¿Qué pensais al respecto?
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